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Entrevista:EN BUSCA DE UN MODELO PARA EUROPA

La izquierda recobrada

"No se puede gobernar pensando que el capitalismo salvaje es la única vía, de realización individual"

EDUARDO SAN MARTIN, ENVIADO ESPECIAL, Trabaja por la reconstrucción de su partido desde un modesto despacho a escasos centenares de metros del enorme agujero de cenizas en que quedó convertido el Chiado lisboeta el verano pasado. Jorge Sampaio, de 49 años, dos hijos, es secretario general del Partido Socialista (PS) portugués desde el pasado mes de enero. Un partido que fue motor destacado de la recuperación democrática, pero que, después de dos importantes descalabros electorales, en 1985 y 1987, apenas ocupa ahora una cuarta parte de los escaños de la Asamblea de la República. "Pagamos el precio de la política de ajuste realizada en aquellos años. A pesar de que gobenábamos en coalición con el Partido Social Demócrata (PSD), fuimos nosotros quienes pagamos en mayor medida la factura político-social".

De forma que Sampaio, que siempre ha representado en su partido la alternativa de izquierda al centrismo soarista, piensa que la recuperación del PSP pasa por- la denuncia del llamado bloque, central, la política de colaboración de los socialistas con los socialdemócratas (1983-1985), cuyo principal impulsor, fue el hoy presidente de la República, Mario Soares. "El bloque central fue una experiencia justificable ensu momento, no ahora. Lo que ahora se necesita es una alternativa al bloque conservador, y esa alternativa pasa por la capacidad de crecimiento, afirmación y congregación del PS".

Para Sampaio, la situación no es hoy la misma que cuando, tras la ruptura de la coalición PSDPS, el electorado portugués entregó, en 1987, una mayoría parlamentaria absoluta a quien entonces simbolizaba los deseos de estabilidad de los portugueses, el primer ministro Aníbal Cavaco Silva. "Se han producido desde entonces una serie de frustraciones y ansiedades. El Gobierno es totalmente insensible a una justicia social mínima, vive en un nivel de autosatisfacción. incomprensible y carece de una estrategia general y nacional adecuada".

"Por otra parte, empiezan a aparecer elementos de falta de transparencia democrática, de recelos a manifestar una opinión. Y eso que se trataba de un Gobierno que contaba con unas condiciones únicas: mayoría parlamentaria absoluta y un aumento de la productividad importante en 1987-1988 como resultado de los sacrificios aceptados por los trabajadores para detener la inflación".

Pregunta. Pero ¿cómo se puede hacer la recuperación del PS con una política netamente de izquierda si el electorado sigue siendo mayoritariamente de centro?

Respuesta. Yo no digo eso. Lo que digo es que es necesario hacer una política coherente, una política que explique lo que fue nuestra evolución y lo que es nuestra posición actual: no somos un partido estatalista. Concedemos al Estado un papel importante como regulador de la economía en un sistema de bienestar social, como garante de unos derechos básicos y como in centivador de tareas ¡friprescin dibles, dadas las condiciones portuguesas, en temas tales como salud, educación... Pero estamos por la economía mixta, defendemos la iniciativa privada. Por lo demás, nos sentimos muy orgullosos de mantener una política de izquierda, aunque sólo sea porque las políticas de dere cha no han resuelto los proble mas. Pero el PS es un partido moderno que mantiene una pla taforma de progreso y que habla a la izquierda, pero que, como le impone su coherencia, tiene ne cesariamente que hablar a la clase medía y convencerla de que es indispensable su participación para la modernización de la so ciedad.

"Conjunto de' intereses"

P. Ésa que describe es una política, claramente socialdemócrata ¿Cuál es entonces la divisoria entre el PS y un PSD que utiliza casi el mismo discurso?

R. El PSD portugués no tiene nada de socialdemócrata. Es simplemente un conjunto de intereses cuya aparición ya se percibía en la última fase del régimen anterior.

