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El augurio del gran terror antisemita

Las dos Alemanias y Austria conmemoran el 5T- aniversario de la 'noche de los cristales', perpetrada en el III Reich

Las dos Alemanias y Austria conmemoraron ayer el 5º aniversario de la noche de los cristales, como se ha denominado la acción coordinada en todo el III Reich en la que fueran asaltadas e incendiadas las sinagogas, arrasados y saqueados comercios y viviendas de judíos, y varios de sus propietarios, asesinados. Era la primera gran demostración de una militancia terrorista antisemita cuya evolución llevó años después al exterminio de millones de judíos en las cámaras de gas de los campos de Auschwitz, Treblinka y otros.

Las dos Alemanias y Austria conmemoraron ayer por primera vez conjuntamente la noche de los cristales en el imperio (Reichskristall), según se denomina aún en eufemismo trivializador el primer gran pogromo antijudío orquestado por la Alemania nazi. Se denominó cínicamente la noche de los cristales por el ruido de roturas de vidrios de escaparates y ventanales que produjeron los asaltos nazis.Hubo ayer en la RFA, en la RDA y en Austria muchos discursos de condolencia y advertencia, muchas lamentaciones y llamamientos a la memoria perenne. También se dieron, sin embargo, las inevitables polémicas, conflictos sobre forma y con tenido, y la penosa sensación que se desprende siempre de estas ceremonias, en las que los oficiantes son en su mayoría, por necesidad, descendientes de los verdugos y no de las víctimas.

En Francffort, donde se celebró la ceremonia principal de la RFA, el canciller federal, Helmut Kohl, fue increpado y abucheado por jóvenes miembros de la comunidad judía que ya criticaron en los últimos días la asistencia del jefe del Gobierno a los actos.

Según dijeron, un canciller que acudió a rendir honores a los caídos de las SS en el cementerio de Bitburg -durante la visita del presidente norteamericano Ronald Reagan, hace cerca de cuatro años, a la RFA- no es un orador legitimado para un acto de condolencia por las decenas de judíos muertos aquel día, las decenas de miles enviados a campos de concentración y el inexorable proceso hacia el genocidio que se abrió entonces. Varios jóvenes interrumpieron a Kohl con gritos como "todo mentiras" y "qué pasa con Bitburg".

El presidente de la comunidad judía, Heinz Galinski, propuso que el 9 de noviembre sea conmemorado a partir de ahora conjuntamente por los dos Estados alemanes. En Berlín, el martes se celebraron actos conmemorativos a ambos lados del muro, una marcha silenciosa en la parte occidental y un pleno en la Cámara popular en la oriental.

El régimen de la RDA reconoció así, implícitamente y por primera vez, la parte de responsabilidad que le corresponde en el más negro pasado alemán. El jefe del Estado, Erich Honecker, no pudo resistir la tentación de destacar a los comunistas entre los judíos víctimas del terror nazi, y no se refirió a los miles de nazis militantes y colaboracionistas que pasaron a integrar las filas comunistas en la zona alemana ocupada por la URSS.

Advertencia al mundo

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 se produjeron unos hechos vandálicos que pudieron haber advertido al inundo sobre la amenaza que pendía sobre la vida y hacienda de millones de judíos. No fue así. Hubo algunas manifestaciones de protesta, como una multitudinaria en París. Los Estados democráticos mantuvieron su política de máxima dureza en la concesión de visados a los ciudadanos judíos alemanes y austriacos más lúcidos, que sabían ya que la vida de los judíos no valía nada en la Alemania hitleriana.El 7 de noviembre de 1938, un joven judío llamado Herschel Gronspan entraba en la Embajada alemana en París y disparaba cinco tiros al tercer secretario, Errist, von Rath. Ante la policía francesa declaró que se había decidido a cometer el atentado al conocer la deportación hacia Polonia de sus padres por parte de las autoridades alemanas nazis. Von Rath murió dos días más tarde, hecho que la Prensa, la Gestapo y las SA aprovecharon para una amplia acción de represalia contra esta "abominable acción del judaísmo internacional".

La policía alemana había recibido consignas en todo el Reich para no intervenir. Ancianos judíos fueron sacados de sus viviendas, apaleados y ejecutados después por miembros de las SA y de las SS; los cementerios fueron destruidos, los colegios, incendiados. Fue, sin embargo, la indiferencia y complicidad con los verdugos de la población lo que quedó tan marcado en la memoria de las víctimas. Tanto que 50 años más tarde, algunos Judíos emigrantes que fueron invitados por las autoridades alemanas a las conmemoraciones no asistieron ayer "por no poder pisar tierra alemana ni por un día", como decía en su carta una anciana residente en Londres.

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