Canarias, coste económico de la independencia
"Tras la independencia enseñaremos beréber en la escuela". Esta estupefaciente propuesta hecha a una revista nacional por Antonio Cubillo, que fue carismático líder desde Argel del independentismo canario, es uno más de los descabellados juicios que por las Canarias circulan. Los indudables problemas que tiene esa comunidad autónoma se diluyen en proyectos fantásticos o en propuestas faltas de rigor y de estudio. En vez de soluciones se ofrecen expectativas que van de lo tópico a lo utópico. Unos pretenden solucionar los problemas de la cultura fundando una nación mano a mano con la irredenta república saharaui; otros intentan paliar la vieja rivalidad entre las dos provincias de la región con la salomónica decisión de partir la autonomía en dos, y todos, en general, navegan en un mar de confusiones en busca de un tipo de adhesión a la CE que ofrezca todas las ventajas y no haga sufrir ninguno de los inconvenientes.
En este piélago de confusiones surge, ¿cómo no?, la famosa autodeterminación como bálsamo de Fierabrás que ha de curar todos los males Decía el periodista Patxo Unzueta en un reciente artículo en EL PAÍS que "la izquierda descubrió las virtualidades del nacionalismo como factor de agitación y se convirtió en sorprendente agente concienciador de esta ideología". Se refería, por supuesto, al País Vasco. En Canarias pasó algo parecido, pero hoy también la derecha se ha unido a la piñata nacionalista y, aunque haga ofrendas en el área de la autonomía democrática, siempre reserva alguna vela para el del nacionalismo.
Parecería, pues, lo normal que si se le adjudica a la independencia el papel de una especie de deus ex machina que va a resolver todos los problemas se hiciera previamente un detallado estudio sobre la viabilidad de tal proyecto, supuesto que los impedimentos políticos se suelen soslayar con optimista indiferencia. En las comunidades autónomas que aspiran, más o menos abiertamente, a la independencia abundan los cahiers de doléances, los victimismos providenciales y los clamores patrioteros, pero pocos estudios económicos.
En el caso de Canarias, por sus características insulares, es bastante fácil cuantificar el volumen de su tráfico de mercancías, tanto en relación con la Península como con el extranjero, en el supuesto, claro está, que de acceder a la independencia también el comercio con el resto de España sería para ella el extranjero. No pasa lo mismo con la balanza de servicios y la de capitales. Dada la escasez de datos estadísticos sobre el particular, hay que limitarse a estimaciones.
Balanza comercial canaria
Para los ingresos por turismo se ha tenido en cuenta, que Canarias recibió en 1987 4.963.013 turistas, mientras que el total entrado en España fue de 50.539.385. Como los ingresos totales por tal concepto fueron de 1,82 billones, se ha computado para Canarias algo más del l0%. Respecto a los gastos por el mismo capítulo —los canarios también viajan al extranjero y a la Península—, el total de españoles que salieron al extranjero fue de 18.281.660. La población de Canarias representa el 3, 6% de la nacional y además hay que tener en cuenta que los desplazamientos a la Península, no incluidos en el anterior cómputo, representan una cifra todavía mayor. Computar un millón de viajeros, como se ha hecho, debe estar por debajo de la realidad.
Quedan finalmente otros conceptos de ingresos y pagos en la balanza de servicios que no se pueden cuantificar, pero que alcanzan cifras muy elevadas. Si los puertos canarios representan un saneado ingreso, los pagos por fletes de mercancías son muy superiores, ya que el tráfico de las mismas se acerca al billón de pesetas. En cuanto a la balanza de capitales, más valdría no hablar de ella. La inversión extranjera en Canarias no puede considerarse una forma normal de entrada de divisas. El dinero que llega por esta vía es poco reproductivo. Y hay otros efectos de la independencia que aún erosionarían más tan escuálidas finanzas. ¿A quién se iban a vender, por ejemplo, las más de 300.000 toneladas de plátanos que absorbe el mercado peninsular y cuyo precio está protegido? Por que el plátano canario, debido al altísimo coste del agua, no es competitivo a nivel internacional.
Resumiendo, pues, la balanza comercial de un hipotético Estado canario arrojaría un déficit gigantesco que, unido al hundimiento del mercado del plátano, se pondría en casi 400.000 millones anuales, o lo que es lo mismo, los ingresos no cubrirían ni el 50% de los pagos.
Pero una región que accede a la independencia es natural que necesite dotarse del adecuado aparato estatal, incluyendo, claro está, la defensa y las atenciones sociales. Sobre el coste que ello pueda representar también hay en Canarias bastante falta de información. Cubillo, claro está, ya había hecho uno de sus cálculos mágicos. El 18 de abril de 1978 decía a la revista La Calle que "235. 000 millones de pesetas anuales saca el Gobierno español de Canarias". Curiosa multiplicación de los panes y los peces, pues el PIB de la región en 1975 fue de 148.000 millones, la imposición fiscal no llegó a los 7.000 y los gastos presupuestarios anduvieron por los 15.000. El Estado no sólo no sacaba nada de Canarias sino que tenía que aportar una suculenta cifra.
Sin embargo, ya en estos últimos años sí que el Estado obtiene más ingresos de Canarias, vía imposición fiscal, que lo que gasta en ella. En 1987 los ingresos ascendieron a 94.370 millones, y los gastos, a 52.876. Con tal motivo se ha resucitado en cierta Prensa y en los cenáculos canarios de la política radical el habitual tópico del despojo que el Estado central hace del archipiélago. Todos se olvidan de que lo que el Estado se ha ahorrado en coste de servicios cedidos a la comunidad autónoma lo ha pagado de sobra por otro lado.
Conclusión
Con las cifras en la mano es fácil darse cuenta de las dificultades insalvables de una supuesta nación canaria independiente. A los gravosos costes de la insularidad uniría la escasa industrialización, la falta de agua y materias primas y una demografía arrolladora. Como única salida lucrativa le quedaría el monocultivo del turismo, pero Canarias hoy, continente en miniatura o no, como cándidamente se enuncia como geografía elemental para turistas, es un resumen de todos los problemas ecológicos del mundo, y el turismo masivo no hará más que acelerar la muerte de este país en agonía.
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