Nuevas bases
EL DOCUMENTO aprobado estos días por la Conferencia de Viena sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) supone un progreso espectacular en el proceso que se inició en Helsinki en 1975 para consolidar la paz de nuestro continente. Destaca como rasgo más llamativo la aceptación por los países del Este del compromiso de respetar las principales libertades y derechos humanos no en términos vagos, como en anteriores documentos, sino con definiciones precisas y con un sistema de vigilancia y de denuncia de los eventuales incumplimientos. Este resultado no se puede separar de la evolución interna de la URSS gracias a la perestroika de Gorbachov, de los avances en Hungría y Polonia hacia el pluralismo, ni, tampoco, de la presión que representa la nueva política soviética incluso para los países más reacios a la liberalización del socialismo real.Los pasos dados en el terreno de los derechos humanos cobran aún más valor si se conjugan con el planteamiento radicalmente nuevo sobre desarme convencional que ha salido de la conferencia de Viena. Si ahora cabe pensar en serio en un futuro europeo menos hipotecado por el rearme y la militarización, con posibilidades de puentes y de acercamiento entre el Este y el Oeste, es porque la negociación sobre el desarme convencional se va a iniciar en Viena, en el próximo mes de marzo, sobre bases nuevas y en condiciones favorables.
Europa es la parte del mundo donde se produce una mayor acumulación de armas convencionales. La relación de fuerzas favorece claramente a los países del Pacto de Varsovia y las negociaciones sobre este tema se han arrastrado de fracaso en fracaso durante los últimos 15 años. ¿Qué razones aconsejan ser menos pesimistas ante la nueva negociación? La URSS ha aceptado tres puntos básicos: la necesidad de superar los "desequilibrios"; la aplicación del desarme "desde el Atlántico a los Urales", o sea, incluyendo el territorio europeo de la URSS, y el establecimiento de sistemas de control "sobre el terreno", para lo cual las verificaciones que ya funcionan sobre los misiles de alcance medio aportan una experiencia de enorme valor. Por otro lado, existe una predisposición a considerar aspectos cualitativos de¡ desarme. O sea, no sólo disminuciones cuantitativas, sino un desplazamiento de fuerzas que reduzca al mínimo el riesgo de agresión. Otra novedad es que la negociación, realizada por los países de la OTAN y del Pacto de Varsovia, se desarrollará a la vez en el marco de la CSCE, es decir, que los países neutrales y no alineados serán informados, lo que introduce un factor cuya utilidad para desbloquear desacuerdos ha sido demostrada en reiteradas ocasiones.
Desde la firma, en 1975, de la Declaración de Helsinki -punto de partida de la CSCE-, Europa ha cambiado mucho. Entonces, no pocos de los firmantes -y no sólo orientales, aún existía la dictadura de Franco- aplicaban políticas diametralmente opuestas a los principios de libertad que aquélla proclamaba. No ha desaparecido aún esa contradicción en países de¡ Este, como lo demuestran no sólo las reservas rumanas, sino los casos de represión contra opositores en la República Democrática Alemana y Checoslovaquia. Pero esas zonas de sombra no empalidecen el significado histórico del documento de Viena. Por primera vez de manera tan clara, los derechos humanos sobrepasan la esfera de la soberanía nacional. Todo Gobierno, sea el que sea, no sólo está obligado a respetarlos, sino que podrá ser vigilado y denunciado si los viola. Gorbáchov ha propuesto Moscú como sede, en 1991, de una de las conferencias de seguimiento de lo aprobado en Viena sobre ese punto. Al aceptarlo, los occidentales han realizado un gesto de confianza hacia el líder soviético, pero el desafío para éste es muy serio.
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