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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una comunicación a mi amigo

Hay un amigo que sostiene que a Wagner se le venera en Cataluña fundamentalmente por un motivo: porque no se le entiende. Pero a la vez Wagner constituye un espejo para los catalanes, uno más de los numerosos signos de identidad que nos abruman. En síntesis, dice mi amigo, la Butterfly vive en Badalona, mientras que Tristán, Parsifal y Lohengrin están en la Luna, héroes luminosos -mi amigo no discute este extremo- pero inalcanzables, hiératicos, meros símbolos para una proyección que no admite razonamientos, sino simple devoción. Setenta y cinco años después del estreno de Parsifal en Barceloria los barceloneses que siguen acudiendo al teatro cuando se da. un Wagner lo hacen, según él, más para sentirse fieles y reflejarse en su propio pasado que por sintonía verdadera con la obra.

Parsifal

De Richard Wagner, Intérpretes: Simon Estes, Peter Hofmann, Eva Randová, Kurt Moll, Kurt Rydl y Anthony Raffell. Pruducción: Ópera de Colonia. Dirección: Jean-Pierre Ponnelle, realizada por Forian Leibrecht. Decorados: J. P. Ponnelle. Vestuario: Pet Halmen. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo dirigidos por Uwe Mund. Liceo, Barcelona, 8 de diciembre.

Wagnerianos de antes

Quizá sea importante, hoy, tener un recuerdo especial para los wagnerianos catalanes de primera generación, aquéllos que impulsaron la machada que hoy conmemoramos. Los varios Letamendi, Marsillach y Ribera que impulsaron aquel movimiento realizaron una importantísima obra divulgadora de los textos wagrienÍanos. Aquellos profetas consiguieron por ejemplo que las representaciones se realizaran con las luces del teatro apagadas, provocando, como no, las iras de la enjoyada platea.Herencia última de tan arduo combate puede considerarse el Parsifal ahora programado, modelo de seriedad, de gusto, de buen hacer a la hora de buscar intérpretes, de compromiso con la obra wagneriana y de respeto para con los espectadores a la hora de ofrecer las mejores condiciones de audición. Ahora bien, y con ello respondo a mi amigo: Wagner no exigió veneración a su obra, como habitualmente: se cree -y a ello contribuyeron no poco nuestro abuelos-, sino comprensión.

Perdonen el discurso, nada nuevo, por otro lado, pero amistad obliga. Y también obliga el excelente montaje ahora estrenado, en el que Jean-Pierre Ponnelle se nos aparece como el último grande cuyo talento está, todo él, al servicio de la superación de las barreras. Oprimente selva junto a la sede del Grial, sobre la que pesan tal cantidad de signos que resulta. imposible reconocer su primigenio significado; severidad románica final para el Monsalvat del tercer acto, despejado ya de toda barroca simbología.

Junto a estos elementos, animados por un exquisito diseño de luces, lo mejor es la dirección del movimiento escénico: la sobrecogedora humillación de Amfortas arrodillado cuando apoarece por primera vez en escena o ese delicado trabajo con el personaje de Kundry, la mujer que, en el último acto, no es ya la fiera acorralada de antes, sino una mujer de pie que asume su destino con entereza y se diluye, en lugar de caer fulminada, cuando ya los acontecimientos hacen innecesaria su presencia. Sencillamente emocionante.

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