Dejarlos como un colador
La plaza se llenó, como todos los días -ocho corridas, ocho llenos de "no hay billetes"; se dice pronto-, pero con un público nuevo, que no suele ir a las corridas de toros. Este público nuevo normalmente no va a las corridas que llaman "de lidia ordinaria" pues no le gusta que a los toros les piquen. Dice: "A mi es que me da pena de los toros cuando les pican". Y va a las corridas de rejoneo, que no les dan ninguna pena, pues a los toros no les pican. No les pican, evidentemente, pero consisten en que continuamente les están clavando cosas a los toros. Desde que saltan a la arena, los toros se ven azu zados por un caballo que monta experto jinete armado de fierros y se los clava en los lomos, hasta dejárselos como un colador.A cada clavazón, el sensible público compasivo con los toros que pican se pone contentísimo y palmotea entusiasmado. Si po alguna circunstancia el rejonea dor falla, el sensible público grita . ¡Huuuy!", y cuando en la siguiente reunión el rejoneador consigue clavar el fierro, grita "¡Bieeen!". Entonces aplaude doblemente: una, por el rejonazo certero; otra, por lo que dejó de aplaudir cuando el fallido. El éxtasis ya es durante las colleras, porque los rejonazos, farpazos y banderillazos se producen sin solución de continuidad; entra veloz un caballo, el caballero hinca fierro, entra otro sin que al toro le haya dado tiempo a reaccionar, vuelve el anterior, y así hasta el infinito.
Benavides / Cuatro rejoneadores
Toros de Martínez Benavides, exageradamente despuntados, grandes, varios cinqueños, mansotes. Rafael Peralta: medio rejón ladeado, rueda de peones, pinchazo y otra rueda de peones; mata el sobresaliente Manolo Gómez, de estocada y dos descabellos (silencio). Carro Bedoya: medio rejón trasero caído, rueda de peones, pinchazo sin soltar, rejón muy bajo y otra rueda de peones; pié a tierra: cinco descabellos (silencio). Manuel Vidrié: rejón rebotado, otro atravesado y rueda de peones (ovación y saludos). Antonio Ignacio Vargas: rejón que escupe el toro y otro en lo alto; pie a tierra: dos pinchazos -primer aviso-, media muy baja, rueda de peones, tres descabellos -segundo aviso- y dos descabellos más. Por colleras: Bedoya con Vidrié: rejón caído (oreja); Perafta con Vargas: rejón sin soltar y otro bajo (vuelta). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. Octava corrida de feria.
Siete rejonazos
Los redactores del vigente reglamento taurino, en este asunto de las clavazones tuvieron cierto pudor y establecieron tres por suerte -banderillas o farpas, rejones de castigo y de muerte-. Lo cual no impide que los rejoneadores esa prescripción se la salten a la torera (más fácil -a cabaflo, obviamente), y así, ayer, la collera Vidrié-Bedoya le metiósiete rejonazos de castigo al quinto toro, y no fueron ocho porque fallaron uno."iHuuuyi", gritó en ese fallo el público, por enésima vez, ya que ayer los rejoneadores fallaron ene veces a lo largo sus actuaciones, poco brillantes en conjunto No sólo fallaron, sino que los toros les tropezaron los caballos con cierta frecuencia, sin consecuencias cruentas, afortunadamente, gracias a que la corrida salió afeitada casi hasta las orejas.
El reglamento consigna que los toros para rejoneo se pueden afeitar, mas no dice cuánto, y así salen: hasta las orejas. Claro que al público adicto le trae sin cuidado lo que les hagan a los toros en la cornamenta; con tal de que no les piquen... La afición, es distinto. Normalmente hay poca en. estos espectáculos, pero algún reducto queda, y ese vocea tecnicismos, absolutamente incomprensibles para el resto de la gente. Eso de "¡El barbero s'ha pasao!", lo entendían algunos como la pública denuncia de un caso de violación en la andanada.
Para aficionados, Manuel Vidrié fue el mejor, porque toreó, reunió seguro, pausado y sin estridencias. Antonio Ignacio Vargas también hizo el toreo, aunque clavara desigual. Rafael Peralta no tenía su tarde y casi todo le salía torcido. Curro Bedoya galopó lo suyo, pegó airosos sombrerazos y falló bastante. Sin embargo su certero rejonazo al quinto valió una oreja.
Al público le da lo núsmo que los rejoneadores reúnan al estribo o a la grupa y que claven arriba o abajo, con tal de que dejen al toro hecho un colador. En cambio, que acabe la corrida sin al menos una orejita, eso no lo perdona. De manera que el rejonazo de Bedoya constituyó un gran consuelo.
Babelia
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