La versatilidad de Terrani

Valentini-Terrani planteó un programa ameno, aunque poco coherente. Abrir con lieder profundos de Mahier y Schubert para continuar con Vivaldi y cerrar con Rossini es algo así como empezar con el postre y terminar con el aperitivo. La mezzo de Padua posee una voz de considerable volumen, pero sin consistencia suficiente en el grave. Por eso lo más flojo de la velada vino de la mano de esa aria del Orlando furioso vivaldiano en donde se combinan las habilidades circenses con, una extensisima gama de registros en reto que pocas cantantes han podido resolver.Las dos ariettas de la Musique anodine, especialmente la segunda, el Cruda sorte añadido con improvisación y generosidad, y la cantata Juana de Arco, nos demostró estar ante una especialista en el género rossiniano. Este hecho resultó también incuestionable en la propina final de Carmen- ' la Danza gitana del segundo acto.

Lo mejor, con todo, de la noche fue el Schubert, que siguió al correcto Mahler de los dos fieder pertenecientes al ciclo El cuerno mágico del muchacho. Tanto en An die musik como en Stadchen lució un saber cantar de auténtica clase.