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Entre la trascendencia y la banalidad

Fernando Savater publica, su último libro 'Ética como amor propio'

Un periodista le preguntó una vez al escritor francés François Mauriac, ya premio Nobel de Literatura, quién le gustaría ser en una hipotética segunda vida. "Yo mismo, pero conseguido", respondió Mauriac. El filósofo Fernando Savater cuenta la historia en su último libro, Ética como amor propio (Mondadori), para señalar que "la ética no quiere otra cosa que la realización más inatacable de lo que su sujeto ya es". Enfrentado el hombre contemporáneo a lo que ya Nietzche llamó "la muerte de Dios", desprestigiada la idea de una ética trascendente, el problema hoy es "cómo evitar caer en la intrascendencia, esto es, en la banalidad", escribe Savater.

El libro que el autor considera de todos los suyos como de mayor alcance nació al convencerse, tras varias experiencias, de que en modo alguno se daba por sentado algo que él siempre consideró evidente; que toda ética es en definitiva la del "amor propio" -por oposición a una actitud altruista o similar-, en una suerte de "egoísmo bien entendido". Para responder a quienes objetan esta idea, el escritor cita a Gómez de la Serna: "...Creen que el egoísmo desarmoniza, y el egoísmo sería la armonía, y es la tendencia más social, menos destituíble, menos derogable porque está en todos y no es una institución" (El libro mudo). "Creo que es inútil predicar el desinterés humano, porque tal cosa no existe. Lo que sí se puede es predicar el amor propio. La verdadera ética es una ilustración del egoísmo", dice Savater.Suena el teléfono, el escritor se impacienta y luego se amansa al escuchar la voz de su hijo, que le pregunta por los nombres de los Rolling Stones. "Mick Jagger", responde, pero se conoce que no es suficiente...

También niega Savater la frecuente idea de que nuestro tiempo conspira contra el individualismo, y que hoy existen menos personalidades que en el pasado. Por el contrario, piensa, los hombres eran antes más estereotipados y hoy no sólo ya no se puede saber con claridad a quien vota el individuo que cruza la esquina sino "ni siquiera si es policía". Byron, explica, dejo tras de si una leyenda de rareza precisamente porque sus extravagancias no eran tan comunes como podrían serlo hoy. "Es el mismo fenómeno que la pornografía", dice: hoy ha perdido ya interés.

El hombre contemporáneo, añade, se enfrenta con mayor intensidad que nunca, y en mayor número, a una gama de posibilidades que le llegan a agobiar. Lo que no impide que "mediante grandes centros de persuasión" se le ofrezcan, y él pida, una amplia gama de coartadas para eludir la responsabilidad de tomar sus propieis decisiones: el pueblo, la nación, el estado-nodriza que vela por su salud.

Dragones

Había estos días de Navidad un ambiente distinto en el piso madrileño de Savater, abarrotado como siempre de libros y de símbolos: una ilustración de la utopía, figurillas de Tíntín y de El capitán Trueno, numerosos paquetes de regalo sobre las mesas y, novedad, varios dragones de tamaños diversos. Son la aportación de Sara, una joven de pelo negro y rasgos vascos a la que un sugerente papel da la bienvenida a la entrada, y que durante la conversación no cesa de ir de un lado a otro e instruir a un carpintero que arregla algo en la terraza cubierta. "A Sara, mi propio amor", va dedicado el nuevo libro de Savater, de 41 años, que se suma a una ya larga obra de ensayo, novela y teatro. En la pared principal, junto a un lúgubre personaje del pintor José Hernández, un bello cartel del carnaval de Venecia.La imagen de Venecia, compuesta por cien islas, solitarias pero unidas por la armonía de la belleza, es la que proponía Nietzche al hombre tras lo que diagnosticó como muerte de Dios. (Nietzche, con Spinoza, es el autor más citado del libro). Algo parecido a lo que dijo Bergamín: "Sólo los solitarios pueden ser solidarios". Porque, abandonados los catálogos de órdenes a los que hasta hace muy poco se sometía, "el hombre de hoy está más solo de una serie de cosas; desguarnecido. El hombre de hace un siglo estaba más aprovisionado de solideces". Solo, sin el abrigo de dogmas que zanjen sobre bondad y maldad, al hombre le queda hoy"la vocación de vivir mejor", pero al tiempo la obligación de "reflexionar, pues en caso contrario se quedará con nada: se quedará con el miedo a quedarse solo".

Un imperio humano

Esta soledad no tiene forzosamente que ver, para el escritor, con la que mencionaba Rilke cuando se preguntaba "¿qué sería de una soledad sin grandeza?" Savater, que ha tratado del mito de la excelencia en La tarea del héroe, considera que la grandeza de Rilke pertenece al ámbito de la estética y no hay que renunciar al específico de la ética.La vocación universalista de toda ética ofrece sin embargo en nuestro tiempo un campo de interés que, como otros en el pasado, borra las fronteras, hasta el extremo de que, según Savater, puede acabar con el dañino mito de la soberanía nacional". Y añade: "Un imperialismo que respetara los derechos humanos sería más deseable que el conglomerado actual de hipócritas estados que se acusan mutuamente de no respetarlos".

A modo de despedida, Savater elige una cita de Si esto es un hombre, de Primo Levi, escritor judío marcado para siempre por la persecución nazi, que se arrojó en abril de 1987 por el hueco de la escalera de su casa, y cuya obra comienza a ser difundida seriamente en España: "Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la consideración opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad perfecta".

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