El Likud y los laboristas acuerdan formar un Gobierno de unidad en Israel
Representantes de las dos grandes formaciones políticas israelíes, el Likud y el Partido Laborista, alcanzaron ayer un acuerdo de principio sobre las líneas generales para formar un nuevo Gobierno de unidad nacional, pero no sobre una eventual distribución de carteras. El coste político de las exigencias presentadas por los partidos religiosos, los verdaderos ganadores de las elecciones legislativas, ha obligado al líder conservador, Isaac Shamir, a reconsiderar la estrategia de su coalición. El laborista Simón Peres, por su parte, se enfrenta ahora, si se confirma la formación de la coalición, con la amenaza de desmembramiento de su partido.Una mayoría gubernamental sustentada en el apoyo de los radicales partidos religiosos hubiera sido contestada por amplios sectores de la sociedad israelí, eminentemente laica, y tropezaría además con la oposición del lobby judío norteamericano, contrario a la reforma de la ley del Retorno en sentido restrictivo.
Shamir eligió, no obstante, ese camino, con la intención de garantizarse una mayoría parlamentaria que le permitiera formar Gobierno con comodidad, y sólo después entraba en sus planes invitar a los laboristas a participar en algunas áreas. Hay quien aseguraba incluso que, habida cuenta de la división del partido de Peres en torno a su figura, Shamir podía esperar su relevo para negociar con Isaac Rabin, el actual ministro de Defensa. Sabido es que las relaciones entre los dos jefes de fila han sido muy tensas en la última fase de la pasada legislatura.
Finalmente, el riesgo político de aceptar las condiciones de los religiosos para entrar en la coalicíón parece haber retraído al líder conservador. Existen, sin embargo, limitaciones al acuerdo con los laboristas. En función de los resultados (el Likud obtuvo dos escaños más), la distribución de las carteras no será equitativa, y Peres no estará al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Aun así, Rabin está dispuesto a participar en el nuevo Gabinete, siempre que conserve su puesto. Es evidente que no todas las corrientes laboristas aprueban entrar por la puerta chica.
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