Juicios sobre Sócrates
En EL PAÍS del 10 de abril, Agustín García Calvo critica fúriosamente el libro de L. F. Stone El juicio de Sócrates, que ha hojeado "en las pilas de novedades de algún drugstore". Personalmente, me alegro de que libros importantes puedan ser hojeados en un drugstore, pero mi propósito en esta carta no es replicar a sarcasmos entretenidos, sino explicar brevemente el porqué de mi artículo en El Independiente del 24 de febrero, "aprobando su ingenio y probidad histórica", para citar las palabras del comentarista.Agustín García Calvo hace hincapié en el hecho de que conocemos a Sócrates solamente a través de las palabras atribuidas a él por Platón y por Jenofonte. Puedo asegurar al lector que, en su libro, Stone trata en detalle esa falta de escritos por parte de Sócrates mismo. Si no, su libro nunca hubiera sido comentado con seriedad y respeto por varios eruditos de la literatura griega en universidades de Inglaterra y Estados Unidos.
Si comprendo las frases larguisimas de García Calvo, llenas de subjuntivos y de burlas mordaces, la verdadera voz de Sócrates encanta a los muchachos y no es comprendida por "viejos, o adultos" como yo y, en este caso también, Fernando Savater. Con 68 años, y cordura, hasta el punto que sepa, soy indudablemente adulto y alegremente viejo. El propósito de mi artículo, y del libro de Stone, no fue añadir un comentario más sobre la filosofia global de Sócrates, sino tratar de comprender su juicio dentro de su contexto histórico, como un caso paradigmático de persecución de la libertad de expresión; cosa que involucra estados, y opiniones públicas, a pesar del desprecio libre y sin leer el texto por parte del muy respetable crítico García Calvo- Gabriel Jackson.
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