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Bush estudia utilizar al Ejército contra el crimen

Francisco G. Basterra

El presidente norteamericano, George Bush, está considerando la posibilidad de utilizar al Ejército o la Guardia Nacional para cortar la escalada de violencia en la capital federal, Washington DC, convertida en la ciudad más peligrosa de Estados Unidos. El presidente sólo adoptaría esta medida de emergencia, como última instancia, si la policía local no logra atajar la oleada de homicidios (114 solamente en lo que va de año) relacionados directamente con la venta callejera de droga en la capital norteamericana, símbolo del país más poderoso y más libre de la Tierra.

Un juez del Distrito de Columbia suspendió ayer temporalmente, horas antes de su entrada en vigor, el toque de queda (desde las once de la noche a las seis de la mañana) para los jóvenes menores de 18 años decretado por el Ayuntamiento. "Me produce escalofríos y dudas constitucionales", dijo el magistrado Charles Richey, al congelar la última medida ideada por la ciudad para disminuir la muerte de jóvenes cogidos en el fuego cruzado de traficantes rivales. El alcalde, Marion Barry, manifestó su "disgusto" por la decisión judicial y anunció que presentará un toque de queda con algunas excepciones, que será aceptable por los tribunales.Las cosas se han puesto tan mal en esta ciudad (625.000 habitantes y un 70% de la población de color) que los políticos hablan de tropas en la calle y toque de queda como si se tratara de una de esas repúblicas bananeras, a las que con tanto desprecio se considera desde esta supuesta atalaya refinada del primer mundo supercivilizado.

Anoche, el portavoz presidencial, Marlin Fitzwater, declaró sin embargo que la utilización de las tropas era "la opción más improbable" y que no figuraba en la lista de recomendaciones"

Ciudad con dos caras

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Washington es una ciudad con dos caras. Los monumento imperiales, la Casa Blanca, los museos para los turistas y los barrios ricos donde se parapeta la minoría blanca. Y, al otro lado de la frontera, el gueto negro, con 90 mercadillos callejeros de droga. Las probabilidades de que un blanco sea asesinado en Washington son de una en 7.000, mientras que para un negro son de una en 400.

"No podemos permitir gente asesinada y, sangre corriendo por las calles como si Washington fuera una capital del Tercer Mundo gobernada por un déspota", acaba de afirmar el senador Warren Rudman, que ha pedido que la "inepta" policía local sea colocada bajo control federal.

"El Gobierno del Distrito de Columbia [Washington no es un Estado y sólo alcanzó el autogobierno en 1973; antes estaba dirigida por el Congreso y no votaba al alcalde] es incapaz y no sabe lo que esta haciendo", añadió Warren Rudman.

El presidente, preocupado por la mala imagen de la capital -que refleja la impotencia de este país en la lucha antidroga convertida en una de las principales cruzadas de su mandato- ha dado autorización para hacer de Washington un -laboratorio de la batalla contra el crimen y el narotráfico. El zar de la lucha antinarcóticos, el polémico William Benett, un ideólogo conservador que fue ministro de Educación con Ronald Reagan, quiere aplicar a la ciudad un tratamiento de choque.

Ha decretado una situación de crisis declarando a la capital federal la primera ciudad del país de "alta intensidad" de tráfico de estupefacientes. "No tenemos que irnos a 500 kilómetros a luchar con aviones contra las drogas, patrullando las fronteras cuando tenemos el problema delante de nuestras narices", afirma Bennett. Este agresivo político, que coordina con plenos poderes las diferentes agencias de la Administración en la batalla antinarcóticos, está dispuesto a emplear recursos federales para limpiar la ciudad más representativa de EE.UU.

45.000 detenidos en dos

Quiere más fiscales para procesar a más traficantes y más jueces. Unas 45.000 personas relacionadas con el mercadeo de droga han sido detenidas en los dos últimos años en Washington. Pero el índice de homicidios se ha disparado (60 por 100.000 residentes, comparado con el 25 por 100.000 en Nueva York) y sólo una minoría acaba en las cárceles locales, en las que ya no caben más reclusos. "Les detenemos pero no van a prisión, no tienen miedo a la cárcel", dice el jefe de la policía, Maurice Turner.

Bennet habla de convertir provisionalmente en prisiones, instalaciones militares abandonadas. Promete dinero federal para aumentar la fuerza local de 4.000 policías, y asignar al Distrito de Columbia más agentes del FBI y de la agencia antinarcóticos (DEA). "Afrontamos una situación crítica que exige acción". Washington ha superado a Detroit como la capital del crimen norteamericana.

La batalla que la Casa Blanca y el Congreso quieren dar para instaurar la ley y el orden en la capital federal, choca con el polémico alcalde, Marion Barry, sometido a una investigación judicial por presunto consumo de cocaína. La percepción existente de que es un usuario de coca "nos complica las casas", ha declarado Bennett en televisión el zar de la lucha antidroga. Y el ministro de Justicia repite que Barry, cuya amante fue condenada por tráfico de drogas y que recientemente abortó una operación antidroga porque él mismo estaba en la habitación de un camello, en un hotel local, está siendo inivestigado.

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