No prolongarás la vida inútilmente
Pongamos que se llama Juan. Pongamos que tiene 75 años. Pongamos que ha sufrido ya dos o tres ataques al corazón y que, como consecuencia de ello, ha quedado semiparalizado. Pongamos, por último, que tiene una pierna afectada por trombos y en estado pregangrenoso. Imaginemos todo eso y tratemos al mismo tiempo de imaginar cuál sería la reacción de cualquier persona sensible y sensata, médica o laica: "Yo creo que habría que calmarle el dolor, pero que sería al mismo tiempo lo más sensato dejarle morir en paz". Pues no; hay muchos médicos y familiares que se empeñan en prolongarle el sufrimiento y en no dejarle morir en paz: deciden amputarle la pierna.Quizá se quede en la mesa de operaciones -a su edad, la anestesia y las transfusiones son particularmente peligrosas- o quizá sobreviva y aguante unas semanas. Unas semanas de subvida, pendiente del gota a gota o de la sonda, con enfermeras, médicos y familiares pendientes de él.
Yo cuestiono que deba prolongarse la vida por principio, sobre todo cuando esa vida ya no merece el nombre de vida, cuando esa vida ya se ha vivido plenamente, cuando el prolongarla supone una agonía lenta y espeluznante, cuando el coste humano y social de esa prolongación es enorme. Yo afirmo que todo ser humano tiene derecho a morir de una forma natural y digna, y que los demás no tenemos ningún derecho a prolongársela más allá de su límite natural, al menos sin su expreso consentimiento. Sin entrar en el polémico tema de la eutanasia activa, resulta evidente que lo que estamos haciendo al no aplicar la eutanasia pasiva no sólo resulta casi siempre inhumano, sino también injusto e ínsolidario.-,
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