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La tercera victoria de Reagan

Ronald Reagan va camino de obtener, salvo una catástrofe imprevista de última hora, su tercera victoria consecutiva en las elecciones presidenciales estadounidenses. Porque ese será el resultado real si los norteamericanos eligen el próximo 8 de noviembre a George Bush como el 4º inquilino de la Casa Blanca desde que George Washington ocupó por primera vez la presidencia de Estados Unidos, en 1789.Las encuestas se equivocaron clamorosamente en 1948, cuando proclamaron vencedor al gobernador republicano de Nuena York, Thomas Dewey, y la victoria fue para el candidato demócrata, Harry S. Truman, que disputaba su primera elección presidencial tras haberse convertido en presidente por el fallecimiento de Franklin Delano Roosevelt meses antes de concluir la 11 Guerra Mundial. En 1988, el argumento lo utilizan una y otra vez, aunque sin gran convicción, los estrategas de otro gobernador, el candidato demócrata, Michael Dukakis. Pero todos saben que la metodología de los sondeos en 1948 estaba en mantillas. En la actualidad es muy difícil que todos los muestreos estén equivocados. Y todos sin excepción predicen una victoria no parca, sino contundente para el actual vicepresidente de Estados Unidos. Sólo una improbable votación popular muy equilibrada entre ambos candidatos podría permitir a Dukakis llevarse la mayoría de los votos del colegio electoral, que es el organismo que debe proclamar al próximopresidente de Estados Unido el 19 de diciembre.

Dukakis, que gozaba al tér mino de la convención demó crata de una ventaja de 17 pun tos sobre Bush, se ha hundido solo al abrazar todos los tema impopulares en Estados Un¡ dos. Un veterano comentarista político norteamericano me de cía recientemente en Washing ton que Dukakis habría tenido mucho éxito si hubiera desarro llado su campaña electoral en un país europeo, "but this is America" (pero esto es Améri ca). Y en esa America, y más concretamente en la middle America, que es al fin y al cabo: la que vota y la que decide las elecciones, declararse contrario: a la pena de muerte, a la obligatoriedad del juramento de fidelidad a la bandera en las escuelas primarias y al rearme, industria de la que dependen millones de puestos de trabajo, es suicida si lo que se pretende es alcanzar la Casa Blanca.

La campaña de Bush -llevada con precisión militar por el veterano estratega político y casi con toda seguridad próximo secretario de Estado si los republicanos ganan la elección, James Baker- se ha limitado a magnificar el lado consideradopor la sociedad estadounidense actual como soft o blando de Dukakis en esos temas: seguridad ciudadana, patrioterismo y fortaleza militar, para sembrar la duda en la mente del elector medio. La poca garra del gobernador de Massachusetts en los debates televisados y dos anuncios repetidos hasta la saciedad por los republicanos han hundido al candidato demócrata.

Hay una opinión extendida en Washington según la cual Dukakis perdió la elección en los dos primeros minutos del segundo debate televisado, cuando el moderador, Bernard Shaw, anchor-man de la CNN, le descargó la siguiente pregunta: "¿Cómo reaccionaría usted si su mujer, Kitty, fuera violada y después asesinada?". En lugar de mostrar indignación o recordar que su padre fue víctima de un asalto a los 77 años y su hermano perdió la vida en un accidente provocado por un drogado borracho, Dukakis se limitó, impertérrito, a dar una conferencia sobre los peligros de la droga. A partir de ese momento, para el electorado, Dukakis se convirtió en el iceman o témpano de hielo.

En cuanto a los dos anuncios, pasarán a la historia comoejemplos de mensajes dístorsionados, pero tremendamente efectivos. En el primero se recuerda a la opinión pública que un criminal que cumplía una sentencia por asesinato en una cárcel de Boston aprovechó un permiso de fin de semana concedido al amparo de un programa de redención de criminales vigente en el Estado donde es gobernador Dukakis para violar a una mujer y posteriormente asesinarla en el Estado de Maryland. En el segundo, una voz en off pasa revista a las nuevas armas a las que pretendidamente se ha opuesto el candidato demócrata para terminar con una foto de Dukakis conduciendo un carro de combate con la leyenda: "Arnérica no puede permitirse ese riesgo".

El mensaje de Bush ha sido muy poco imaginativo, pero muy simple y efectivo: ¿Están ustedes mejor que hace cuatro años? Pues si lo están, voten más de lo mismo" (o, lo que es igual: el único que les asegura la continuidad de la era Reagan soy yo). Porque, en el fondo, lo que desearía una gran mayoría de norteamericanos es poder votar otra vez a Ronald Reagan, por poco que esto se entienda en algunos sectores europeos, que conocen tan bien el pensamiento norteamericano como el de los hititas. Tras ocho años en la Casa Blanca, el prestigio político de Reagan no sólo sigue intacto, sino que se ha incrementado. En la última encuesta, más del 60% de los ciudadanos se muestra de acuerdo con su gestión, mientras que el 66% declara que no se sienteatraído ni por Bush ni por Dukakis.

En el próximo mes de diciembre, la economía norteamericana entrará en su séptimo año consecutivo de crecimiento, lo que supone la expansión más larga en tiempo de paz de este siglo. La inflación está controlada, y los empleos creados en los dos mandatos presidenciales pasan de los 10 millones. En lo que va de año, el dólar ha crecido un 11 % frente al yen y un 18 % frente al marco alemán. Y lo que es más importante, el déficit comercial ha comenzado a descender. Queda la asignatura pendiente del déficit presupuestario, pero de eso ninguno de los dos candidatos quiere hablar. La bonanza puede terminar pronto, pero existir, existe.

Por si esto fuera poco, la Administración que definió a la Unión Soviética como el imperio del mal es precisamente la que ha firmado el primer acuerdo de reducción de armamento nuclear en la historia. Dukakis no puede mostrar, como Bush, una foto estrechando la mano y sonriendo abiertamente con Mijail Gorbachov, quien, por su parte, ha declarado recientemente al canciller alemán occidental, Helmut Kohl, que el Kremlin es también "partidario de la continuidad".

Con estos planteamientos no es difícil deducir por qué Bush va por delante de su oponente en las encuestas, y por qué, si finalmente consigue atravesar el primero la línea de meta, hay hecho la carrera a lomos de un caballo llamado Ronald Reagan.

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