Oriente Próximo no tiene candidato

Á. ESPINOSA Las elecciones presidenciales norteamericanas son evocadas por algunos grupos políticos y sociales de Oriente Próximo con la misma ingenuidad con que los niños empiezan a hablar de los Reyes Magos al acercarse las fechas navideñas. La Yihad Islámica, una de las organizaciones que mantienen en su poder rehenes occidentales en Beirut, se dirigía en uno de sus recientes comunicados al "próximo presidente" de Estados Unidos para que deje de entrometerse en la política interior libanesa, como condición para liberar a sus secuestrados norteamericanos. En Israel, muchos palestinos defraudados por el triunfo de la derecha en los comicios legislativos, confían en que una victoria demócrata suavice el previsible endurecimiento de las medidas de represión del Gobierno de Tel Aviv.

En el trasfondo de estas y otras muchas esperanzas se encuentra la convicción de que el todopoderoso del Gobierno de Washington hace y deshace a su gusto en la zona. Un poco de razón no deja de asistir a quienes así piensan, pero la realidad es que no sólo de los enviados especiales de la Casa Blanca depende la solución de los múltiples problemas de esta embrollada zona. En todo caso, como ya es habitual, el proyecto de política exterior de uno y otro candidato a la presidencia de la nación más poderosa de la tierra apenas reflejan diferencias sustanciales en el apartado de Oriente Próximo.