Bush deja a Dukakis en la cuneta electoral
Salvo una muy improbable catástrofe exterior a la campaña, George Bush tiene prácticamente asegurada la presidencia de Estados Unidos. El vicepresidente derrotó en el debate televisado de Los Ángeles a Michael Dukakis, despejando el camino hacia una victoria electoral el 8 de noviembre que ya es proyectada por todos los sondeos de opinión. Faltan todavía 25 días, pero la suerte parece echada.
Dukakis tuvo una actuación fría, rígida y siempre a la defensiva ante un Bush que, aunque no es precisamente el mejor polemista del mundo, apareció seguro de sí mismo, relajado y más simpático. Los primeros sondeos tras los 90 minutos de debate conceden la victoria al vicepresidente: por un 47% a un 26%, el diario Los Angeles Times, y por un 49% a un 33%, la cadena de televisión ABC.La campaña de Dukakis admitió ayer que el debate "no nos hará subir puntos, pero esperamos cerrar el agujero en las últimas tres semanas". Los hombres de Bush, superconfiados, no tuvieron reparos en calificar al vicepresidente como el "claro ganador". Dukakis, según todas las expectativas previas al debate, debía pulverizar a su rival para ganar y cambiar el signo de la campaña, mientras que a Bush le bastaba un empate.
El gobernador de Massachusetts fracasó en su intento de sembrar, ante 100 millones de norteamericanos, dudas sobre la capacidad de Bush. Y lo que es más importante, Dukakis, que ha sido calificado del "oficinista más inteligente del mundo", volvió a demostrar que carece de una visión presidencia¡ atractiva. Ve los árboles con admirable competencia técnica, pero no el bosque. En la cancha de baloncesto de la universidad de Californía en Los Ángeles (UCLA), Dukakis confirmó que está hecho de la misma madera que Jimmy Carter y Walter Mondale, cuando lo que necesita el Partido Demócrata este año para ganar este referéndum sobre el reaganismo es un nuevo Kermedy.
Votar personalidad
Los norteamericanos votan personalidad en las presidenciales, y es en este terreno donde domina Bush. Dukakis, en una pregunta clave sobre qué piensa del hecho palpable de que su superioridad intelectual no se traduce en simpatía, respondió incómodo: "Creo que soy un tipo razonablemente simpático, pero también soy serio, y la presidencia es una cosa seria. La ejerceré con el mayor sentido del humor posible". El factor humano volvió a traicionar a Dukakis cuando citó como sus héreoes a "los miembros del Congreso y mis compañeros gobernadores".
A Bush le falta la segura competencia tecnocrática de su rival -su dislexia en la sintaxis es notable-, pero los norteamericanos no están buscando un gestor. Están satisfechos (un 73%) con la situación actual y desconfian de un cambio poco claro, prefiriendo, aunque sin entusíasmo, el continuismo con un valor conocido y al menos medianamente probado. Bush dominó el debate porque lo llevó al terreno de la ideología y de los valores, como está haciendo con la campaña. Dukakis volvió a jugar a ser, como en el primer debate, el más listo, sin atender a sus asesores, que le habían pedido que proyectara humanidad y no sólo competencia.
Incomprensiblemente, Dukakis se dejó arrinconar de nuevo como un "liberal demócrata progresista". Bush utilizó esta frase tres veces, recordando que la pronunció durante las primarias el propio candidato demócrata. El gobernador de Massachusetts tampoco se defendió con agresividad de los ataques de Bush, que le pintaron como partidario de la congelación nuclear, de una defensa débil e insensible a las víctimas del crimen.
Dukakis dejó pasar la oportunidad -ya no habrá más debates- de vincular a Bush con el Irangate o con el general panameño Manuel Antonio Noriega. Dejó que el vicepresidente enarbolara ante todo el país los valores tradicionales de la familia y la patria sin una respuesta efectiva. Dukakis se limitó a pedir a los votantes que ignoren como "sin sentido la etiqueta de liberal; no creo que signifique nada".
Pero en este país significa mucho, como demuestra la campañía de Bush, que, utilizando el espantajo del extremismo de su rival, ha conseguido que Dukakis tenga mayores índices de desaprobación que de aprobación.
Bush supo estar también más generoso y elogió a la familia de Dukakis y a su historia personal de hijo de inmigrantes. Ninguno de los dos políticos ofreció soluciones para el problema más apremiante: los gigantescos déficit fiscal y comercial. Este es el mejor ejemplo de la incapacidad de la campaña por debatir los temas capitales.
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