Una quiebra inexistente
En el campo de los negocios pocas palabras; tienen tan estremecedor significado como quiebra. El temido vocablo saltó injustificadamente a las páginas de economía de EL PAÍS en el titular de una crónica transmitida desde Londres. Decía aquel encabezamiento: Quiebra el Morgan Grenfell, banco de negocios británica. No había ni hay tal quiebra; el Morgan Grenfell no ha quebrado.El disparate, del que ha protestado, corno es lógico, la entidad financiera, se rectificó al día siguiente anunciando que, lejos de quebrar, el Morgan Grenfell "seguía con una solvente captalización".
¿Qué había pasado? Todo fue un mayúsculo error del redactor encargado de editar un despacho del corresponsal en Londres. Las instrucciones dadas al respecto por el redactor jefe de Economía, Manuel Navarro, no fueron cumplidas.
La crónica de Londres coincidía, explica Navarro, con algún cable de agencia que ya estaba apartado para incluir sus datos en el comentario sobre mercados bursátiles y de cambios que se publica en la página de bolsas internacionales. Navarro indicó al redactor que habitualmente se ocupa de escribirlo que "reservase el espacio para la crónica del corresponsal Ricardo M. Rituerto y que completase el texto con algún apoyo sobre la evolución del dólar y Wall Street en la jornada". "Antes de irme", agrega, "comprobé que el redactor había comenzado el comentario por el dólar y Wall Street, y que la crónica de Rituerto estaba engatillada entre el texto, con su firma en negrita". "Volví a indicar al redactor", continúa, "que diese la crónica de Londres por arriba, con la firma del corresponsal en mayúsculas, y que completase el espacio con la evolución del dólar y Wall Street". Sugirió además un titular que nada tenía que ver con el que luego se publicó. "Al día siguiente", dice, "al ver el periódico, me sorprendió, y más aún cuando comprobé que no se habían seguido mis instrucciones".
De la crónica de Ricardo M. Rituerto sólo se publicaron dos párrafos -los que aparecieron al final-, que se referían al cierre de las operaciones bursátiles del banco Morgan Grenfell; todo lo demás era material procedente de agencias. Ni en la parte que correspondía a la crónica del corresponsal'en Londres ni en la proveniente de las agencias se mencionaba quiebra alguna de la institución financiera.
El autor del dislate -que reconoció el error cometido- "fue convenientemente amonestado" por Manuel Navarro.
Admitido el abultado fallo, hay que lamentar ante el banco Morgan Grenfell y ante ¡os lectores que se haya producido contra todas las previsiones y las medidas tomadas.
"Plantaciones" de cocaína
En una crónica procedente de Bogotá sobre la lucha contra el narcotráfico (EL PAÍS, 6 de noviembre) se afirmaba que los labriegos de una determinada zona de Colombia "siembran marihuana y cocaína", y que existe una tradición indígena de tener junto a la casa "matas de cocaína".
Desde Arhhem (Holanda), el lector Tomás Ríos escribe sorprendido al leer que la cocaína se siembra y que hay matas de cocaína. "Semejante aseveración obliga a una aclaración", dice: "La cocaína, en su estado de sulfato o clorhidrato, es un derivado químicc,".
En efecto, la cocaína no es una planta; es un alcaloide, un compuesto orgánico nitrogénado, de carácter básicoyroducido a partir de la coca. Esta sí es una planta; pertenece a la familia de las eritroxiláceas.
La hoja de la coca es la materia prima de la que, junto a otras sustancias no naturales, se obtiene el alcaloide llamado cocaína (la nicotina es un alcaloide extraído del tabacoj. Mal pueden existir, por tanto, sembrados ni matas de cocaína. Si la cocaína pudiera cultivarse como la coca, el panorama del narcotráfice, sería un problema aún de mayores dimensiones.
Ortografía y publicidad
Las faltas de ortograria que se publican en los periódicos no son privativas de los duendes, los fallos o los despistes de los redactores o de los correctores de pruebas; algunas hay que anotar en la cuenta de los publicitaarios. Un lector atento de EL PAÍS escribe al ombudsman para señalar que en un mismo día (4 de noviembre) ha cazado cino faltas. En el anuncio de unos grandes almacenes: "fín (acentuado) de semana"; en el de un semanario: "porque vamos a la huelga" (debió escribirse por qué, según el sentido que se pretende en la frase); en el de un hipermercado: "estaran (sin tilde en la a) abiertos"; en el de una; impresoras: "aún (acentuado) en las condiciones más extremas", y en el de una marca de vídeo: "dieciseis (sin acento en la última e) veces".
Este tipo de faltas ortográficas en la publicidad es bastante frecuente y no es la primera vez que se quejan los lectores. Al periódico, los originales de mucho; de estos reclamos llegan ya confeccionados, montados, totaImente acabados, listos para su reproducción; lo que se llaman "artes finales". En ellos no intervienen los técnicos de diseño del departamento de publicidad del diario. Hasta ahora, porque en adelante esos técrtices de diseño de EL PAÍS se ocuparán de revisar los textos de todos los anuncios, sean o no artes finales.
Anagrama, logotipo y logomarca
La, palabras logotipo, anagrama y logomarca no siempre se emplean correctamente. El director artístico de Tau Diseño, SA, Emilio Gil Cerracín, escribe al ombudsman para señalar que en una crónica (30 de noviembre) acerca de la Comunidad Europea se decía en el antetítulo: "Presentado el anagrama pintado por Tápies"; en el texto y en un pie de fotografia, en lugar de anagrama, se hablaba de logotipo. Como en ambos casos se referían al mismo motivo gráfico, a Gil Cerracín le "gustaría aclarar este tema, que últimamente está siendo causa de confusión debido a la falta de precisión sobre los términos".
He aquí lo que, según el lector, todo manual de diseño corporativo define ciaramente sobre los términos. Anagrama es el signo o símbolo gráfico representativo, cuya sola visualización debe ser suficiente para la identificación de la institución, acción o empresa; logotipo es el nombre de la institución, que está diferenciado gráficamente mediante un tipo de letra característico y específico, que ayuda a fijar el recuerdo en la mente de los observadores, y iogomarca es la combinación del anagrama y del logotipo, el signo propio y representativo de la institución o empresa.
La definición de logotipo no se aparta demasiado de la académica. Anagrama sí resulta con una otra dimensión que probablemente habrá que aceptar por la frecuencia con que se usa en el sentido que señala Gil Cerracín. Y logomarca es una palabra nueva sobre la que es fácil tengan que pronunciarse los expertos. En cualquier caso, parece que los manuales de diseño han abierto un camino a la comprensión de unos vocablos que se estaban entremezclando con resultados equívocos.
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