P. Parece que hay una determinada política económica, una política de ajuste, de reformas estructurales, que es necesario realizar con independencia del color político del Gobierno de turno. Serían los casos del Reino Unido, de España, de Portugal con Cavaco...

R. En lo que Cavaco ha hecho no veo ninguna reforma estructural. Y ése ..es realmente su gran problema...

P. Tomemos entonces los casos de España y el Reino Unido. ¿No existe el peligro de que el pragmatismo económico esté imponiendo una cierta desideologización de los partidos?

.R. Creo que hay que ser pragmático, pero también digo que no hay ningún pragmatismo que pueda resistir la ausencia de una estrategia que dé a ese pragmatismo un sentido. En el caso de Portugal, fijémonos, por ejemplo, en el caso de las privatizaciones. Así como pensamos que se justificaban algunas nacionalizaciones en 1975, ahora creemos que están justificadas ciertas privatizaciones. Pero ese proceso de privatizaciones debe ser transparente, y los beneficios que se obtengan de ellas se tienen que aplicar a las entidades públicas, a la recuperación del sector público. Las privatizaciones deben insertarse en una estrategia de recuperación del sector público. Y eso está por hacer. Se ha producido también una reforma fiscal que nadie comprende y que penaliza a las clases medias. Fue la primera y única reforma, digamos estructural, que se hizo y se llevó a cabo de una forma que dejó descontento a todo el mundo. El pragmatismo es necesario en este país, pero tenemos que saber para qué. ¿Podemos hacerlo con insensibilidad social, con falta, de diálogo y de concertación social? Yo creo que no. ,

P. Usted hablaba hace poco del problema de la apatía y el conformismo de la juventud en Portugal. Se trata, sin embargo, de algo extendido por todas las sociedades democráticas europeas. Como lo es la defensa de una cierta filosofía del bienestar y la sustitución de algunos valores tradicionales de la izquierda por el valor supremo del dinero.

R. Se trata de un problema decisivo para los partidos de izquierda y de las sociedades europeas. Tiene que ver con la perspectiva cultural que los partidos y los Gobiernos dan a su actuación y también con la capacidad de transformar lentamente lo cotidiano. Únicamente tiene sentido una política de construcción europea si se da salida a las aspiraciones del hombre actual. Y eso tiene que ver con la economía, pero también con el medio ambiente, con la educación... En la juventud de hoy hay una preocupación por el éxito individual Yo creo que una parte de esa preocupación es legítima porque es indispensable para la creatividad en las sociedades modernas Pero existe una ausencia de preocupaciones de naturaleza social y colectiva que los partidos tendrían que protagonizar. No me parece mal que haya aspiraciones de éxito, pero la sociedad no se puede gobernar basándose en el principio de que el capitalismo salvaje es la única vía para la realización individual.

P. Se habla hoy de la necesidad de nuevos actores sociales, de que los partidos tradicionales no atraen la atención de crecientes capas sociales que se colocan al margen del sistema institucional.

R. Los partidos deben asumir nuevas funciones. Ya no les basta su papel clásico de agentes de construcción de la democracia política; tienen que transformarse en garantes de la profundización de una democracia económica y social. Y deben preocuparse no de ser ellos las únicas entidades, sino de aprender a acercarse a la sociedad civil de una forma diferente, en contacto con esos nuevos actores y detendiendo la necesidad de su mediación política. Si los partidos limitan su actividad al disfrute del poder en sentido clásico, reducirían cada vez más la participación democrática de los ciudadanos. No quiero ser literario, pero me preocupa que los partidos se encierren en sí mismos y de pronto se encuentren con una realidad social más diversificada, en la que no bastan las opciones de los partidos tradicionales para resolver los problemas. Hoy las causas son más complejas, y ésa es la articulación social que hay que llevar a cabo. Entre tanto, estamos en una situación relativamente precaria.

