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Bernard-Henri Lévy rebate la "Iectura romántica" que se ha hecho a Baudelaire

Bernard-Henri Lévy reconoce hoy, transcurridos casi 20 años desde su efervescente espejismo, que aquel invento, en gran parte suyo, de la Nueva Filosofía, no es más que "una vieja historia. Una vieja historia sobre la que no sabe decir gran cosa porque ni tan sólo sabe qué fue exactamente. Con todo, no rechaza la filosofía tout court, y, a pesar de sus personales incursiones en el terreno de la literatura, asegura que muy pronto volverá a filosofar. Bernard-Henri Levy pretende en su novela Los últimos días de Charles Baudelaire, que acaba de aparecer en versión castellana y catalana, rebatir la lectura romántica errónea" que se ha hecho del poeta.Lévy ha utilizado la narrativa para comprobar la "utilidad" descriptiva de la novela. En todo caso, explica, éste es el objeto básico de Los últimos días de Charles Baudelaire (Ediciones B). "Se nos ha dado un retrato romántico de Baudelaire y yo, por el contrario, considero que su obra y su personalidad son todo lo que no fue precisamente el siglo XIX, que son el revés de los estigmas dieciochescos".

Y para rebatir esta muy expandida "lectura romántica errónea" del poeta, Bernard Henri Lévy utiliza un lenguaje novelesco, "estético", que le permite "describir las sensaciones vitales del protagonista y establecer una imagen, hecha de colores, ruidos y olores, de los que la novela misma se nutre dando, a un mismo tiempo un nuevo modelo de Baudelaire que es posible y plausible".

Lévy se enfrenta a los últimos 33 días del poeta y narra un proceso de destrucción que, a su modo de ver, es aplicable a cualquier ser humano y, más aun, a los escritores: "Es, de hecho, una apuesta sobre el artificio, una historia de pasión de la inteligencia, una apología de la luz, desconfianza instintiva frente a la religión del progreso y, en definitiva, un ejemplo histórico de pesimismo".

A un Baudelaire enfermo, con pérdida del habla causada por un desorden cerebral, "en un hombre de verbo fantástico", Lévy enfrenta otro escritor, doble de sí mismo, que se interroga sobre sus propias cualidades de creador, que intuye y prepara un último proyecto, sin duda definitivo, aunque irrealizable, que se interroga sobre su obra pasada y sobre sus sueños, y sobre qué y de qué modo quedará en la tierra una vez desaparecido para siempre". Lévy no tiene dudas al respecto: "La- proximidad de la muerte plantea estas cuestiones esenciales a cualquiera". De manera que, "al tiempo que es esencialmente baudelairiano", Lévy considera que su libro es susceptible 'de interesar a los lectores que se preocupen por conocer qué pasa en la cabeza de un escritor agónico, cómo imagina lo que no ha sido capaz de escribir, los misterios de la gloria y la evidencia del malentendido".

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