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Adjetivos

No tienen perdón. Disponen de un escritor de prestigio internacional, de algún poeta antologizado por Pepe Batlló y también del en un tiempo considerado heredero de Castellet en el papado de la crítica literaria española. Eso para no movernos de altas esferas que van de Parlamento para arriba, pero es que por debajo de esos niveles el poder está lleno de poetas autonómicos y municipales que en ocasiones han dejado de serlo por culpa de la ingente tarea de modernizar España. Al comienzo de este inmenso lío aún utilizaron alguna metáfora inquietante que sumaba las preocupaciones de Hawking por los agujeros negros con las de Foster Dulles por el peligro comunista, pero en cuanto se ha pasado a la etapa del rodillo argumental burocrático, el poder, todo el poder, avanza pertrechado por dos únicos adjetivos: irresponsable y desproporcionado.No sé si me entienden. ¿Tan difícil era haber seleccionado 50 o 60 adjetivos? ¿Por qué todo el funcionariado empeñado en esta cruzada repite como un borrego orgánico colectivo "irresponsable" y "desproporcionado"? ¿Por qué se ha paralizado el buen gusto literario de los antes aludidos y no han intervenido enérgicamente en el asunto, aunque sólo fuera como aliviadores semánticos? Qué bonito hubiera sido utilizar descomedido, excedido, desarreglado, desentablado, insensato, inconcebible, inverosímil, desviado, desordenado, blasfemo, sacrílego, impío, nefario, perverso, abominable, necrófago... Pero no, machaconamente, desproporcionado e irresponsable. Y aunque se haya concedido cierta libertad sobre el orden de enunciación de estos dos adjetivos, Alfonso prefiere que primero se diga irresponsable y después desproporcionado. Lo advierto porque lo tengo muy observado, y más de uno se va a llevar un disgusto tomándose la libertad de saltarse el orden con demasiada alegría. Si se quiere seguir en la fotografía, el orden no importa. Ahora bien, si se quiere mejorar de puesto en futuras fotografías, no lo olvidéis: primero irresponsable y después desproporcionado.

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