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Stephen Frears: "Sin un buen guión no cruzo la calle"

Su película 'Las amistades peligrosas' está propuesta para siete 'oscars'

Andrés Fernández Rubio

Aquí está Stephen Frears, descalzo, en una suite de un hotel de lujo, rascándose la planta del pie como si tal cosa mientras responde a las preguntas. No se habla de si fue penalti o no, pues, contra lo que pudiera parecer, no es un hincha británico de fútbol. Es, por el contrario, uno de los cineastas más sensibles del cine europeo, autor de películas como Mi hermosa lavandería, Ábrete de orejas o Sammy y Rose se lo montan. La última de ellas, Las amistades pefigrosas, está propuesta para siete oscars de Hollywood. Frears se explica mal, pero acierta a decir que sin un buen guión no se atrevería ni a cruzar la calle.

Parece que las entrevistas en cadena no son la afición favorita de Stephen Frears, que el martes llegó a Madrid, ayer recibió a la Prensa para promover su última película, y a primera hora de la tarde partió para París. Responde con brevedad a cuestiones referentes a su trabajo, y sólo se extiende un poco para hacer campaña contra Margaret Thatcher, "esa pequeñoburguesa que ha instituido en el Reino Unido la gris aristocracia de la avaricia y el dinero".Muestra en todo momento un irónico sentido del humor, y su abrupta naturalidad, nada fingida, no responde en absoluto al cliché que podría esperarse de un cineasta-autor. "Me identifico completamente con mis películas, pienso que son muy personales y creo que hay en ellas una cierta continuidad temática, pero para nada pretendo ser un autor. Soy un cineasta en alquiler".

Frears se detiene un momento a ponderar la labor de los guionistas -"todos mis filmes están escritos por mis amigos"- y echa de menos que en el cine británico no se les considere con el mismo relieve que a los dramaturgos en el teatro.Para Las amistades peligrosas se basó en la obra teatral de Christopher Hampton, adaptación a su vez del libro homónimo de Choderlos de Laclos, que narra, en la Francia prerrevolucionaria del siglo XVIII, la historia de unos aristócratas inmensamente ricos que viven exclusivamente dedicados a su propio placer. Para conseguirlo, todas las estratagemas de la seducción les son válidas, incluidas la indiferencia y la crueldad.Actores norteamericanos

Glenn Close, Michelle Pfeiffer y John Malkovich son los actores principales. Los tres formados en Norteamérica, y no en el Reino Unido. "El acceso a la historia se realiza a través de los personajes", dice Frears. "La película trata de gente que negocia con sus sentimientos, o fracasa al hacerlo, y los actores norteamericanos muestran de forma muy profunda los sentimientos, sobre todo en los primeros planos".Sobre cuáles fueron sus problemas al rodar, dice: "Ninguno. Una vez que tienes el guión es difícil contar el proceso...". Y pone cara de desconsuelo, como si le pareciera imposible que las palabras visualicen lo que imagina.

Gozoso cinismo

La crítica norteamericana se ha volcado con Las amistades peligrosas, y adjetivos como punzante, sarcástica, decadente, distinguida, extravagante, opulenta, rica y cómica se han juntado a las siete candidaturas para los oscars. Entre ellas, la de mejor película y las de mejores actrices, principal y secundaria, Glenn Close y Michelle Pfeiffer, respectivamente. Frears, adscrito a producciones independientes, se encuentra metido con el último de sus seis filmes en el epicentro del gran montaje de Hollywood. "No es el momento de criticar los premios", dice riéndose. "En condiciones normales lo haría, pero hoy por hoy los apoyo".Las actrices citadas y John Malkovich cierran el círculo de diálogos frenéticos que componen Las amistades peligrosas. Para Frears, "la película funciona porque la gente se reconoce en la capacidad de comportarse mal de los personajes, en su gozoso cinismo. En el fondo, es lo mismo que Dallas".

El director no cree que deban hacerse paralelismos históricos entre su película y el mundo de hoy. "Al menos en el Reino Unido la gente que tiene el poder es más gris que los personajes de la película. Estos, por otra parte, están tratados con tanto cariño que sería presuntuoso suponer que se está haciendo con ellos una crítica de clase". Frears dice enamorarse de los actores cuando trabaja, y los salva, a ellos y a sus personajes. "Todos tienen sus razones; todos tienen madre", concluye sonriendo.

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