Consumo 'versus' inversión
Cuando los tipos de interés reales están en un nivel elevado, los compradores y productores de bienes de larga duración -como los bienes de equipo y los inmobillarios- se retraen. No pueden permitirse un endeudamiento con altos costes financieros, ni tampoco, si financian con dinero líquido, la renta de interés que dejan de percibir al hacer ese gasto de liquidez. En tales condiciones, se supone que el PNB tendría que estar desproporcionadamente compuesto por bienes de corta duración, como alimentos, vestidos o servicios.En efecto, el análisis estadístico demuestra la existencia de esa relación, esto es, de un descenso reciente de la vida útil media de todos los bienes de consumo y de inversión, además de una tendencia a que esa media experimente una evolución inversa a la de los tipos de interés reales.
Aparte, hay que señalar que la tendencia inducida hacia la adquisición de unos bienes de inversión de menor vida útil significa que se requiere una mayor inversión bruta para proveer a la sustitución del capital existente, así como para proveer a la inversión neta necesaria para elevar los niveles de vida de mañana. Por eso, el índice relativamente elevado de inversión bruta/PNB que tenemos actualmente en Estados Unidos es un indicador engañoso de los incrementos de nuestro capital acumulado.
De hecho, ya hemos experimentado un desasosegante descenso del nivel de inversión neta con relación al PNB. Sobre una base de renta nacional y de contabilidad de productos, la inversión neta ha caído, desde un nivel medio del 6,7% del PNB en los años setenta -y aún mayor en los sesenta-, al 4,7% en los ochenta. Por añadidura, el índice no es bajo solamente en relación con nuestras cotas históricas, sino también en relación con los valores internacionales más frecuentes. Las comparaciones internacionales de la inversión neta deben tomarse con cierta cautela, en razón de las diferencias existentes en la medición de las amortizaciones y de algunos otros detalles técnicos. Comoquiera, que sea, los datos existentes indican que entre 1980 y 1986,la inversión neta privada y pública ha sido como proporción del PNB inferior en EE UU que en cualquier otro país industrializado, salvo el Reino Unido.
Es importante advertir, como ya inclicábamos antes, que los efectos negativos de los déficit federales sobre el crecimiento del capital pueden verse atenuados durante un cierto tiempo por diversas fuerzas del sector privado. Una de éstas es un considerable período de crecimiento de la producción por encima del crecimiento potencial del PNB -como ha ocurrido durante gran parte de los últimos seis años-, lo cual impulsa indudablemente las expectativas de venta y beneficio, y con ellas, la inversión de las empresas. Lógicamente, no pueden persistir tales tasas de crecimiento, lo cual hace que ese factor sea de naturaleza intrínsecamente pasajera.
Ahorro exterior
Otro factor que tiende a limitar la caída del gasto en inversión sería toda tendencia del ahorro a responder positivamente a la elevación de los tipos de interés provocada por los déficit. La oferta de ahorro privado interno presenta cierta elasticidad al tipo de interés, en la medida en que los sujetos dejan de gastar cuando los costes del endeudamiento son altos y los intereses de sus activos financieros son comparativamente favorables. Pero la mayoría de los analistas encuentran que esa elasticidad no es lo bastante grande como para atribuirle mucha importancia.
Finalmente, las entradas netas de ahorro exterior pueden constituir, como se ha demostrado en los últimos años, un importante incremento del ahorro interno. Durante los años ochenta, el ahorro externo ha servido para mantener dentro de proporciones moderadas la caída del índice inversión bruta-PNB, al tiempo que el déficit federal crecía en unos 2,5 puntos porcentuales en relación con el PNB. Como promedio, las entradas netas de ahorro externo han ascendido a casi un 2% del PNB, lo que supone un nivel sin precedentes.
No hay coincidencia de opiniones acerca de la importancia relativa que en el proceso de entrada de capitales han tenido el alto nivel de los tipos de interés en Estados Unidos, las variaciones del rendimiento después de impuestos de las inversiones en Estados Unidos y los cambios de percepción de los riesgos relativos de la inversión en países y monedas diversos. Cualquiera que haya sido el factor principal, si no hubiéramos recibido est incremento sobre nuestro ahorro interno, nuestros tipos de interés habrían sido incluso más eleva dos y la inversión interior más baja. Desde 1985, en que parece decaer el apetito de los inverso res privados por los activos e dólares, la tendencia descendente de los tipos a largo plazo ha segundo un curso errático, con tendencia a nivelarse con una cota todavía elevada.
En perspectiva de futuro, resulta discutible el mantenimiento del ahorro externo en sus actuales niveles. Los datos relativos a Estados Unidos y a otros grandes países industrializados muestran que en los últimos 100 años no ha persistido ninguna corriente tan voluminosa de entrada neta de capital externo y que, por ello, posiblemente esa entrada no sea el mejor sustitutivo, a largo plazo, del ahorro interno. En otras palabras, que largo plazo la inversión interna tiende a estar sustentada solamente en el ahorro interno.
Concluiré insistiendo en mi argumento central. La presunción de que el déficit es un fenómeno benigno es netamente errónea. El déficit es causa parcial del descenso, hasta un nivel subóptimo, del índice de inversión neta registrado durante los años ochenta. Y permitir que siga su curso es permitir una peligrosa corrosión de nuestra economía. Por fortuna, está en nuestras posibilidades el cambiar su sesgo y evitar con ello una caída apreciable de nuestro nivel real de vida.
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