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Una película falsaria

AcusadosDirección: Jonathan Kaplan. Guión: Tom Topor. Fotografía. Ralf Bode. Música: Brad Fiedel. Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Jodie Foster, Kelly McGlllis, Bernie Coulson, Leo Rossi, Ann Hearn. Estreno en Madrid, cines Imperial, Conde Duque, Lido, La Vaguada y (en versión original subtitulada) Torre de Madrid.

Presentada con algún pretencioso síntoma de vamos a barrer (sin que, pese a la medianía de sus competidoras, al final barriera nada) en el reciente festival de Berlín y candidata a algún que otro oscar, este filme quiere contar una historia al mismo tiempo edificante y morbosa, por igual reflexiva y violenta: el cuento de una feroz violación colectiva a una muchacha y la revancha legal de ésta contra sus agresores, con la ayuda de una abogada que descubre en este caso la posibilidad de dar curso a un precedente jurisprudencial de valor inestimable, como es la consideración de cómplices de una violación a aquellos hombres que, sin participar activamente en su comisión, la permitan con su pasividad y, desde esta pasividad, la alienten.

Película de las llamadas de tesis, a lo Reader's Digest, o de otras moralinas por el estilo, de las andar por casa con la conciencia tranquila, Acusados es una película amañada y sumamente engañosa, pues nadie en ella se siente identificado con el suceso ni extrae de éste otra cosa que la sensación de haber asistido a una historia balsámica, irreconocible como propia en la medida que nadie puede sentirse identificado con comportamientos y peculiaridades de personajes huecos y deficientemente construidos, pobladores de una historia que quiere ser original y resulta tópica y mal contada, desordenadamente estructurada y representada de forma plana, efectista (por ejemplo, el empleo de ópticas subjetivas distorsionantes en la escena de la violación son, precisamente en ese instante, literalmente indecentes) y encubridora de la verdadera dimensión trágica del asunto que quiere plantear y no logra ni tan siquiera enunciar.

Niña mujer

Jodie Foster, la que fue actriz-niña de Taxi driver, ya hecha mujer, refresca la memoria de los espectadores y, para que su personaje les resulte al mismo tiempo familiar y otro, actúa desde una atractiva mezcolanza, muy estudiada, de mujer de vida airada y de niña permanente perdida en los laberintos del hampa urbana, con un pie en lo que antiguamente se llamaba el arroyo y con otro en lo que hoy se considera, no se sabe por qué, como normalidad social.

Pero lejos de ser este desdoblamiento de su personaje un ejercicio de buena ambigüedad, se trata nada más que de una calculada ambivalencia destinada a que el personaje convenza simultáneamente a tiros y a troyanos. Es decir, una construcción apriorística, falsaria y artificiosa, que la energía gestual y la buena mirada enfurecida de la actriz dan alguna credibilidad inicial, que poco a poco, ya que el personaje no crece con el crecimiento de su aventura, se va desvaneciendo hasta quedar, en las escenas finales, reducida a cenizas.

Si éste es el cine comprometido del Hollywood de hoy, uno siente viéndolo el derecho a añorar los descompromisos de Indiana Jones, que están en calidades éticas -y cinematográficas- a mil millas por encima de este engendro frívolo camuflado detrás de una apariencia de película grave. Acusados puede ganar un oscar así se cerraría con coherencia el círculo de la simulación de esté tipo de compromisos falsarios entre la pantalla y la justicia.

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