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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Baker será el báculo presidencial

El próximo secretario de Estado no tendrá rival en la nueva Administración

Francisco G. Basterra

F. G. B. "El mundo está mirando y esto enviará una señal de estabilidad", explicó George Bush al anunciar, en su primera decisión como presidente electo el nombramiento de James Baker como secretario de Estado. Las cancillerías mundiales, que no habían dejado dudas de que preferían a Bush en la Casa Blanca, pueden suspirar aliviadas por esta decisión que augura una política exterior norteamericana muy pragmática y sin la carga ideológica de los años de Reagan. Aunque la línea de partida serán los principios de firmeza, realismo y diálogo del reaganismo.

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No muy diferente a Shultz

La próxima semana, el canciller de la República Federal de Alemania (RFA), Helmut Kohl, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, serán los primeros líderes aliados en llegar a Washington para evaluar de primera mano a la nueva Administración Bush.James Addison Baker III, de 58 años, puede convertirse en el secretario de Estado más poderoso desde Henry Kissinger. No cabe esperar ningún problema de competencias con el Consejero de Seguridad Nacional. Baker, íntimo amigo de Bush desde hace 30 años y el hombre que ha hecho posible en gran medida la elección de éste, dominará incuestionablemente la ejecución y el proceso de formulación de la política exterior. Y no sólo eso. Será el principal consejero político del presidente guiándole en la formación de su Gabinete.

Los conservadores, de uñas

Ya se habla de él en Washington como el "primer ministro" de la Administración de Bush. Y los conservadores, que odian su tendencia al compromiso y lo que denuncian como falta de principios, se suben por las paredes por lo que entienden el principio de una Administración donde el radicalismo ideológico puede quedarse fuera. No más Jeanne Kirkpatricks ni ultras como Elliot Abrams llevando la política centroamericana.

Baker no ha estado nunca en la URSS y no tiene experiencia en las áreas de control de armas, relaciones Este-Oeste, Oriente Próximo o Centroamérica. El tema de la deuda -es el autor del denominado Plan Baker- puede determinar su aproximación a los problemas de Latinoamérica. Pero Baker se ha sentado en el Consejo de Seguridad Nacional prácticamente durante toda la Administración de Reagan y como secretario del Tesoro ha viajado a 17 países.

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La experiencia obtenida en el mundo de la política económica internacional le servirá sin duda para dirigir la diplomacia norteamericana. Después de todo son mundos cada vez más interrelacionados y la seguridad nacional de EE UU es tan dependiente de la relación con Moscú como de la actuación comercial de Japón o Europa.

Con la dirección y supervisión de Bush, cuya experiencia en asuntos internacionales hace pensar que estará encima de estas cuestiones, Baker tiene ahora que definir las prioridades estratégicas de la nueva Administración. La retirada, ahora empantanada, de los soviéticos de Afganistán, prevista para el 15 de febrero, será uno de los primeros plazos que afronte la presidencia Bush. Aunque el problema del déficit presupuestario puede absorber las energías de la Administración en los primeros 100 días, Bush desea una pronta cumbre con Mijail Gorbachov.

Y ha encargado a Baker que, inmediatamente después de la toma de posesión presidencial, el próximo 20 de enero, consulte con los aliados y se vea con su colega soviético, Edvard Shevardnadze, para preparar un encuentro con el líder de Kremlin. Otra papeleta que tendrán sobre la mesa enseguida es redefinir la política hacia Nicaragua. Se cree que los contras no serán resucitados por la nueva Administración, que buscará algún tipo de acomodación diplomática.

Un ejecutor

Baker, que lo ha sido casi todo en Washington -subsecretario de Comercio en la presidencia de Gerald Ford, jefe del Gabinete de Reagan en el punto álgido de la presidencia, y secretario del Tesoro-, está considerado como el "ejemplo máximo de pragmático". Atajando los instintos de ideólogos como Edwin Meese, fue responsable de llevar a Reagan por caminos realistas. Cuando abandonó la Casa Blanca, siendo sustituido por Donald Regan, el Ejecutivo, atrapado por el escándalo del Irangate, entró en una fase de desconcierto y paralización.

Sin embargo, Baker no es un pensador ni un político con una visión estratégica global. Pasado por la universidad de Princeton, donde hizo una tesis sobre el Partido Laborista británico de la posguerra, y graduado en Derecho por la universidad de Tejas, es más bien un ejecutor. Pero brillante. Su fama reside en que es capaz de lograr resultados y no teme al compromiso para quedarse al 75% de lo que se propone.

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