Amputar como mal menor
En EL PAÍS del 17 de enero José Aguirre describe la situación de un paciente terminal de 75 años de edad -"pongamos que se llama Juan"- al cual le van a amputar una pierna gangrenada. Don José considera injusta e inhumana esta intervención, ya que sirve, según él, para "prolongar inútilmente la vida y los sufrimientos". Lo sensato sería darle calmantes y dejarlo morir en paz, opina don José. Las buenas intenciones del señor Aguirre son patentes y por eso me permito estas observaciones. Por desgracia, el no amputar la pierna y administrar calmantes no equivale a dejarle morir en paz. Muy por el contrario, no amputarle la pierna le llevaría auna muerte atroz e inhumana. Primero comenzaría el mal olor, insoportable para todos, lo que impediría las visitas de los familiares; luego la herida se sobreinfecta, aparecen gusanos; posteriormente, fiebre altísima por la sepsis generalizada, y finalmente, una muerte horrible, dantesca. Es dejarlo pudrirse en vida. No se le amputa la pierna para prolongarle la vida: se le amputa porque no hay otra salida, porque de esta manera puede morir con dignidad rodeado de sus familiares y seres queridos, no transformado en una masa maloliente de carne putrefacta que produce horror y asco. Eso sí que sería inhumano, cruel e injusto.-
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