Perro callejero
Este verano, en Galicia, estaba leyendo tumbada sobre mi cama cuando mi madre me llamó; bajé inmediatamente y me dio una bolsa llena de comida. Explicó que había visto merodear un perro abandonado por la carretera. Dijo que le siguiera y le diera de comer. Fui en su busca; llevaría ya cinco minutos buscando cuando le vi: era un ejemplo de extenuación máxima. Se le notaban las costillas, tenía los ojos de infeliz, con una pata coja... daban ganas de llorar al verle. Le seguí, pero al acercarme a él se asustaba y escapaba. Le seguí mucho tiempo hasta unos maizales, donde se escondió y no le pude ver. Perdí todas las esperanzas y regresé a casa.Poco después fuimos en su busca mi madre, mi hermano Guillermo y yo; él consiguió cogerle; le tranquilizamos y le dimos de comer. Con una cuerda lo atamos al huerto de la casa, donde le servimos comida. Llevaría unos 15 días sin comer, pues incluso habiendo comido siete u ocho veces, era capaz de comer más. Preguntamos a muchísima gente si lo quería, pero a nadie le interesaba. Seguimos con él un par de días, preguntando al Ayuntamiento qué podríamos hacer con él, y no nos dieron solución. Un día nos levantamos por la mañana y... ¡se había escapado!
Quisiera que leyeran esta carta los niños y los padres para que no consientan esto, tanto por el animal como por el peligro de circulación, pues no se apartaba de la carretera esperando a su amo.-
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