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Esperando sentencia

Un pueblo de Granada, atemorizado ante cuatro supuestos homicidas

ALEJANDRO V. GARCÍA, El regreso a Montejícar (Granada) de cuatro jóvenes procesados por la muerte a golpes y navajazos del propietario de una discoteca del pueblo ha sumido en el miedo y la desconfianza a sus poco más de 3.000 habitantes. Los hermanos Antonio y Cristóbal Castarnado, de 26 y 28 años de edad, su primo Antonio Utrilla, de 2 1, y un amigo Daniel Núñez, de 25, abandonaron la prisión preventiva a mediados de febrero tras permanecer en ella dos años, el límite legal para conceder la libertad condicional si no se ha celebrado el juicio.

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El fiscal les acusa de un delito de homicidio y otro en grado de frustración y pide 26 años de reclusión para cada uno.Luis Redondo Fernández, dueño de la discoteca Cuco, falleció cerca de la media noche del 27de febrero de 1987. Pese a los múltiples navajazos recibidos, intentó llegar hasta su vivienda en el piso superior del establecimiento, en busca de su escopeta Murió allí mismo.

Según el fiscal, los cuatro acusados, armados con navajas y porras, le golpearon tras hablar con él en un aparte. Manuel Guindo, yerno de Luis Redondo recibió tres navajazos de los que se recuperó tras varios meses de hospitalización.

Mas que nada precaución

"Hay cierto temor, más que nada por precaución. Son provocativos. En el momento en que entran a un bar se salen todos los clientes", dice el alcalde del pueblo, el socialista Francisco Santiago.

La tarde del pasado miércoles, Montejícar tenía un aspecto tranquilo. Los niños regresaban despreocupados de la escuela y un vehículo provisto de altavoces invitaba a los vecinos a donar sangre. "Yo culpo a la Justicia más que a ellos", confiesa el alcalde. Desde que regresaron al pueblo, el ayuntamiento se ha entrevistado en varias ocasiones con el presidente de la Audiencia Provincial de Granada, han enviado comunicados al ministro de Justicia y se han reunido con el gobernador.

Los hermanos Castarnado, tras ser liberados, viajaron a Ibiza, pero regresaron hace días. En 1987, semanas antes de la muerte de Luis Redondo, el ayuntamiento advirtió al gobierno civil "de lo que veíamos venir". Ya unos años antes, una mañana de invierno, apareció entre la nie e amontonada en las calles el cadáver de otro hombre, Juan Orihuela. "Hubo detenciones, pero dejaron a todos en libertad por falta de pruebas". El propietario de la casa junto a la que apareció el cadáver, el único testigo probable, abandonó el pueblo y vive en Tarragona.

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