_
_
_
_
Reportaje:

Fantasmas andinos rondan Lima

Sendero Luminoso anuncia una nueva ofensiva en el castigado Perú

Un legendario y terrorífico personaje, el pishtaco, que roba la grasa de los muertos, ha dejado por primera vez las alturas de los Andes peruanos, donde habita desde la época colonial, para llegar hasta las barriadas limeñas, en las que ha sembrado el terror desde finales de noviembre. El fantasma, foráneo y amenazante en la mitología andina de Perú, ha semiparalizado las escuelas de populosos distritos de la capital peruana, como las del famoso barrio autogestionario de Villa el Salvador.

Horrorizados padres, llorosos y en estado de shock, sacan a sus hijos de las aulas antes de la supuesta llegada de los pishtacos, normalmente extranjeros que en la versión más extendida arrancan los ojos de los pequeños para venderlos luego en el exterior. El pánico generalizado en las barriadas limeñas, habitadas corrientemente por inmigrantes andinos desplazados por la violencia política y el abandono oficial, no cesa a pesar de los desmentidos de los ministerios del Interior y de Salud, del Instituto Nacional de Oftalmología y de especialistas hospitalarios.El resurgimiento amenazante y capitalino del viejo mito andino con nombre quechua apareció una semana después del segundo ajuste económico en los últimos tres meses y de que la capital peruana se viera asediada por otro fantasma, éste sí real y claramente mortal y destructor, nacido hace ocho años en la andina capital provincial de Ayacucho, el proscrito grupo maoísta Sendero Luminoso.

El editorialista Gastón Antonio Zapata -"impresionado con la semejanza de este miedo urbano... con la imagen colonial" del pishtaco- atribuye los rumores y su impacto popular a la precariedad económica y a la miseria, acentuadas por los ajustes económicos de septiembre y noviembre que han hecho aumentar los márgenes de desnutrición y pobreza de la población más ncesitada.

En medio del preocupante deterioro económico, de una ola de huelgas que ha afectado, entre otros sectores, el textil, minero, judicial y últimamente el de la salud pública, con paros indefinidos de varias semanas, la sombra senderista se proyecta nefasta sobre esta capital de seis millones de habitantes, sometida a lo largo de las últimas cuatro semanas a fuertes racionamientos de luz y agua por la destrucción de 32 torres de alta tensión situadas en las cumbres andinas.

El corazón del suministro eléctrico peruano se encuentra en el fértil valle del Mantaro, a 457 kilómetros de Lima, y sus ramificaciones se extienden por medio país a través de las espaldas empinadas de los Andres, en las que se calcula hay 2.000 torres de alta tensión, muchas de ellas a más de 3.000 y 4.000 metros de altura.

Un arma para Sendero

Ahí, en los sitios más recónditos y de dificil acceso, Sendero Luminoso tiene una de sus armas más efectivas para cumplir su máxima de "cerco desde el campo a la ciudad".Analistas locales aseguran que éste es sólo el preámbulo de una gran ofensiva iniciada por los senderistas, aprovechando el crítico momento económico que vive este país, el ritual anual de cumpleaños de su líder -Abimael Guzmán Reynoso, que cumplió 53 años el pasado 4 de diciembre- y el fuerte desgaste del Gobierno del presidente Alan García Pérez suficiente caldo de cultivo para lanzar su violenta campaña.

En Lima, los estragos son evidentes. A las numerosas colas por la escasez casi permanente de varios alimentos, casi todos importados, como aceite, leche en polvo, arroz, trigo, azúcar y maíz, se han agregado muchas más para proveerse de pan cuando hay harina o cuando los hornos de algunas zonas han podido funcionar porque hay fluido eléctrico. En el cercano puerto del Callao los barcos que ya han superado los pagos atrasados de fletes y la falta de cartas de crédito por carencia de divisas continúan con su carga de alimentos a bordo porque las grúas y descargadoras están desactivadas por falta de electricidad. "Hasta en esto tenemos el santo de espaldas", dijo amargamente el ministro de Agricultura, Juan Coronado Balmasera.

Si se quisiera encontrar un día-tipo de este cuadro, ninguno más apropiado que el pasado 22 de noviembre, cuando la vulnerabilidad de Lima quedó al desnudo: 15 torres de alta tensión fueron derribadas a la vez; el acueducto de toda la ciudad se vio invadido por agua pestilente; la falta de electricidad hizo caótico el tránsito, imposible el suministro de gasolina y paralizó industrias, empresas y comercios; se agotaron rápidamente el agua mineral y las gaseosas, mientras los mercados y tiendas permanecían cerrados a la espera de esa noche, cuando el entonces ministro de Economía y Finanzas Abel Salinas Eizaguirre, anunciaría un nuevo reajuste económico.

El presidente García, al firmar el 6 de diciembre una ley de unificación de tres cuerpos de la policía peruana, instó a los uniformados a usar las armas que les da la ley y la democracia para erradicar definitivamente la subversión y el terrorismo. "Cueste lo que cueste, ustedes tienen que erradicarlos", dijo.

Al día siguiente, el jefe del Estado peruano promulgaba una nueva ley antiterrorista, que fija como pena máxima 25 años de prisión y establece drásticas sanciones. A raíz de la detención el sábado 10 de diciembre de Luis Arce Borja, director del ya desaparecido matutino prosenderista El Diario, cuando se encontraba en la imprenta que preparaba un folleto titulado La toma del poder, parece que se lanzará la primera acusación basada en esta ley, en este caso por apología del terrorismo.

A la par con la ofensiva, la insistencia en el mantenimiento de la vía democrática sigue siendo la base de apoyo para enfrentar la crisis económica y la violencia rebelde. "Hasta la subversión armada y la explosión de violencia podrán ser elementos de los cuales el sistema democrático debe sacar fuerza. De otro modo, la democracia sucumbirá con todo lo viejo que se apaga hoy en Perú", decía un reciente editorial del matutino centro-izquierdista limeño La República.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_