La batalla del aborto en Estados Unidos retoma la calle
Una herencia de Reagan que moviliza más manifestantes que la guerra de Vietnam
No hay reacción que mil años dure. El temor a que el Tribunal Supremo deslegalice el aborto, una posibilidad real, ha podido más que ocho años de contrarevolución social y la consiguiente desmovilización cívica producidas bajo Reagan. El domingo pasado, más de 300.000 mujeres sobre todo, pero también hombres, protagonizaron en defensa de los derechos de las primeras a disponer de su propio cuerpo como les venga en gana, la mayor manifestación de la historia de la capital federal.
"Y para no volver", gritaban las mujeres, "a los negros días de los abortos clandestinos en los callejones". Fue lo nunca visto, y un reflejo de que este país, aunque a veces desde Europa parezca lo contrario, está muy vivo, y de que la oleada de conservadurismo y de hiperindividualismo desatada en 1980 con la elección de Reagan no ha sepultado la disidencia. En los tiempos que corren, sacar casi medio millón de personas a la calle en EE UU es ya histórico, e imposible sin la profunda articulación del tejido social que conserva este país.Y había que retomar la calle justo ahora. El próximo día 26, el supremo debatirá en vista oral la constitucionalidad de una ley, de 1986, del Estado de Missouri que limita el uso de fondos y edificios públicos para realizar y aconsejar abortos y obstaculiza la práctica del aborto después de la 201 semana de embarazo. Esta puede ser la vía práctica para constreñir o dar marcha atrás en el derecho a abortar, constitucional por una sentencia del supremo de 1973.
Los sondeos de opinión no dan una mayoría ciudadana para los antiabortistas, que pretenden que ésta sea una cuestión regulada por cada Estado y no un derecho constitucional. Ni siquiera con Reagan en la Casa Blanca fue posible la ilegalización del aborto. Pero la presión de los movimientos pro vida -plantaron 4.400 cruces (número de abortos diarios en EE UU) en un cementerio de inocentes frente al Congreso el domingo-, la composición del supremo y el respaldo activo del presidente no la convierten en una opción imposible.
La manifestación del domingo ni siquiera fue superada por la ya mítica marcha de los derechos civiles de 1913; en la que Martin Luther King lanzó su famoso curso "I have a dream". Ni por las grandiosas manifestaciones antiVietnam de 1971. Estaban, llegadas en autobuses, trenes y aviones desde las cuatro esquinas del país, las abuelas, las hippies, ya entradas en años, de los sesenta, sus hijas, que sólo conocen la guerra de Vietnam por los libros, y los hijos de éstas, con carteles de "yo soy producto de una elección libre".
Jane Fonda, Hanoi Jane para la mayoritaria derecha norteamericana, aguantaba la pancarta que abrió la marcha, junto con su hija Vanessa.
"Es la primera vez que nos manifestamos juntas. No sé cuanto tiempo ha pasado, pero hace mucho que no participo en una manifestación". Y la actriz Marlo Thomas afirmaba orgullosa después de la marcha del domingo: "A esos pontificadores que relegaban nuestro movimiento al basurero del posfeminismo, les digo: tragaos esto. La generación feminista que apoya el derecho de la mujer a escoger un aborto se ha reproducido".
Tres generaciones
La foto de la cabeza de la manifestación era la instantánea de familia del movimiento feminista norteamericano, que en los últimos tiempos parecía una copia desvaída de sí mismo. Allí estaban -de blanco, púrpura- y oro-, en recuerdo de que su lucha es igual a la de las sufragistas de principios de siglo que utilizaban estos colores en sus marchas, todas las papisas del feminismo.
Betty Friedan, con su hija Emily y su nieto de tres meses. Gloria Steinem, Molly Yard, la presidenta de la National Organization for Women (NOW), las actrices Jane Fonda, Glen Close y Cybill Sheperd. Y Eleanor Smeal, la presidenta de la Mayoaría Feminista, que afirmaba: "Hemos llegado con nuestra lucha a la América media". Y para darle un toque retro de nostalgia perdida de los años sesenta, el trío de cantantes Peter, Paul and Mary.
La actitud de George Bush, el segundo presidente consecutivo que se pronuncia abiertamente contra el derecho al aborto que ya ha ordenado al Ministerio de Justicia que haga lo posible por lograr su ilegalización, y el inestable equilibrio de un Tribunal Supremo en el que dos de sus miembros pueden, si votan en contra, deslegalizar la legislación que permite el aborto, explican el éxito de la manifestación multitudinaria.
Las manifestantes, clamando porque se mantenga el aborto "seguro y legal", ejercían en la calle una presión -sin precedentes historicos- sobre los nueve miembros vitalicios del más alto tribunal de EE UU.
Un supremo que, en 1973, en la decisión "Roe contra Wade" (Jane Roe participó en la marcha del domingo), declaró constitucional el derecho al aborto. En los últimos años Reagan, en un intento de imponer por la vía de la interpretación judicial su agenda moral reaccionaria y de que el reaganismo le sobreviviera políticamente, fue trufándo el Tribunal Supremo de jueces muy conservadores.
La marcha del domingo, desde el monumento de Washington en el Mall hasta la colina del Capitolio -"espero que los congresistas, que son humanos y animales políticos entiendan lo que esto significa", dijo Jane Fonda-, tenía específicamente en su punto de mira a una persona.
Prisioneros de la derecha
Sandra Day O'Connor, la primera mujer magistrada del supremo de EEUU, que se ha manifestado muy crítica del derecho al aborto y a menudo ha votado para mantener leyes estatales restrictivas del mismo. Aunque no se sabe si se pronunciará por dar marcha a atrás a "Roe contra Wade".
Otro voto dudoso es el del juez Anthony Kennedy, otro designado por Reagan. Estos dos magistrados, unidos al presidente del tribunal, William Rehnquist y a los jueces Antonin Scalia y Byron White, podrían integrar una eventual mayoría antiaborto. Pero el voto crucial sigue siendo el de Sandra O'Connor. "Espero que entienda el inensaje", dijo en la manifestación el congresista demócrata Thomas Downey, que acudió con su mujer y sus dos hijos.
La dirigente feminista Gloria Steinem explicó la manifestación como una pregunta al supremo: "¿Piensa el tribunal afirmar que somos ciudadanas de pleno derecho o es prisionero de la extrema derecha?". La congresista demócrata Patricia Schroeder les dijo a Las manifestantes que "en los años ochenta Reagan fue elegido y afirmó que había que arrojar las pancartas y vestirse monas para el éxito.
Bien, mucha gente abandonó las pancartas y perdió sus derechos". El domingo volvieron a enarbolar en la calle las viejas banderas.
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