Los otros territorios ocupados
La presencia israelí en los altos del Golán y en el sur de Líbano ha quedado 'olvidada' por la 'intifada'
El levantamiento popular palestino ha venido a recordar de forma insistente y cotidiana un hecho que se remonta a 1967: la ocupación por Israel de la franja de Gaza y la orilla occidental del río Jordán incluido el este de Jerusalén. Existen, sin embargo, otros territorios ocupados. La olvidada presencia israelí en los una vez sirios altos del Golán se remonta también a la guerra de los seis días, pero por su distinta composición poblacional ha adquirido un carácter diferente. Asimismo el ejército de la estrella de David controla desde 1982 cerca de 800 kilómetros cuadrados de suelo libanés.
Llegado un momento, la carretera se empieza a quedar desierta; sólo los transportes de tropas y los vehículos privados de los militares, reconocibles por sus matrículas negras, pasan de cuando en cuando. Algunos pueblos fantasmas, de los que apenas queda una huella, y los esqueletos carbonizados de carros de combate soviéticos usados por el Ejército sirio, marcan lo que fue el campo de batalla. Estamos en los altos del Golán, bajo 'control israelí, un pastizal de 720 kilómetros cuadrados donde las vacas ocupan el escaso terreno dejado libre por los campos de minas de las numerosas confrontaciones bélicas.El enfrentamiento árabe-israelí de 1967 deparó al Gobierno de Tel Aviv una multiplicación por tres de su suelo. Siria perdió las provincias de Quneitra y Fiq, al suroeste del país. Por aquel entonces vivían en esos 2.000 kilómetros cuadrados de territorio sirio cerca de 100.000 habitantes entre drusos, circasianos y alauíes. La mayoría huyó hacia su país de origen. Sólo un puñado de los primeros, entre 7.000 y 10.000, se quedó bajo la autoridad militar de Israel.
Zona tampón
La nueva guerra que estalló en 1973 terminó por ampliar en 600 kilómetros cuadrados la ocupación israelí. Pocos meses más tarde, un acuerdo de separación de fuerzas, alcanzado con la mediación norteamericana, devolvió al control de Damasco la nueva adquisición, la hoy desierta ciudad de Quneitra y una franja adyacente. Se creó una zona tampón en la que se halla desplegada una fuerza de observación de la ONU, así como sendas áreas de fuerzas y equipamiento militar limitado a ambos lados de la línea de frente.En el sembrado de antenas y sistemas electrónicos de detección que dibujan el paisaje del Golán, la localidad de Majdal Shams aparece como un enclave de ficción. Sus moradores, ataviados con las tradicionales vestímentas drusas, viven y trabajan en un clima de normalidad que hoy envidiarían muchos pueblos de Cisjordania.
Los zaragüelles, amplios pantalones que los drusos heredaron de los mamelucos, marcan el cambio generacional en esta zona. Los jóvenes, en vaqueros, se han educado en hebreo y ven la Mideast Television, la cadena israelí de televisión para el sur de Líbano. Sólo un día al año, en el aniversario de la independencia siria, se rompe la calma y jóvenes y mayores suben a la colina de las voces para comunicarse, eco de por medio, con sus hermanos del otro lado de la frontera.
Puerta de entrada
Punto de entrada a Israel: Rosh Hanikra. El sello fronterizo no puede sino estar estampado en el pasaporte de uno de los soldados que integran las fuerzas de la ONU en el sur de Líbano (FINUL). Lo inusual radica en que la frontera israelo-libanesa nunca ha estado abierta. Líbano, como país árabe, no ha mantenido relaciones con el país vecino desde su creación. La guerra civil que se desató en 1975 dio pie, sin embargo, para que los israelíes se relacionaran, hasta el punto de llegar a invadir el territorio libanés en 1982.Su retirada tres años más tarde dejó abierta, en cualquier caso, la puerta de entrada al país de los cedros. El Tsahal (ejército israelí) deseaba asegurarse la imposibilidad de que Líbano se convirtiera de nuevo en base de los ataques antiisraelíes. Las garantías dadas por el Gobierno de Beirut de que tal misión sería confiada al Ejército libanés resultaron insuficientes ante la evidente incapacidad de éste, escindido entre dos lealtades, para tomar el control e imponer su autoridad a las milicias rivales.
Israel retiene desde entonces en Líbano una franja de entre cinco y 10 kilómetros de profun didad a lo largo de su frontera. Se trata de la llamada zona de seguridad, donde han quedado atrapados entre dos fuegos cerca de 150.000 libaneses, en su mayoría shiíes. Esta ocupación velada pretende prevenir los ataques palestinos y de los extremistas musulmanes. Para ello cuenta con la asistencia de una milicia aliada, el denominado Ejército de Líbano Sur. Entrenados y pagados por Israel desde su creación en 1978, los 2.500 hombres que integran esta formación paramilitar proceden en su mayoría de las antiguas brigadas cristianas del Ejército regular libanés, destinadas en la zona.
Tal despliegue de fuerzas y la presencia bastante frecuente de patrullas israelíes en la región no han desanimado a los fedayin (combatientes) palestinos, que, junto a otros grupos libaneses, han continuado atacando, con más bien poca fortuna, objetivos israelíes. Estas actividades, de las que han resultado víctimas algunos soldados del Tsahal, se han trasladado, sin embargo, de las fronteras internacionales, donde se encuentran los efectivos de las Naciones Unidas, a la nueva delimitación establecida por Tel Aviv, unos kilómetros más allá.
'Chachas', sotanas, fronteras
De esta manera, la en teoría infranqueable frontera líbano-israelí cuenta con un animado puesto de paso en Metula, en tanto que los libaneses de esta región se encuentran aislados de sus compatriotas por una línea de fuego. No es que haya israelíes que vayan de vacaciones al país vecino, pero llama la atención la afluencia hacia el sur de trabajadores, sobre todo asistentas.Cerca de 2.000 libaneses originarios de la zona de seguridad atraviesan cada mañana la línea divisoria para trabajar de forma estacional en la agricultura o la construcción. Esta mano de obra ha crecido sustancialmente desde el inicio de la intifada, viniendo a compensar en parte el absentismo de los palestinos.
De cuando en cuando la barrera se levanta y una pequeña furgoneta cruza la frontera; religiosos maroníes que siguen conservando algunos conventos e iglesias en suelo israelí obtienen salvoconductos para trasladar a sus fieles a la Tierra Santa. Estos vehículos, con un cedro en la matrícula, despiertan la curiosidad de los turistas avispados que los encuentran aparcados en San Juan de Acre o Jerusalén.
Los sábados, día sagrado para los judíos, algunas familias ísraelíes van de excursión a la frontera, donde hacen pic-nic bajo la mirada envidiosa de los cascos azules. Un descolorido letrero marca: "Beirut, 120 km - Jerusalén, 240 km". Sólo los chicos de la FINUL pueden hacer ese trayecto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.