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Reagan y Bush no quieren "regalo de Navidad"

Francisco G. Basterra

Es posible., como dijo ayer un portavoz soviético, que Mijail Gorbachov traiga a Nueva York un "regalo de Navidad para el pueblo norteamericano y la humanidad", pero Ronald Reagan y George Bush ni lo han solicitado ni están dispuestos a responder a esta generosidad política. Esto no es una cumbre, insiste Washington, sólo tina despedida y la presentación del nuevo presidente al líder soviético. "Le diré", ha explicado Reagan, "que Bush es un hombre que representa un cambio, pero también continuidad".Cuando Gorbachov se vea mañana, en la isla del Gobernador (una base del servicio de guardacostas en el puerto de Nueva York), con su amigo Ronald Reagan, por quinta vez, no debe esperar ninguna "propuesta importante" del lado norteamericano. El presidente saliente, un ex cruzado de la guerra fría que ha establecido un increíble proceso de distensión con la superpotencia comunista, tendrá a su lado a su sucesor, George Bush, y ambos se limitarán, sobre todo, a escuchar.

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Tendrán 20 minutos de conversación antes de almorzar. Después de la comida está previsto otro espacio, pequeño, para continuar el diálogo. "No esperamos sorpresas en el almuerzo", aunque estamos preparados para entrar en una discusión sustantiva sobre derechos humanos, Afganistán, control de armamentos, y quizá Centroamérica, ha dicho el consejero de Seguridad Nacional, Colin Powell. La sorpresa, si la hay, se producirá probablemente a las once de la mañana cuando Gorbachov hable ante las Naciones Unidas para anunciar su nueva visión del mundo.

El encuentro de la isla del Gobernador, justo un año después de que Gorbachov firmara en Washington el tratado de desmantelamiento de los misiles INF de alcance intermedio, marcará el final de la era Reagan en las relaciones con la URSS y el paso del testigo a George Bush. Los norteamericanos creen que el líder soviético, ansioso por obtener un éxito rápido en política exterior que cubra sus problemas internos, busca que Reagan con su presencia en Nueva York transfiera la antorcha a su sucesor y garantice así, simbólicamente, que éste continuará su política.

El presidente de la URSS desearía fijar ya la fecha de una cumbre formal con el nuevo presidente norteamericano y establecer una agenda de trabajo. Pero Bush, más prudente que Reagan en su abrazo de las reformas en la URSS, no tiene tanta prisa. Ha prometido primero consultar con los aliados y debe preparar antes una estrategia nuclear para un mundo post-INF. Como mínimo, esto le llevará los seis primeros meses de 1989.

El encuentro entre los líderes no producirá acuerdos y quizá ni siquiera una declaración conjunta. Bush que en principio, a no ser que lo solicite expresamente Gorbachov, no se entrevistará a solas con él, dejará claro que hasta el 20 de enero no será presidente. Va a Nueva York como vicepresidente y no como presidente electo y no llevará al encuentro a su secretario de Estado designado, James Baker, ni a su consejero de Seguridad Nacional, Brent Scowcroft.

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Será, sobre todo, una reafirmación de la continuidad en una relación que ha permitido que se hable del fin de la guerra fría. Y 120 minutos para la nostalgia y el recuerdo de cuatro cumbres entre Reagan y Gorbachov que cambiaron las relaciones internacionales.

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