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PROCESO DE CAMBIO EN NICARGUA

Una revolución reconvertida

El régimen sandinista busca un nuevo rumbo para adaptarse a los tiempos

Antonio Caño

Los habitantes del barrio de Juan Emilio Canales, de Managua, se vieron sorprendidos la pasada semana por la sentencia de una juez de la capital que había decidido devolver a su antiguo propietario una vivienda ocupada después de la revolución. Cuando se supo que la casa pertenecía a un guardia somocista, alguna gente del barrio protestó contra la decisión, y tuvo que intervenir el propio presidente de la República decidiendo que la vivienda no era ni para el propietario ni para los ocupantes, sino para el Estado.

En realidad, la juez Ruth Chamorro, protagonista del incidente, creía actuar en sintonía con los tiempos. Unos días antes había sido desalojada en el norte del país una cooperativa, que había llegado a criar 320 cabezas de ganado, para devolver las tierras a su antiguo propietario. Según los trabajadores, hay, al menos, otras tres cooperativas a punto de correr la misma suerte. En todos los casos, las autoridades aducen que los cooperativistas no han sabido explotar las tierras con el rendimiento suficiente.No son casos aislados. El presidente Daniel Ortega se reunió la semana pasada durante dos días con grandes, medianos y pequeños productores agrícolas con el fin de escuchar sus demandas. El procedimiento es en sí mismo sorprendente si se tiene en cuenta que algunos de los que acudieron al centro de convenciones Olof Palme de Managua para hablar con las autoridades sandinistas estaban hace algunos años en prisión por orden de esas mismas autoridades.

Ante esos propietarios, la mayoría de ellos de posiciones políticas muy alejadas del sandinismo, Ortega se comprometió a poner orden en su economía de una manera racional, sin más confiscaciones ni aspiraciones socialistas. Dio garantía de que la propiedad privada será respetada y advirtió a los trabajadores agrícolas que no podrán ocupar tierras ajenas simplemente porque éstas no estén cultivadas.

En las calles de Managua, las vallas publicitarias en las que se anuncian las casas de venta de dólares, permitidas desde hace tres meses, roban el espacio a la propaganda política. Discreta pero inequívocamente, el Gobierno abre paso a los inversores privados, los incita a la producción con promesas de índole económica y política. Ortega ha invitado incluso a los empresarios a que lo acompañen en su gira europea.

Pocas semanas antes de que Ortega se comprometiese en El Salvador ante sus homólogos centroamericanos a introducir reformas que permitiesen elecciones libres, el Gobierno había anunciado un plan de ajuste al gusto del mejor régimen de economía de mercado. El gasto estatal fue drásticamente reducido, a costa principalmente de los despidos masivos en las empresas estatales y en los ministerios. El primer resultado de ese plan es la caída de la inflación hasta un 20% mensual -más de 100 veces menos que el año anterior-, pero expertos económicos no creen que esta mejora se pueda confirmar si no se produce un pacto del Gobierno con los empresarios.

Esta política se ve salpicada por proclamas revolucionarias que crean confusión entre los productores y alientan a los sandinistas más radicales. Esta misma semana, el vicepresidente Sergio Ramírez advirtió en un discurso que las elecciones convocadas para el año próximo son para "consolidar el poder revolucionario".

Los dirigentes sandinistas son conscientes de que un buen sector de sus bases -las que tienen que intentar ganar las elecciones del 25 de febrero- se siente decepcionado por el rumbo que toma el país. Ortega tuvo que contemplar hace unos días en León cómo un significativo número de personas levantó su brazo cuando el presidente preguntó desde la tribuna si alguien desaprobaba la decisión del Gobierno de liberar a los antiguos guardias somocistas.

Desilusión

No sólo son las bases. Algunos dirigentes del nivel medio están pensando en volver a sus asuntos privados, a sus estudios abandonados o viajar al extranjero, sin ocultar su desilusión por el abandono de hecho de muchos de los propósitos iniciales de la revolución. "Por esta revolución pusimos antes la vida, ahora ponemos el culo", comenta un funcionario.

Los propios comandantes fueron el miércoles pasado incapaces de entusiasmar a unas 2.000 personas que se habían reunido en un acto gris de inicio delas celebraciones del 102 aniversario de la revolución, el próximo día 19 de julio.

La oposición percibe todo esto como síntomas de debilidad, y lanza su asalto al poder con más rabia que nunca. El grupo de los catorce, que reúne a las principales fuerzas antisandinístas, ha denunciado que las reformas aprobadas en la semana pasada por la Asamblea Nacional presagian un fraude electoral y ha amenazado con boicotear los comicios.

Observadores independientes consideran que esta declaración tiene mucho de propaganda preelectoral, y se inclinan a creer que las reformas aprobadas por el Parlamento constituyen el mínimo suficiente para garantizar un proceso democrático. Ni una sola enmienda presentada por los partidos opositores ha sido recogida, pero la nueva ley electoral incluye la distribución pluripartidista del tiempo de la propaganda en televisión y otros aspectos, como el voto de los residentes en el extranjero.

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