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CITA LATINOAMERICANA EN MÉXICO

Salinas propone a los mexicanos un acuerdo nacional

Antonio Caño

El nuevo presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, prometió ayer la reforma democrática del país y una renegociación de la deuda externa sobre la base de que su Gobierno no seguirá pagando las cantidades que ha transferido hasta ahora. Salinas convirtió su discurso de toma de posesión en un alegato sobre la necesidad de construir una nueva sociedad, más democrática, más moderna, y convocó a un gran acuerdo nacional para adaptar las estructuras políticas a la realidad actual. "Estoy decidido a sacar adelante una reforma democrática", manifestó Carlos Salinas después de que los diputados del Frente Democrático Nacional (FDN), de oposición, hubieran abandonado la sala del Congreso mexicano en señal de protesta.

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El presidente reconoció que "existe un nuevo México político, una nueva cultura política" y admitió que "es necesario modernizar la política, la economía y la sociedad". Explicó que la primera inquietud en materia política es "la transparencia de los procesos electorales" y añadió que compartía la preocupación de los ciudadanos sobre este aspecto.Salinas prometió gobernar para todos los mexicanos y pidió la colaboración de la oposición "para la apertura de la vida democrática". Exhortó a sus compañeros del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a convertirse en vanguardia del cambio que el patrocina, y precisó que su propuesta "no es cambiarlo todo". "Haremos cambios apegados a las raíces, no fuegos de artificio que no perduran", dijo.

Aplausos de mandatarios

El nuevo presidente se extendió particularmente en defender la necesidad de la modernización del Estado, sobre el que dijo que "no puede ni debe intentar ser el único actor". Salinas dijo que la reforma política debe asentarse en el crecimiento económico y manifestó que la parte fundamental de ese crecimiento será la inversión privada.

Los más fuertes aplausos del día -incluidos los de Fidel Castro, quien acudió al acto junto a los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín; Colombia, Virgílio Barco; Nicaragua, Daniel Ortega; Guatemala, Vinicio Cerezo; El Salvador, José Napoleón Duarte; Honduras, José Azcona; y el primer ministro de Belize, Manuel Esquivel- fueron para las propuesta de Salinas en materia de deuda externa. "Declaro enfáticamente que por encima de los intereses de los acreedores está el interés de los mexicanos", anunció.

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Salinas dio instrucciones al nuevo ministro de Hacienda, Pedro Aspe, para que renegocie la deuda externa mexicana (alrededor de los 110.000 millones de dólares), pero advirtió previamente que México no volverá a destinar, como hace ahora, el 5% de su producto nacional al pago de la deuda. "La prioridad no será pagar sino volver a crecer". Carlos Salinas dijo que su Gobierno exigirá en la negociación con los acreedores que la deuda histórica reduzca su valor y que, igualmente, disminuya el valor real de la deuda.

"No se trata de una actitud demagógica ni de una advertencia", sino de una conclusión que surge de "las necesidades de la población", agregó el nuevo presidente.

El discurso de Salinas estuvo lleno de llamamientos al diálogo y a la concordia. Propuso una nueva relación del Gobierno con las fuerzas sociales y con la Prensa. Pidió el esfuerzo de todos para que el país se adapte a la gran transformación mundial que, en su opinión, se está produciendo, y prometió, en definitiva, una nueva época.

Protestas de la oposición

Antes de abandonar sus escaños, la representante del FDN, Marcela Lombardo, definió la jornada de ayer como "un día aciago en el que se consuma una grave afrenta al derecho del pueblo a elegir a sus gobernantes". La diputada de la segunda fuerza política del país manifestó en su discurso que "Carlos Salinas de Gortari no llegó a la presidencia como resultado de la decisión mayoritaria, que se expresó en favor de Cuauhtémoc Cárdenas".

El FDN describió la situación del país como "crítica" y, aunque aceptó dialogar con el Gobierno sobre una solución "nacional, popular y democrática", anunció que seguirá "luchando por el poder hasta alcanzarlo". Su portavoz en el Congreso descartó que los partidos que apoyan a Cárdenas vayan jamás a convocar a la violencia.

El represente del Partido de Acción Nacional (PAN), Abel Vicencio Tovar, denunció desde la tribuna parlamentaria que "el origen del nuevo presidente es ilegítimo y seguirá siendo ilegítimo hasta el fin de los tiempos. También se pronunció a favor del diálogo con el nuevo Gobierno mexicano, pero advirtió, al mismo tiempo: "El pueblo está en pie de lucha y ya nadie puede pararlo".

