_
_
_
_

Ofertas de salud y belleza

El antropólogo Paolo Bartroli alerta sobre la cultura de la medicalización

Milagros Pérez Oliva

La educación sanitaria corre el riesgo de ser utilizada como un medio de control social, según el antropólogo Paolo Bartroli, del Instituto de Etnología y Antropología Cultural de Perugia (Italia), que ha viajado a Barcelona invitado por el Instituto Catalán de Antropología. La medicalización y el consumismo imponen la idea, según Bartroli, de que la salud y la belleza son sinónimas y pueden comprarse.

Paolo Bartroli subraya que "en la fuerte medicalización de la actual sociedad, la educación para la salud puede ser un instrumento para ayudar a la gente a defender o conservar la salud, pero también corre el riesgo de ser utilizada como un instrumento muy refinado de control social".Las ciencias de la salud tienden a intervenir en todos los ámbitos de la vida y traducir a términos exclusivamente médicos lo que son problemas de la organización social. "En Italia se considera que los pasteles industriales son el principal problema de salud de la infancia y la adolescencia, cuando el problema real es el de la adulteración de los alimentos que, desde luego, no se aborda. Otro ejemplo: el problema no son las enfermedades laborales, sino las condiciones de trabajo insalubres".

Sanos y hermosos

La medicalización crea una cultura que tiende a explicarlo todo en términos médicos, desde la apatía a la sexualidad, pasando por la obesidad. Según Bartroli, el objetivo prioritario de la educación para la salud es cambiar estilos de vida, desde la alimentación hasta las costumbres. Pero, en su opinión, la creciente interrelación entre el consumismo y la medicalización puede acabar imponiendo la tirania de lo saludable, entendiendo como saludable determinados comportamientos o patrones. "Un ejemplo de ello es la asociación conceptual entre salud, esbeltez, belleza y juventud. Esta asociación constituye un concepto culturalmente tan fuerte que se está imponiendo la idea de que si no se es guapo, casi casi no se es sano".

El consumismo inculca además, según el antropólogo, la idea de que la salud puede comprarse. Determinados anuncios publicitarios sugieren incluso que a través de la medicalización se puede lograr la felicidad. Y quien no es guapo y saludable es porque no quiere, porque ahí están desde la cirugía estética a la endocrinología para solucionarlo. "El proceso se cierra cuando se utiliza la educación sanitaria para culpabilizar al ciudadano de sus problemas de salud y atribuirle la responsabilidad de unos desajustes que no dependen de él. El ciudadano tienen un margen de elección, y la educación sanitaria puede ayudarle a elegir, por ejemplo a dejar de fumar. Pero está claro que no puede dejar de respirar aire contaminado. La educación sanitaria se está centrando únicamente en la responsabilidad individual, mientras elude la responsabilidad colectiva, la que depende de los poderes públicos. Por ejemplo, la de adoptar medidas para evitar la contaminación".

Paolo Bartroli entiende, por el contrario, por educación para la salud aquella que obliga a los ciudadanos a plantearse los problemas de fondo que intervienen en la salud. "Determinados factores de riesgo sólo se eliminarán cuando se movilicen masas enteras de personas. Los educadores de salud no pueden limitarse a dar consejos individuales, cuando no órdenes. La educación sanitaria debe fomentar que los grupos sociales discutan y descubran cuáles son los factores de salud y de insalubridad de su propia comunidad, para que puedan intervenir sobre ellos".

Paolo Bartroli considera que la aportación de la Antropología consiste precisamente en hacer ver a los médicos y sanitaristas que su intervención no es neutral, ni puramente técnica, como ellos pretenden, sino profundamente cultural.

"Comemos vitaminas, pero también placer"

El profesor Bartroli entiende la educación sanitaria como un enfrentamiento entre dos tipos de competencias: la de los técnicos, que definen cuáles son los problemas sanitarios, cuáles los factores de riesgo, y la de los propios ciudadanos, que deben evaluar sus condiciones de vida.

Porque en la vida no se dan los compartimientos estancos: "Los técnicos deben comprender que cuando la gente come, no come sólo vitaminas. Come cultura, relación, amistad, placer. Come muchas cosas". La tendencia de quienes actualmente hacen educación sanitara es disociar los procesos, y el resultado, según Paolo Bartroli, es la enajenación del individuo respecto a su cultura.

"No es el médico quien ha de definir unilateralmente cuáles son los problemas de salud. La definición de estos problemas debe ser el fruto de una negociación entre los técnicos y los afectados. Sin la participación crítica de éstos, no es posible llegar al fondo de los problemas. De ahí que muchas de las intervenciones que se hacen ahora acaben fracasando", afirma.

"Por ejemplo", añade, "se hacen grandes campañas entre los adolescentes para advertirles del peligro de la droga. Los técnicos han dicho que ése es el principal riesgo para su salud. Pero para ellos, seguramente, el principal problema es el acné". O no poderse contener la eyaculación cuando hace el amor con su novia.

Por eso, según el profesor Bartroli, "sólo cuando la educación sanitaria se plantee desde la óptica de la propia población, podrá abordar eficazmente algunos de los riesgos en los que pretende intervenir". Es decir, que sólo cuando sea la propia juventud quien se plantee el problema de la droga podrán ser eficaces las campañas, pero en ese caso, se pondrán sobre el tapete otros problemas más profundos que ahora se prefieren ignorar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_