Una partitura especial
Aunque el programa dirigido a la Orquesta Nacional por Cristóbal Halffter estaba previsto antes de la espantada, espantamiento, o las dos cosas a la vez de Jesús López Cobos, sirve para orientamos sobre lo que será su trabajo futuro como principal director invitado de nuestra primera orquesta: atención a lo español de nuestro siglo y, para hacerla viable y normal, inclusión de títulos de repertorio.Avancemos que tanto en la obertura de Del Campo como en su Concierto para violonchelo y Los cuadros de una exposición, el éxito de Halffter como director y compositor fue grande y justificado. Los profesores de la Nacional tocaron con calidad y entrega superiores a las que les despiertan algunos directores circunstanciales.
Orquesta Nacional de España
Solista: Einrich Schiff. Director: Cristóbal Halffter. Obras de Del Campo, Halffter y Moussorgsky-Ravel. Auditorio Nacional. Madrid, 31 de abril.
Superior atractivo
Sucede que la personalidad de Cristóbal Halffter como compositor es de tan gran importancia y de superior atractivo que en sus obras paran todos la atención, incluso los muchos que aplauden sus versiones. El Segundo concierto para violonchelo, escrito a instancias de Rostropovich y por él estrenado en Alemania, Francia y Granada el año 1986, es una partitura tensa, hermosa, patética hasta la desolación, lírica hasta un escalón anterior al más mínimo exceso.El violonchelista Einrich Schiff (Gmunden, Austria, 1952) hizo una versión interiorizada y expectante de la dificil parte solista. La misma calidad del sonido de Schiff contribuye a crear el clima de una música especial, enriquecida en sus diversas perspectivas por una orquesta manejada por el compositor con seguro instinto. El estreno madrileño del concierto constituyó así un claro éxito para el autor, el solista y la orquesta.
Para comenzar el programa, Halffter rindió homenaje al que fuera su maestro, Conrado del Campo, a través de una obra menor y siempre grata: la Obertura madrileña. En forma secuencial, don Conrado ilustra sinfónicamente el casticismo de Mesonero en su Romance de Lavapiés, sin rozar siquiera el fácil pintoresquismo pero, en el fondo, fiel a la musa de Barbieri.
En fin, los Cuadros de una exposición de Moussorgsky en la magistral traslación orquestal de Maurice Ravel. Halffter los expuso sin afán divista; todo lo contrario, desde una actitud exigente de servicio a los valores meramente musicales.
Babelia
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