Gobierno y oposición diseñan el futuro de Polonia
Miles de personas recibieron ayer entre vítores y gritos de "Solidaridad", "elecciones libres" y "democracia" al líder sindical Lech Walesa al llegar éste al palacio Radziwill, en el centro de Varsovia, donde comenzaron ayer las negociaciones entre el Gobierno y la oposición para buscar soluciones conjuntas a la crisis de Polonia. La mesa redonda, cuyos difíciles preparativos se han prolongado durante meses, abre una nueva fase del diálogo político entre el régimen comunista y la oposición organizada en el sindicato Solidaridad. Las negociaciones se desarrollan en torno a una mesa fabricada a propósito para la ocasión.
El viejo palacio de los príncipes Radziwill, donde en 1955 se firmó el Pacto de Varsovia, garante de la hegemonía soviética en el este de Europa, fue sede ayer de un acontecimiento histórico, según coincidieron todos los participantes, y posible punto de arranque para un sistema político de nuevo tipo en el mayor país socialista de Europa después de la Unión Soviética.La primera jornada de estas negociaciones, que se auguran largas y difíciles, comenzaron con declaraciones públicas de ambas delegaciones.
El ministro del Interior y miembro del buró político, Czeslaw Kiszczak, subrayó como puntos prioritarios del consenso nacional las reformas de la ley electoral, una nueva Constitución, un nuevo Parlamento, el desarrollo de un nuevo orden económico y el pluralismo sindical.
Lech Walesa aprobó estas propuestas de los representantes del régimen y declaró que "están llegando a su fin los tiempos del monopolio social y político".
"El aliento de Stalin"
El dirigente sindical denunció el régimen imperante hasta hoy, bajo el cual "nuestro trabajo y esfuerzo se despilfarran por la ineficacia del sistema y la falta de libertades. Seguimos sintiendo el aliento de Stalin en nuestras espaldas".El ministro del Interior confirmó ayer que no se trata de discutir si se legaliza Solidaridad, sino cómo se va a hacer.
El dirigente de Solidaridad de Varsovia, Zbigniew Bujak, manifestó que la legalización será probablemente "paralela a las formas". La mesura de las declaraciones de ambas partes ha logrado crear un clima de diálogo político insólito en Polonia.
En el marco de una situación internacional, y especialmente en la comunidad socialista, radicalmente distinta a la habida en 1980, cuando fue legalizado por primera vez Solidaridad, el régimen polaco emprendió ayer una senda política que podría culminar pronto con una nueva Constitución, con garantías legales para la oposición, pluralismo sindical y político, y el desmantelamiento del sistema institucional y político heredado del estalinismo.
El portavoz del gobierno , Jerzy Urban, manifestó que las autoridades están "satisfechas" por la marcha de la primera jornada. "Se han manifestado posiciones razonables". No obstante manifestó que, mientras existe consenso en la necesidad de las reformas y en los campos de su aplicación, hay considerables diferencias en la evaluación del pasado.
En respuesta a una pregunta de EL PAÍS, Urban manifestó que las diferencias sobre "el pasado", -un eufemismo para referirse a la implantación de la ley marcial y los siete años posteriores- no son sólo de valoración histórica sino también morales sobre la trayectoria del partido y de personas sentadas a la mesa negociadora. Urban se declaró, sin embargo, confiado en que estas diferencias no obstaculicen las negociaciones.
Solidaridad quiere una asamblea constituyente que elabore una Constitución nueva, con garantías de pluralismo político, división de los poderes del Estado y libertades de reunión, asociación y expresión. El Gobierno quiere elaborar la Constitución antes de las próximas elecciones.
La apertura de este diálogo es, no obstante, el paso más espectacular hacia el pluralismo político que se da en la comunidad de países socialistas.
Siete años después de la implantación de la ley marcial que ilegalizó al primer sindicato independiente de la historia en un sistema socialista, ayer se sentaron en la misma mesa de negociación el líder sindical Walesa y el ministro del Interior.
Ellos son los jefes de las dos delegaciones (31 por parte oficial y 25 de la oposición, a los que se unen dos representantes de la Iglesia católica) que deberán elaborar una plataforma común para buscar soluciones políticas a la profunda crisis polaca.
Desde la amplia mesa redonda en el salón central del palacio Radzíwill, la población polaca recibió en casa, en retransmisión directa televisada, imágenes que hace sólo unos meses parecían imposibles. Adam Michnik, Jacek Kuron, Zbigniew Bujak y Bronislaw Geremek, disidentes calificados durante años poco menos que de terroristas por el régimen del jefe de Estado, Wojciech Jaruzelski, compartían la mesa con la dirección del Gobierno y del partido comunista polaco (POUP).
Las negociaciones van a ser muy difíciles, como insisten ambos bandos. Sin embargo, el simple hecho del comienzo de unas conversaciones oficiales entre el régimen y la oposición supone un éxito histórico del sindicato Solidaridad. En principio, se calcula que las negociaciones podrían prolongarse durante seis semanas y se pretende que los eventuales acuerdos se alcancen por consenso.
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