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100.000 manifestantes húngaros piden que se desmantele el socialismo

HERMANN TERTSCH ENVIADO ESPECIAL, La mayor manifestación legal independiente de la posguerra recorrió ayer Budapest para exigir "elecciones libres, libertad total de expresión y retirada de las tropas soviéticas". En perfecto orden y con absoluta libertad de movimiento, los húngaros acudieron masivamente a la convocatoria de la oposición democrática para reivindicar el total desmantelamiento del régimen socialista y la instauración de un sistema democrático y pluralista de tipo occidental en una Hungría neutral.

Más de 100.000 personas marcharon durante cinco horas para celebrar la reinstaurada fiesta nacional del 15 de marzo por primera vez desde que fue abolida al acceder los comunistas al poder en 1948.Habían sido convocadas por 30 organizaciones de la oposición, encabezadas por el Foro Democrático, que, tras el éxito de ayer, se presenta como la principal alternativa al Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH, comunista).

El partido comunista organizó un solemne acto ante el Museo Nacional, donde en el año 1848 comenzó la insurrección contra la censura impuesta en la monarquía de Viena.

El discurso principal lo pronunció en esta ocasión Reszö Nyers, ministro de Estado y miembro del buró político, quien calificó la soberanía popular y un Parlamento representativo como condiciones básicas para el desarrollo de la nación.

Nyers dijo que la política de Hungría la dictó la Unión Soviética desde 1948 a 1956, y "después del año 1958, cuando Leonid Breznev impuso una política antirreformista y bloqueó el proceso hacia la independencia nacional". La frase fue recibida con ovaciones por las aproximadamente 30.000 personas que logró movilizar el partido.

El Foro Democrático presentó ayer un catálogo reivindicativo de 12 puntos. Entre ellos se encuentran la celebración de elecciones libres, la implantación de la libertad de reunión, el sistema multipartidista, la neutralidad, la retirada de las tropas soviéticas, la abolición del monopolio del Estado en los medios de comunicación, la disolución de la milicia obrera (los grupos armados del partido), el derecho a la huelga de los trabajadores, la protección a húngaros y rumanos huidos de¡ régimen dictatorial y personalista de Nicolae Ceaucescu y la implantación de una fiesta nacional el 23 de octubre, día del levantamiento de 1956, reprimido a sangre y fuego y todavía hoy centro de una gran polémica sobre sus verdaderas características.

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Protagonistas de la jornada festiva de ayer fueron tres figuras del dramático pasado húngaro, los héroes de la insurrección de 1848, Lajos Kossuth y el poeta Sandor Petöfi, y el primer ministro húngaro en 1956, ejecutado dos años después por orden soviética, Imre Nagy.

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La oposición húngara ofrece en las calles de Budapest una lección de madurez democrática

Viene de la primera páginaLibros sobre Imre Nagy, salidos ayer a la venta y los primeros que se editan en Hungría desde su muerte, se agotaban en cuestión de minutos en puestos callejeros Los órganos de nuevas organizaciones políticas de oposición se ayer vendieron libremente en las calles de Budapest.

Numerosas pancartas hacían alusión a 1848 y 1956 como las dos fechas de levantamientos por la soberanía nacional húngara, y otras celebraban el hundimiento del sistema que le fue impuesto al país tras la guerra por la fuerza de las armas.

"El sistema estalinista se ha desmoronado como un castillo de naipes", manifestó entre ovaciones uno de los oradores del Foro Democrático ante la estatua de Petöfi, en uno de los numerosísimos actos que se celebraron en todo el centro de la capital húngara. "Los comunistas no tienen política que no sea la represión", había afirmado otro de ellos.

Organizaciones judías, rumanos y húngaros huidos de Rumania, polacos con pancartas del sindicato polaco Solidaridad, grupos con banderas anarquistas y de partidos de diverso color, todos participaron en la manifestación sin el menor roce, con un buen humor generalizado basado en la esperanza que ha generado el vertiginoso proceso democratizador húngaro.

"Estamos ante una gran revolución democrática pacífica", decía el director de cine Tibor Moldovanyi. "Ahora o nunca", sentenciaba el opositor Csengey otro de los líderes del Foro Democrático.

1956,1968, 1981

Aplausos para los refugiados de origen húngaro llegados de Rumanía y sus banderas, ovaciones para polacos con pancartas de Solidaridad, gritos para pedir la libertad del dramaturgo checo Vaclav Havel. "1956 Hungría, 1968 Checoslovaquia, 1981 Polonia", rezaba una pancarta que recordaba tres represiones violentas de voluntades populares.

La manifestación independiente de Budapest fue una gran fiesta nacional exenta de todo nacionalismo chovinista, solidaria con los demás pueblos bajo regímenes comunistas.

Fue además una gran lección de medurez democrática dada por la población húngara a unas autoridades que, por la mala conciencia de su actuación en el pasado, siempre han temido que, de poderse manifestar libremente el pueblo, éste se vengara atacando a personas o símbolos del poder. Con su civismo, las masas en Budapest abortaron ayer definitivamente todo nuevo intento del régimen de limitar su libertad de expresión. "Ha sido la manifestación más distendida, simpática y sin temor que he visto en el Este de Europa en 30 años" sentenciaba un veterano corresponsal italiano.

Las miles de banderas húngaras y los escudos de Kossuth con y sin la corona de San Esteban, eran ayer en Budapest como dijo un dirigente del Foro Democrático, un grito en demanda de 1ibertad, independencia y democracia". "Ellos (el poder) creían que vendríamos llenos de odio. Los hemos dado una lección", señaló Dines Csengey en el mitín ante la sede de la televisión húngara. "No hemos venido a destruir, sino a cuidar la televisión, porque es nuestra. Todos los vidrios rotos los pagamos nosotros. Queremos una televisión libre, una radio libre y una Prensa libre para una Hungría libre y democrática".

Decenas de miles de manifestantes pasaron bajo el monumento al Ejército soviético en la plaza de la Libertad. Ni un sólo gesto de resentimiento, ni un insulto. No se pronunció ayer en Budapest ni una palabra en contra de nadie. A la Unión Soviética sólo le pidió sencillamente que "su Ejército se vaya de Hungría".

Los policías apostados junto al Parlamento intentaron evitar que los manifestantes pasaran junto al edificio del Comité Central, por miedo a incidentes. No lo consiguieron, pero la masa de húngaros de todas las edades desfiló junto a la central del poder comunista en orden y en silencio hacia el puente de Margarita.

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