Raymond Barre: "Ya no hay guerras de religión"
El ex primer ministro francés lanza un grupo de centro "para frenar los excesos de derecha e izquierda"
Para algunos es un outsider que debería abandonar la escena política y regresar a sus clases de Economía. Para otros es un hombre de futuro, destinado a volver al poder de la mano de la apertura del presidente François Mitterrand. Pero Raymond Barre se niega a contemplar hipótesis futuristas. Agazapado en su escaño de diputado en la Asamblea Nacional, el ex primer ministro francés digiere su derrota, compartida con Jaeques Chirac, en la primera vuelta de las pasadas elecciones presidenciales, lanza en solitario iniciativas parlamentarias y prepara el futuro.
Haciendo honor a su fama de académico riguroso y paciente ha fijado su horizonte en la convocatoria electoral de las legislativas de 1993.Convencido de que subsisten aún grandes diferencias en los proyectos políticos defendidos por la derecha y la izquierda, Raymond Barre confía en capitalizar dentro de cinco años el corrimiento al centro del electorado propiciado por la apertura presidencia¡. Para ello ha lanzado un nuevo proyecto, con voluntad de consolidar un partido centrista en Francia: la Convention Liberale Europeene et Sociale. Barre estuvo esta semana en Barcelona donde pronunció una conferencia.
Pregunta. En los últimos años ha dejado que sus amigos organizaran clubes barristas pero se ha negado a organizar su propio grupo político. Sin embargo ahora acaba de anunciar el lanzamiento de un partido de centro reformista.
Respuesta. Tras las elecciones presidenciales me ha parecido necesario responder a los que me habían apoyado y votado, reagrupándoles en la Convención Liberal, Europea y Social. Con estos tres términos he evocado los principales compromisos de mi campaña electoral: una economía competitiva, fundada en la libertad de empresa y de comercio; una sociedad de solidaridad; y el reforzamiento de Francia para que pueda jugar su papel en la Comunidad Europea.
P. ¿Por qué ahora?
R. Porque las presidenciales han evidenciado una reclasificación de todas las fuerzas políticas y he deseado que pudiera formarse una fuerza autónoma, homogénea y responsable, capaz de introducir cierta flexibilidad en la vida política francesa; susceptible tanto de corregir los excesos del partido del orden, como de impedir los excesos de la izquierda ideológica. Esto requiere que pueda haber un reagrupamiento de responsables políticos en una nueva organización, no exactamente un partido, aunque creo que hará falta tiempo.
El horizonte de 1993
P. ¿La Convención concurrirá como tal en las elecciones municipales del mes de marzo?.
R. Está en fase de formación. Es una empresa de varios años y no puede lanzarse ahora a las municipales. Si el proyecto triunfa, nuestro horizonte son las legislativas de 1993.
P. Sin embargo, algunos de los centristas más afines a su persona van a presentarse. Bruno Durieux ya ha anunciado su candidatura contra el ex primer ministro Mauroy en Lille.
R. La Convención concierne a la sociedad civil y tiene el objetivo de no dejar dispersar al electorado que se agrupó detrás de mí en las presidenciales. Puede contribuir a la emergencia de una fuerza de centro.
Pero, de momento, las alianzas para las municipales frenan la reclasificación tanto a derecha como a izquierda. No habrá, por tanto, un mensaje unificado alrededor de la convención para las elecciones de marzo.
P. Desde las presidenciales usted ha actuado en solitario en la Asamblea. Algunos dicen que está fuera de juego.
R. Los que dicen que estoy marginado son los que lo desean, los que hubieran querido que me quedara fuera de la vida política. Pero no hay razón para ello, ya que, pese a la extraordinaria -diferencia de medios, quedé a sólo 3 puntos de Chirac. Lo que ha irritado en ciertos medios es que al día siguiente de las elecciones me negué a protagonizar una oposición sistemática.
P. Para otros sectores es usted el recambio idóneo al que recurrirá Mitterrand para formar gobierno si el gabinete de Rocard entra en crisis. ¿Acudiría a la llamada del presidente?
R. No creo que esta eventualidad pueda presentarse. Además, no busco un cargo. He sido primer ministro durante cinco años y dispongo aún de una audiencia política que no depende de un título. Llevo a cabo la acción que creo necesaria sin estar condicionado por una eventual participación en el Gobierno.
P. Hace unos días, los espectadores del programa televisivo L'heure de verité opinaron que en su intervención había estado usted más cerca de los socialistas que de la derecha.
R. La diferencia era muy débil. Lo que me pareció más importante fue que las opiniones favorables a mi intervención procedían tanto de un campo como del otro. Esto prueba que mi posición no suscita reacciones negativas ni en la mayoría ni en la oposición.
P. Cuando todas las fuerzas políticas protagonizan movimientos hacia el centro, ¿qué le queda al centrismo político?
R. El centro es dificil de terminar, porque siempre habrá mayoría y oposición. Pero entre la mayoría socialista, a la que reconozco una evolución desde 1983, y la parte de la oposición a la que pertenezco, la diferencia es esencial: la izquierda socialista o socialdemócrata pone el acento en la distribución, en el reparto de la riqueza y en el papel distribuidor del Estado; el liberalismo social pone el acento en la creación de riqueza y en el papel predominante del individuo. No había confusión posible en las presidenciales entre mi mensaje y el de Mitterrand.
Oposición ideológica
P. Con los cambios experimentados por las principales formaciones europeas de derechas y de izquierdas, ¿sigue siendo válida la división tradicional del escenario político?
R. Depende mucho de la historia política de cada país. En Francia la oposición entre derecha e izquierda ha sido ideológica. La derecha ha tenido una experiencia de poder y de gestión más larga que la izquierda, por lo que había una presunción de competencia para la derecha. Entre 1981 y 1983, la izquierda hizo una experiencia particularmente cruel de una política desconectada de la realidad nacional e internacional. Esta lección le ha permitido revisar un cierto número de sus planteamientos.
P. ¿Hasta llegar a confundirse con la derecha?.
R. No escondo que me divierte oir a los socialistas defender algunas tesis que yo tenía cuando era primer ministro y que merecían sus críticas. Pero pese a estos progresos sigue habiendo diferencias. Ya no hay guerras de religión; ahora puede haber una discusión objetiva y honesta sobre los objetivos y los métodos de las políticas que se ofrecen al país por parte de los partidos de derecha, centro e izquierda. Pero las doctrinas siguen siendo distintas.
P. ¿Se ha alcanzado ya el máximo posible en este acercamiento de posiciones?
R. No puedo prejuzgar el futuro y aventurar si conducirá al sincretismo absoluto, pero pienso que, de acuerdo con nuestra tradición histórica, tendremos siempre una corriente a favor del orden, una a favor del movimiento y otra moderada que se esforzará en evitar los excesos en ambos sentidos.
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