Papel de los sindicatos

P. ¿Y cuál sería el papel de los sindicatos en esa articulación?

R. Creo que, en Portugal, los sindicatos tienen un papel decisivo. No sé cuál será su papel dentro de 10 o 20 años, pero nosotros nos encontramos aún en una fase muy seria, caracterizada por una cierta desmoviaación y por la existencia de unas condiciones económicas y laborales que no son las de otros países euro peos. Ahora bien, los sindicatos tienen que comenzar a pensar también en su participación en otros temas; asumir, pienso yo, el gran problema de la modernización económica de Portugal. Son interlocutores indispensables de las organizaciones patronales para conseguir un pacto social de modernización, pero al tiempo deben preocuparse de problemas como la calidad de vida, la formación permanente.

Se trata, pues, de dos papeles simultáneos: defensores de las condiciones sociales mínimas de las víctimas de la modernización y, al mismo tiempo, agentes de la estructuración social de esa modernización. No concibo una política de izquierda sin diálogo social. Y, aunque es necesaria la autonomía de partidos y de sindicatos, eso no quiere decir que no sean precisas relaciones más profundas entre ambos. -

P. Después de la posguerra y de la explosión de los años sesenta, los modelos liberal-conservadores tomaron la iniciativa en los años setenta y ochenta, de forma que o han gobernado directamente, o han influido poderosamente en los Gobiernos de izquierda. ¿Cuánto tiempo puede durar todavía ese ciclo?

R. Creo que estamos en la vertiente descendente de esa iniciativa. No me parece que los modelos conservadores tengan hoy el éxito cultural y político que tuvieron en los setenta y principio de los ochenta. Pensamos que sistemas que combinen política de oferta y política de demanda es algo que debe ser asumido por la izquierda, porque en eso consiste el espacio social europeo y la construcción de Europa. Ahora bien, no podemos rendirnos sin más después de tantos fallos, de tanto desempleo, de tanta insensibilidad social. No podemos quedamos quietos y pensar que hoy no hay un camino para compatibilizar algunas políticas nuevas con una forma también nueva de afirmación de la solidaridad social a escala europea.

P. Pero ¿cómo se puede ganar la batalla del espacio social europeo cuando el espacio social pierde terreno en el interior de los países de la Comunidad?

R. Sólo es posible a través de una gran esfuerzo de solidaridad entre las personas con esa preocupación. Tenemos que defender minuto a minuto, tanto en la perspectiva europea más amplia como en la propia perspectiva nacional, la necesidad de esa vertiente social. Si abandonamos esa necesidad de reivindicación permanente, que tiene que ver con el desarrollo, pero que también con el hecho de que una comunidad no se puede construir de forma neutra en términos de valores, no acabaremos bien. Entre los partidos socialistas existe un déficit muy serio en lo que se refiere a aportación ideológica en estas cuestiones. Una aportación ideológica en un sentido moderno. La construcción del espacio social europeo debe ser una gran oportunidad. Pero me da la impresión de que hay poco diálogo, por encima de las fronteras, entre partidos, entre sindicatos.

La construcción europea

P. ¿Sacrificaría la soberanía nacional por un proyecto de unidad europea?

R. No se puede plantear esa dicotomía. Hay que compatibilizar las soberanías nacionales con el proyecto de construcción política de Europa. Lo que va a existir es la interrelación de varios tipos de soberanía. La mutaclón de la propia unicidad del concepto de soberanía clásica dará lugar a la constitución de distintas formas de soberanía. La defensa de una soberanía política europea no es inconsecuente con el mantenimiento de grandes áreas de soberanía nacional. Hay que compatibilizar las soberanias nacionales con la construcción europea con normas flexibles, que no pueden ser precipitadas, a través de un proceso gradualista de refuerzo de los órganos internos de la Comunidad. Pero siempre habrá una especificidad que tiene que ver con las soberanías internas y que dificilmente se podrá traspasar.

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