En la calle, vanas decenas de miles de simpatizantes del PAN realizaron ayer una manifestación de protesta, gritando eslóganes contra Salinas.

¿Quién cree en el presidente?

¿Quién cree en Carlos Salinas de Gortari? No, por supuesto, la oposición, que lo considera fruto de un fraude y símbolo de un sistema corrupto. Tampoco su propio partido, que lo deja hablar con la convicción de que antes o después caerá en la maraña del régimen. Ni la mayoría de la población mexicana, que lo cree demasiado joven (40 años) y demasiado pequeño (poco más de 1,60) para imponer los atributos que se estiman imprescindibles para poder gobernar este país. ¿Quién cree entonces en él? Un puñado de hombres que le es fiel desde hace años y un grupo de analistas. extranjeros seducido por la claridad de ideas del nuevo presidente de México.Poco bagaje parece éste para afrontar el proceso de transformación que Carlos Salinas tiene en mente. La debilidad mayor del proyecto modernizador mexicano -lo que se ha dado en llamar maxicastroika- es que se trata de la idea -mal explicada- de un solo hombre al que los demás dejan hacer porque no tienen otra alternativa. Utilizando la comparación con la reestructuración en la Unión Soviética, podría decirse que mientras Mijail Gorbachov llegó al poder en olor de esperanza, Salinas llega en olor de escepticismo.

Carlos Salinas decía recientemente en una conversación privada que el crecimiento electoral de la oposición le había favorecido porque eso había conseguido asustar a los dinosaurios del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y les había obligado a entregar el poder a un reformista. Tras las elecciones del 6 de julio, Carlos Salinas pugnó en el seno de su -partido para que le fuese reconocido a la oposición el porcentaje de votos más cercano a la realidad. Con ese 50% de votos que los resultados oficiales dieron a los partidos opositores, Salinas tuvo argumentos suficientes para plantearle a los dirigentes de su partido la disyuntiva fatal: "Señores, o cambiamos o nos vamos al carajo".

Empieza ahora la oportunidad de demostrar si él es capaz de encabezar ese cambio. Salinas es un hombre atrevido, casi frívolo, a quien su imagen no hace justicia. A distancia, Salinas resulta un hombre sin carisma que no consiguió durante todo un año de campaña electoral establecer una comunicación efectiva don la población. De cerca, sin embargo, se convierte en un persónaje extraordinariamente convincente, rebosante de seguridad en sí mismo. Lo que más llamó la atención de un observador extranjero después de conversar con el nuevo presidente es que se trata del único político mexicano que se ríe fuerte y sinceramente.

Su currículo político ha sido utilizado al mismo tiempo en contra y a favor de Salinas. Hijo de un secretario de Estado, licenciado por la Universidad Nacional Autónoma de México, poseedor de dos maestrías y un doctorado por la universidad norteamericana de Harvard, secretario de Planificación en el Gabinete de Miguel de la Madrid. Todos ellos son datos que sirven a sus enemigos para descubrir a un hombre del sistema con vocación pronorteamericana. Para sus colaboradores, sin embargo, este pasado demuestra que México tiene hoy un presidente preparado, con experiencia política y buenos contactos en el exterior.

Era un joven de los que hacía saltar los medidores de coeficientes de intelectualidad. Mientras sus compañeros montaban barricadas en 1968, él se dedicaba a prepararse para ser presidente. Es católico practicante, aunque, como exige la tradición laica mexicana, jamás lo reconoce en público. A los 24 años se casó con Cecilia Occelli González, con la que tiene tres hijos. Las miradas de muchos mexicanos están puestas en esta mujer, con curiosidad por saber si, como su antecesora, será promotora de un puritanismo en cine y televisión que actualmente alcanza niveles ridículos.

Carlos Salinas es un triunfador nato. Hasta en el deporte participa para ganar, como lo hizo formando parte del equipo mexicano de equitación en los Juegos Panamericanos de 1971. Fue ministro con 34 años y se ha convertido ya en el presidente más joven de la historia del México posrevolucionario. Sus colaboradores lo definen como un hombre entrañable, pero extraordinariamente exigente. Sus rivales destacan en él un carácter autosuficiente y autoritario. La labor de sus asesores de imagen será la de convertir a quien parece un tecnócrata en el humanista que gusta en este país. La labor del propio Salinas será la de buscar, golpe a golpe, credibilidad y respaldo popular para la misión que hoy comienza.

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