Espejo sin azogue
Esta Alicia es un recuerdo, una evocación de la original, de la gran Alicia en el país de las maravillas (1865), de Lewis Carroll. Un libro que sigue siendo nuestro contemporáneo, con su juego de lógica y absurdo y su ironía ligeramente amarga. La profundidad de la historia está en su escritura, hasta el punto de que los ingleses mantienen que ni siquiera las mejores traducciones pueden revelar toda su gracia. Se ha intentado trasladarlo a todos los medios de expresión: comedia, ópera, cine, dibujos animados. No se ha conseguido con calidad. Los episodios emprendidos por Alicia y los personajes que se la revelan son poca cosa en comparación con sus palabras. La pantomima de Kemp plantea el mismo problema. Por eso se tiene que conformar con ser una evocación de lo original.Las servidumbres son muchas. El vestuario y los decorados siguen fielmente las ilustraciones de John Tenniel para la primera edición, y que siguen siendo los mejores desde entonces. La música es la de los italianos Arturo Annecchino y Sergio Rendine para la radio de su país, adaptada por ellos mismos para esta versión; la cinta musical está pregrabada y no obtiene una buena sonoridad. Los movimientos y la coreografía están basados en esa música, que es excelente y no fácil.
Alice, una fantasía para Lewis Carroll
De Lindsay Kemp. Música de Arturo Annecchino y Sergio Rendine. Intérpretes: Lindsay Kemp, Nuria Moreno, El Increíble Orlando, Neil Caplan, Cheryl Heazelwood, Christian Michaelsen, Eric Tessier-Levigne, Javier Sanz, Giovanni Romeo, Douglas Tantallon, Lola Peno, Mano Piazza, Kris Misselbrook, Carlos Campanario, Fermín Acevedo, Steve Callen. Dirección de Lindsay Kemp. Teatro Nacional María Guerrero, 27 de diciembre.
Puede ser un espectáculo muy adecuado para los niños vacantes de estas fechas, pero habrá que explicarles muy bien que no sustituye de ninguna manera la lectura del reverendo Dogdson (Lewis Carroll). Los adultos encontrarán solamente el remedo, y quizá se aburran en la hora y media de pantomima; el libro, en realidad, está hecho para ellos (como otras grandes lecturas infantiles salidas del Reino Unido: Robinson o Gulliver) y aquí sólo encontrarán el vago recuerdo. A este espejo que atraviesa Alicia le falta el azogue. No hay fantasía, no hay invención propias.
Lindsay Kemp conserva su encanto -siempre ha sido infantil, hasta en sus piezas más crudas- y lo infunde en sus actores, y hay otro encanto suplementario, que es el de Nuria Moreno Espert, transmisora del sentido del teatro que hay en su dinastía -Armando Moreno, Nuria Espert-; mayor para ser Alicia, no cae, sin embargo, en el fácil remedo de la infancia y transmite en su papel el asombro, la sonrisa, el miedo gracioso y la bondad del personaje inolvidable.
Lindsay Kemp tiene en España una extensa corte de admiradores que ha ido ganando con muchos años de buen trabajo, de capacidad de fantasía, de estética barroca y un poco sofocante. Acudieron muchos a la representación y repitieron, tras ella, sus ovaciones y sus bravos a quien es su ídolo, quien los recogió sin soltar nunca de la mano a Nuria Moreno.
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