Stalin y Breznev marcan a sus nietos
Alexandr critica al dictador, y Andrei recuerda con cariño a su abuelo
Alexandr tiene 47 años, es director de teatro, y Andrei, con 27, trabaja en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Sus personalidades divergen radicalmente y sus vidas muy difícilmente se cruzan, pero ambos se ven obligados por estos días a tomar la palabra para definirse respecto a algo que los une: ambos fueron nietos de dos dirigentes soviéticos ahora caídos en desgracia: Josif Stalin y Leonid Breznev.
Alexandr fue traumatizado por el clima de terror que emanaba de un abuelo indiferente a la vida familiar. Andrei conserva el recuerdo de un abuelo "bueno y alegre" que le mimaba y le llevaba de vacaciones a la península de Crimea."Seguramente no me he librado del todo del complejo", dice Alexandr Burdonski, quien ha preferido llevar el apellido de su madre, descendiente de un soldado del ejército de Napoleón herido en Rusia, al de su padre, Vasili Stalin.
Alexandr critica hoy el culto a la personalidad desde el escenario del Teatro Académico Central del Ejército soviético, donde trabaja, según una entrevista publicada recientemente en el periódico Vechernaia Moskva.
"Creo que el teatro puede cambiar muchas cosas en la vida, ayuda a la persona a conocerse a sí misma, a luchar contra la violencia, física y moral", recalca Burdonski, que considera el teatro como "su casa". Vive Burdonski con su madre, Galina, la primera mujer de Vasili, y en ella piensa cuando refleja en sus obras "destinos femeninos dificiles".
Galina Burdonski se instaló en un incómodo apartamento oficial en el Kremlin cuando se casó con Vasili, en 1940. Josif Stalin no tenía tratos con la familia de su hijo, y ni siquiera quiso ver a su metecita. Cuando sus padres se separaron, Alexandr y su hermana se quedaron a vivir con su padre y sus sucesivas esposas. De la segunda, Ekaterina, hija del mariscal Timoshenko, recuerda Alexandr el "autoritarismo y la sequedad", así como la negligencia para con los hijos ajenos, que a veces llegaban a pasar hambre.
Galina Burdonski, mientras tanto, sufría las consecuencias de haberse casado con el hijo de Stalin. Nadie quería darle trabajo al ver los sellos de su parentesco en el pasaporte. Hasta que lo quemó. A la muerte de Josif Stalin, Vasili fue encarcelado, pese a que había participado en la defensa de Stalingrado y la conquista de Berlín.
Prisión injustiricada
Siete años estuvo Vasili en la cárcel, primero en la prisión de Leforto vo, en Moscú, y luego en la ciudad rusa de VIadimir. Jruschov le, liberó y pidió perdón por su arresto injustificado. Le devolvieron las estrellas de teniente-general y le dieron un piso en Moscú, aunque posteriormente le obligaron a exiliarse fuera de la capital. Murió en Kazán, sin que "nadie pueda explicarnos de forma inteligible de qué y cómo murió mi padre"."No tengo intención de cambiarme el apellido", afirma, por su parte, Andrei Breznev, hijo de Yuri Breznev, el ex viceministro de Comercio soviético. "Mi vida independiente está empezando, pero ya siento que mi apellido es de forma cada vez más frecuente un obstáculo en las situacionesmás diferentes". "Quiero ser como todos, pero muchos sólo quieren ver en mí mi apellido", explicaba Andrei Breznev en un artículo publicado en el semanario Novedades de Moscú.
El artículo iba ilustrado con una foto de Andrei, de niño, jugando con Breznev al borde de la piscina de la dacha (casa de campo) del dirigente en Yalta. Hoy, Andrei es padre de "dos Breznev", y teme que éstos y sus primos, los hijos de su hermano Leonid, "tengan que experimentar en sus personas lo que experimento yo hoy".
Al volante de su Mercedes plateado, Andrei Breznev, que tiene un enorme parecido con su abuelo de joven, era entrevistado hace unos días por el programa televisivo de Leningrado La quinta rueda. Andrei, vestido con una cazadora de cuero, conducía por las calles de Moscú mientras el periodista le hacía preguntas desde el asiento trasero. El joven aseguraba no haberse aprovechado de su situación familiar para conseguir privilegios. Nunca había estado en Montecarlo,lugar que sólo conoce, según decía, por las postales y el cine. Sus viajes al extranjero, decía, se reducen a la estancia en Bulgaria en un campo de trabajo juvenil y a otra de dos meses en Inglaterra, que tuvo que interrumpir a causa de la muerte del abuelo, en 1982.
Una familia normal
En Novedades Moscú, Andrei aseguraba que su familia era una familia normal. La madre, Liudinila, afirmaba, insistía en que sus hijos fueran "como todos los niños". En consecuencia, Andrei Breznev no habría ido a ninguna escuela especial, e incluso tuvo un buen amigo cuyo padre era chófer en un ministerio.Incluso en su actitud hacia sus respectivas tías paternas difieren Alexandr y Andrei. El primero considera que Svetlana Stalin describió con detalle la tragedia familiar iniciada con el suicidio de Nadeylida Aleluieva, la esposa del dirigente.
Andrei Breznev, sin embargo, trata a su tía Galina como la oveja negra de la familia. Considera que Galina es una personalidad "incontrolable" que se le fue de las manos a Breznev. Desde su temprana edad le "causó dolor" con su comportamiento. "Para ella y su marido, Y. M. Churbanov, no existían las leyes. Churbanov no era un individuo muy inteligente y, por lo visto, se encontraba bajo su influencia.
Él entendió perfectamente que gracias a ella había recibido los galones de general". Andrei opina que su abuelo "no podía no ver lo que pasaba en el país", pero cree que no es justo cargar sobre él las culpas de "quienes trabajaron con él y respondían de parcelas concretas". Miembro del partido desde 1981, Andrei Breznev hace una advertencia de cara al futuro a los dirigentes soviéticos.
"Mientras existe la posibilidad de atribuir todos los fallos al predecesor, la crítica abierta puede existir, pero cuando hay que realizar el balance de la propia actividad se necesita la desinformación".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.