La muerte de un trompeta
Lamento que un periódico preocupado por el mundo cultural como EL PAÍS apenas haya prestado atención (una breve reseña en necrológicas) a la muerte de uno de los más importantes músicos de jazz de toda su historia: Roy Eldridge.Parece que el jazz, la música afroamericana, sigue siendo la hermana menor. Uno se pregunta por qué en el caso de que el muerto sea un músico clásico e incluso un blanco que haga música negra (Zoot Sims mereció un importante artículo, lo mismo que Benny Goodman), la repercusión en los medios de comunicación es mayor.
En el caso de Goodman se podría alegar que su popularidad era superior.a la de Eldridge, pero, como es sabido, la popularidad no es sinónimo de importancia.
Para un improvisador negro nunca ha sido fácil el reconocimiento. Espero que al menos esta carta sirva de homenaje, ya que EL PAÍS no lo ha hecho, a un músico como la copa de un pino; un hombre del que podría decirse, sin miedo a equivocarse, que, si no hubiera vivido, la trompeta de jazz -ni Dizzy Gillespie, ni Miles Davis- no sonaría como hoy lo hace. Roy Eldridge hace tiempo que entró en la inmortalidad.- Jaime Gangoiti.
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