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Del agua, la luz, el plutonio y la 'Iluvia ácida'

Mucho ha llovido desde la aparición del primer Plan Energético Nacional. Pero no lo suficiente para producir la energía eléctrica que, según aquellas previsiones, iba a necesitar nuestro país en los años venideros. A la luz de la revisión del PEN de 1983, el autor del artículo siguiente analiza sus aspectos ambientales.

Este primer plan contemplaba un ambicioso programa nuclear y un importante crecimiento de la producción eléctrica térmica. La producción por caída de agua se preveía asimismo, pero aumentando a un menor ritmo y fundamentada en el aprovechamiento de grandes embalses.Con la llegada del primer Gobierno socialista, en 1983, se produce el parón nuclear. La evolución y previsiones de demanda de consumo de energía eléctrica, así como el rechazo que producía en las bases del PSOE la nuclearización, hicieron que esta medida fuera adoptada con rapidez. Los accidentes ocurridos en otras partes del planeta (Three Miles Island y Chernobil, entre otros que se sepa) no hicieron sino convencer a la ciudadanía de que, siempre que se pudiese, era mejor recurrir a medios más controlables para proveerse de electricidad.

Por otra parte, las centrales térmicas son las principales causantes de un fenómeno, la lluvia ácida, que está produciendo daños irreparables en los bosques europeos y españoles: según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la lluvia ácida afecta al 40% de los bosques españoles (EL PAÍS, 17 de octubre de 1988). En Alemania Occidental, por poner un ejemplo cercano, de cada 100 marcos invertidos en ampliar una central convencional de carbón, más de 30 han de ser gastados en sistemas de limpieza del aire.

En España parece que no estaremos en condiciones de tener centrales térmicas ecológicamente aceptables hasta el año 2000..., tan alto es el coste de las instalaciones que permiten cumplir las normas de la Comunidad Europea (CE). El problema de la lluvia ácida es de tal magnitud que se está produciendo al norte de los Pirineos un desplazamiento del blanco de las iras de los verdes alemanes occidentales y otros grupos ecologistas: las centrales nucleares ya no son el principal enemigo a batir. La lluvia ácida y sus principales causantes, las grandes centrales térmicas, son el problema número uno, y en ese sentido, los Gobiernos europeos y el Consejo de la CE probablemente endurecerán aún más las reglamentaciones de vertidos.

La bestia durmiente

En este contexto aparecen las centrales nucleares como bestias durmientes, cuyo sueño terminará cuando la demanda de electricidad sea tal que ni las centrales térmicas ni las hidráulicas sean capaces de satisfacerla. Y es aquí donde reside el meollo de mi argumentación: antes de abordar la apertura de nuevos grupos nucleares y/o térmicos deberían potenciarse al máximo las vías que ofrecen las formas de producción eléctrica que ahorran energía primaria agotable. En la terminología de la CE, estas formas son:

-Las fuentes de energía renovables (hidráulica, solar, eólica, ciclónica, geotérmica, mareomotriz y biomasa).

- Las energías residuales, como la incineración de basuras o el calor residual de la industria.

- La cogeneración o producción conjunta de calor y electricidad.

Agrupadas bajo las siglas RRC (renovables, residuales y cogeneración), están siendo objeto, de especial tratamiento por la Comisión de la CE, que ha redactado ya una propuesta de recomendación a los Estados para el fomento de la colaboración entre las eléctricas y los productores privados.

Está en pleno vigor la ley de Conservación de la Energía (Ley 82 de 1980), que, de forma clara, pone de manifiesto la apuesta que en aquel momento se hizo por las RRC. No obstante, una breve ojeada al grado de cumplimiento del Plan de Energías Renovables basta para constatar su bajo grado de cumplimiento y el escasísimo peso que el conjunto de las energías renovables, minihidráulica incluida, tiene en relación con las convencionales.

Quizá sea oportuno, en este punto, hacer una reflexión sobre el caso de la ley de conservación de la energía estadounidense -la Public Utilities Regulatory Policies Act (PURPA)-. Promulgada en 1978, la PURPA abrió paso a una floreciente actividad de promotores privados que, movidos por la obligatoriedad de compra de su producto -la electricidad- por parte de las compñías distribuidoras / productoras, se lanzaron a inversiones importantes en actividades de RRC, fundamentalmente en minihidráulica, biomasa y cogeneración.

A pesar del recurso de inconstitucionalidad interpuesto, y perdido, por la eléctrica Con Edison, la PURPA desató una dinámica que sobrepasó las previsiones de sus propios legisladores; valga como ejemplo el caso de la cogeneración: hoy día, ya el 2% (Business Week de 20 de junio de 1988) de la electricidad producida en EE UU lo es por sistemas de cogeneración. Está previsto que las tres cuartas partes de la energía nueva serán obtenidas por este sistema en el futuro.

¿Qué quiero señalar con el ejemplo norteamericano? Dos cuestiones muy simples:

- Que la compra de la producción de energía eléctrica por RRC no es necesariamente del agrado de las grandes compañías.

- Que es necesaria una voluntad política clara para que las RRC se implanten en España.

De compras y precios

Cuando se habla de compra se está hablando de precio: ésta es la piedra de toque, junto con la existencia de un marco legal estable que permita un grado razonable de previsión del negocio. Las compañías eléctricas, gracias al buen hacer de este Gobierno, han logrado ese imprescindible marco legal y estable. A mi modesto entender, ese esfuerzo debería también hacerse, y pronto, para las RRC, que están moviendo ya, y moverán en el futuro, inversiones nada despreciables.

En cuanto al precio, cabe una larga discusión; las tarifas que remunerasen a los productores por RRC deberían ser lo suficientemente atractivas como para que los promotores se decidieran a invertir y para que las compañías recibieran los kilovatios de las RRC, si no con los brazos abiertos, como sería de desear, sí al menos con indiferencia próxima al agrado. No se trata de que las RRC sean un trágala para las compañías, sino de que éstas se conviertan en colaboradoras del Estado en su deseo de ahorrar energía primaria agotable.

Los grandes renglones de las energías RRC, cuales son la producción de electricidad por minicentrales o por cogeneración, están seriamente amenazados; y las minicentrales lo están doblemente: las confederaciones hidrográficas, salvo alguna excepción, o no otorgan las concesiones en tiempo o lo hacen dando un plazo inadecuado para este tipo de actividad. Por otra parte, la multitud de disposiciones que regulan la actividad y las tarifas, que en cualquier momento pueden cambiar, introducen un grado de incertidumbre que puede dar al traste con este tipo de iniciativas en España.

La cogeneración, por su parte, aunque libre de la necesidad del trámite concesional, está también amenazada: su propia esencia, al nivel de las tarifas actuales y habida cuenta del coste marginal de producción del kilovatio en un sector eléctrico con gran capacidad ociosa (térmica y nuclear; téngase en cuenta que en Valdecaballeros sólo hay que apretar algunos botones para poner en línea un millón de kilovatios), hace que sea antipática a los ojos de las compañías, que no cejarán en sus presiones hasta lograr ingresos más bajos para los cogeneradores.

Así las cosas, una actitud de defensa y fomento de las RRC por parte de la Administración central no sólo ante las eléctricas, sino también ante las comunidades autónomas y ayuntamientos, y una mayor información y colaboración de los aliados naturales de las RRC -los movimientos ecologistas-, contribuirían a la definitiva implantación en España de las energías limpias y renovables.

Lo pequeño sigue hoy siendo hermoso.

es decano del Colegio de Economistas de Madrid.

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