El margen de maniobra de Washington
A pesar del envío simbólico de tropas a Panamá y de una invitación abierta (efectuada a última hora del sábado) a los militares y a la población panameña para derrocar al general Manuel Antonio Noriega, convertido desde hace meses en la bestia parda de Washington, la Administración de George Bush no parece dispuesta a emprender ninguna acción militar contra el jefe de las Fuerzas de Defensa, por lo menos hasta la reunión de ministros de Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), el próximo miércoles.Washington se encuentra atado de pies y manos por el unánime rechazo continental a una acción militar a lo Granada. Salvo un ataque norieguista a ciudadanos o militares norteamericanos en Panamá, una acción de fuerza es considerada por círculos diplomáticos como improbable.
Bush ha llegado al límite de lo posible en la retórica de las amenazas frente a las acciones de Noriega para lograr que abandone Panamá, sin conseguir que el dictador panameño haga una sola concesión. El jueves anunció el envío de tropas de combate (cerca de 2.000 hombres) y el sábado hizo un llamamiento a los miembros de las Fuerzas de Defensa y a la población para que derroquen a Noriega.
En unas declaraciones efectuadas a bordo del avión presidencial, Air force one, el presidente norteamericano manifestó a los periodistas que le acompañaban en una gira por varias universidades que "los militares y el pueblo de Panamá deberían hacer todo lo que estuviera en sus manos para echar a Noriega".
Preguntado por si lo que estaba proponiendo era una revolución, George Bush contestó sin pelos en la lengua: "El pueblo se sublevó en estas elecciones democráticas. La voluntad del pueblo no debe ser conculcada por este matón y sus doberman".
El presidente norteamericano dejó muy claro que su Administración no tenía nada contra los militares panameños, "que tienen un papel que desempeñar en el futuro de Panamá". "El problema es Noriega", dijo Bush.
Y el problema es también, aunque no lo dijo, que la situación panameña se ha convertido en la primera crisis de política exterior de su Administración.
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