Duelo en el museo
A casi todos ha sorprendido la decisión, tomada por él o adoptada por otros, de enterrar a Salvador Dalí en su teatro-museo de Figueres. Poco a poco, no obstante, la decisión va pareciendo a todos, más daliniana, es decir, lógica y coherente.
Dalí manifestó siempre, hasta fechas recientes, su deseo de ser enterrado en Púbol, junto a Gala. No se conocía, públicamente, la manifestación de su cambio de parecer. Pero también todos saben que Pábol era "el santuario" de Gala, el santuario de la Gala de Dalí, donde el artista no tenía acceso sino con previo aviso y con el permiso explícito de su extraña esposa. Dalí escogió y diseñó aquel castillo para ella, pero no pude, habitarlo hasta que Gala no lo abandonó para siempre y cuando él estaba ya muy enfermo. Es lógico, pues, que haya decidido dejárselo también para siempre a su exclusiva memoria. A cambio, el Museo Dalí necesitaba todavía un mayor reconocimiento público, una mayor apariencia, o un nuevo gesto aparente de su autor para asegurarse la supervivencia.
El Museo Dalí guarda en sus paredes y en su almacén la colección privada de Salvador Dalí, valorada (por Robert Descharnes) en no menos de 100 millones de dólares, algo que supone el más grande atractivo para los museos públicos de grandes salas vacías que se crean en estos momentos en las grandes capitales del Estado.
El Teatro-Museo de Figueres fue adornado ayer con crespones negros, al igual que muchos balcones de casas de la localidad, como señal de duelo por el artista fallecido.
El Ayuntamiento de Figueres ha puesto a disposición de los numerosos informadores de todo el mundo que se van congregando en la localidad con motivo de la muerte de Dalí y su próximo sepelio dos salones y un circuito cerrado de televisión. La compañía Telefónica está instalando líneas para los medios informativos.
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