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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Relaciones con el vecino mexicano en proceso de reforma

Antonio Caño

El próximo presidente de Estados Unidos tendrá que asumir el compromiso de estrenar relaciones con un nuevo tipo de régimen en el vecino México. Hasta ahora, las autoridades norteamericanas dormían con la tranquilidad de que un enorme colchón de estabilidad separaba a Washington de la crisis latinoamericana. Eso ha dejado ya de ocurrir, porque México vive hoy una profunda reforma política bajo la sombra de la desestabilización.Nuevo va a ser, en primer lugar, el presidente con el que Michael Dukakis o George Bush tendrán que tratar. Carlos Salinas de Gortari, que tomará posesión un mes antes que su homólogo estadounidense, no es un hombre sospechoso de antinorteamericanismo. Formado en la universidad de Harvard y bien relacionado con el mundo político de Washington, Salinas se ha pronunciado claramente a favor de una relación estrecha con EE UU. Sus ideas económicas, su sentido modernizador y su trayectoria personal le hacen merecedor de toda la confianza de los norteamericanos.

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Los cambios de Salinas

Pero Salinas es, al mismo tiempo, un hombre de 40 años, profundamente imbuido de la necesidad de realizar cambios de fondo en su país, y resuelto a hacerlo. Ha advertido ya, por ejemplo, que acabará con el régimen de partido único y que si es necesario suspender el pago de la deuda externa (cerca de 110.000 millones de dólares) para favorecer el crecimiento económico del país, lo hará. Desde este punto de vista, Salinas no va a ser, probablemente, un hombre tan cómodo como su antecesor. Salinas gobernará, por otro lado, bajo una presión desconocida hasta ahora, la representada por Cuauhtémoc Cárdenas y su pujante movimiento de izquierda, convertido en la segunda fuerza del país.

Todo esto ha hecho cundir la alarma entre los círculos conservadores de Estados Unidos, algunos de ellos con fuertes intereses económicos en México. En días pasados han aparecido misteriosos anuncios en los principales periódicos norteamericanos en los que se advertía del peligro comunista en el vecino del Sur y de la inminencia de tina guerra civil en México.

La propia Administración mostraba recientemente su preocupación al conceder, ante la sorpresa de todo el mundo financiero, un crédito de 3.500 millones de dólares para contribuir al desarrollo mexicano y, en realidad, para facilitar el tránsito político que inician los mexicanos. No había manera más explícita de recordarle a Carlos Salinas dónde están sus amigos.

Este crédito demuestra también que las relaciones entre México y EE UU se han mantenido hasta ahora en un plano de pragmatismo, sin grandes interferencias ideológicas y dando prioridad a la estabilidad de dos países que comparten 3.000 kilómetros de frontera por la que cada año cruzan millones de personas. Por esta misma razón, México es tal vez el país con más posibilidades de desestabilizar a la primera potencia mundial.

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