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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las tracas del joven Werther

Llegó de nuevo al escenario de la calle de Jovellanos la ópera Werther, con Manon, la más célebre de Massenet, en donde había estado ya los años 1967, 1969 y 1977. Los regidores de la zarzuela encomendaron esta vez la parte protagonista al tenor Francisco Araiza (México, 1950), de muy bella voz, como es bien sabido, y buena técnica, ;obre la que caen, circunstancialmente, algunas motas, tal vez ciertas mínimas imperfeciones de afinación o ataques aparentemente dubitativos que el cantante suele corregir sobre a marcha. Nonadas. Araiza, al margen de recuerdos y compa-acciones que siempre son odiosos, compuso un excelente Verther, naturalmente el personaje massenetiano que es sólo pálido reflejo del creado por Goethe.Me interesó mucho, por sus medios y su buen hacer lírico y escénico, la mezzo Doris Soffel n el amor fatal de Werther, un personaje que, como Charlotte, un siendo menos complejo ue su pareja, está más tenuamente definido; bien equilibrados con ellos, por línea e intención, la Sofila de Eva Lind, el equilibrio Albert del barítono Lorenzo Saccomani, el Magistrado de Alfonso Echeverría y el e4sto de la distribución. Quizá se tratara de un cast de granes divos, al menos hoy por hoy, pero sí de cantantes y actoresd de alta profesionalidad, deueños de muchos atractivos y capaces de llevar a buen puerto cualquiíer ópera de no importa fué estilo.

Con acertado criterio antitópico nos recuerda en el prograria Jesús Aguirre que no todo en el Werther de Massenet es almíbar retenido", aunque quiá casi todo aparece envuelto n una neblina un punto almiiarada. "Es misión del intérprete, principalmente del director iusical, evitar que tan instintio aura adquiera demasiada reponderancia. Miguel Ángel iómez Martínez, que llevó la bra bien y, como suele ser haitual en él, trató con verdadero mimo a los cantantes, manivo, acaso en demasía, el enanto ternurista de Massenet, con peligro, si bien comedido, le contradecir a Goethe y oscurecer un tanto lo claro.

Montaje insatisfactorio

El montaje, procedente de la Ópera de Nantes, no satisfizo n general por -su elemental esquematismo apoyado en unos scenarios, más modernicolas que modernos, de Robert Platé y una regie cuya amanerada y fantasmal expresividad producía la sensación de que Werther, lás que obedecer a sus propios sentimientos, fabricaba conscientemente un mito para el futuro. Muy bien los escolanos de César Sánchez en el ambientador y recurrente villancico.

Hubo otro ambiente superpuesto durante todo un acto: oas tracas, cohetes y demás estrépitos del festejo cercano que entraban en la sala como si estuvieran previstas por el director escénico. Con lo cual, de modo estruendoso, se sumaba el mito romántico del joven Verther otro gran mito exaltado por el romanticismo: el carnaval.

Difícil debió de resultarle a Francisco Araiza combinar lo que Alain Vanzo denomina sufrimiento incomunicable" de u personaje con la próxima alazara de las carnestolendas madrileñas. Todo fue superado el público aplaudió con especial intensidad a Miguel Ángel Gómez Martínez y a la pareja protagonista, aunque su entusiasmo no fuera comparable al de la grey callejera.

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