Del 'pop' chabacano al 'pop' caliente
La gente quiere diversión. En la tarde-noche del pasado día 15, el numeroso público que se dio cita en el Pabellón de Deportes del Real Madrid confundió el santoral, acoplándolo a su conveniencia. Durante unas horas San Isidro pasó a ser San Fermín, y el Madrid de la nueva ola y la movida se transformó en una confusión de brazos levantados, bailes frenéticos y litros de sudor que recordaban, inevitablemente, a algunos de los mejores momentos de las fiestas pamplonicas. Poco importaban la música, las canciones o el sonido; la gente quería bullicio, juerga, diversión.
Chupinazo
Peor Imposible, Los Inhumanos y Toreros Muertos
Pabellón de Deportes del Real Madrid. 15 de mayo.21 Japonesas y La Guardia Pabellón de Deportes del Real Madrid. 16 de mayo.
El chupinazo llegó con Los Inhumanos. Después de la decepcionante actuación de los mallorquines Peor Imposible, el grupo valenciano transformó la vetusta y maloliente cancha de baloncesto en una inmensa pista de baile.Cuatro músicos (guitarra, bajo, batería y teclados) forman una base instrumental sobre la que alrededor de 20 cantantes-cómicos, disfrazados de frailes, realizó un sinfín de mamarrachadas, físicas y vocales, no demasiado relacionadas con lo que generalmente se entiende por música.
Su único fin es convertir su presencia en escena en una fiesta, cosa que logran, para lo cual no dudan en mofarse de todo tipo de géneros. Lamentablemente, a los pocos minutos de comenzar su espectáculo todo está visto y oído; y cuando un grupo de estas características pierde la capacidad de sorpresa también pierde la razón de ser. Acabaron convertidos en una vulgar comparsa de fiesta de pueblo, donde no faltaron ni los detalles erótico-festivos (un acelerado strip-tease) ni un punto de crueldad con los animales (un león vivo, enjaulado en el centro del escenario, soportó estoicamente los focos, el calor y los vatios).
El grupo Toreros Muertos dieron un afortunado giro a la noche, demostrando que un grupo pop, haciendo música de verdad, también puede desprender una alegría contagiosa y bailable. Ellos imprimieron un ritmo endiablado a su actuación, intercalando hábilmente baladas y otros recursos de repertorio, al tiempo que presentaban las canciones de su nuevo elepé, Mundo Caracol.
Pablo Carbonell, líder de Toreros Muertos, no posee una gran voz, pero la dosifica a la perfección, controlándola con la misma seguridad con que se mueve por escena. Son intérpretes maduros que no buscan la risa fácil, y prefieren lo irónico a lo chabacano.
Veinticuatro horas después, los donostiarras 21 Japonesas presentaron su segundo elepé, Hombre de la selva, con su nueva formación, que incluye una pequeña sección de viento y dos bailarinas.
De esta manera queda aún más atractiva una puesta en escena que demuestra estar en continua evolución. Su gran riqueza rítmica y su variedad instrumental les convirtió en las estrellas de la noche, muy por encima del grupo de Granada La Guardia, teóricas estrellas de la noche, que, sin embargo, se mostraron inmaduros y blandos.
Babelia
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