El Papa defiende la igualdad de los sexos, pero veta el sacerdocio femenino
El nuevo documento de Juan Pablo II sobre la mujer, Mulieris dignitatem, en el que se ensalza la dignidad de la mujer y que constituye una especie de meditación personal del Papa, fue presentado ayer oficialmente por el cardenal alemán Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ante cientos de periodistas. Como ya se conocía por la filtración parcial del texto, el documento mantiene el veto al acceso de la mujer al sacerdocio.
Este documento, el primero que un papa dedica en la historia de la Iglesia al problema de la feminidad, es interesante porque está escrito con una gran libertad y hasta santa desenvoltura. Al parecer, se trata de la reflexión wojtyliana sobre la mujer hecha a lo largo de su vida. Y no cabe duda de que guste o no a la mujer de hoy constituye un canto a la femineidad y una defensa acalorada y apasionada, a veces con acentos de gran ternura, de la mujer.El texto de 122 páginas ha sido escrito por el Papa a solas y en polaco. Ciertamente es un texto que los hombres católicos no podrán utilizar para apoyar la supuesta inferioridad de la mujer. Y ya hay teólogos que afirman que de dicho texto la Iglesia progresista, si quisiera, podría enseguida extraer no pocas consecuencias revolucionarias. Porque, aunque es cierto que el papa Wojtyla mantiene la puerta cerrada al sacerdocio de la mujer, en realidad se limita a repetir la doctrina en este campo de Pablo VI.Cita un texto curioso del papa Montini en el que se podría ver una puerta abierta para el futuro. Está tomado de un discurso pronunciado el 6 de diciembre de 1976 ,ante un congreso femenino en el cual Pablo VI dijo: "En el cristianismo, más que en otra cualquier religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad". Y añadía: "Es evidente que la mujer esta llamada a formar parte de la estructura viva y operante del cristianismo de un modo tan apremiante que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades".
Y el mismo cardenal Ratzinger, ante la pregunta de un periodista, confesó ayer que el tema del sacerdocio femenino "no ha sido aún zanjado dogmáticamente", es decir, que no ha sido objeto de un dogma de fe y por tanto, teóricamente, la Iglesia podría un día abrir las puertas del altar también a la mujer. Aunque el cardenal del ex Santo Oficio, que es también teólogo y conservador, añadió que personalmente piensa que "eso nunca va a canibiar".
Igualdad total
Pero, puesto que el Papa habla, y repetidamente, de la total igualdad de la mujer frente al hombre con argumentos bíblicos y teológicos, es evidente que, la mujer podría pretender acceder a no pocos puestos de decisión en la Iglesia, y ser desde nuncias a secretarias de Estado, pasando por la prefectura de las congregaciones romanas.
Juan Pablo II llega a decir en su texto que la mujer no sólo es igual al hombre sino que en cierto modo, según el designio de Dios, es superior. Llega a sublimar tanto a la mujer que radica su dignidad en el hecho de que "Dios le ha confiado de un modo especial el ser hurnano". De ahí, según el Papa, el que el papel de la mujer en la sociedad sea fundamental ya que ella es la responsable última de salvar la humanidad de la alienación, la tiranía y la injusticia.
Defiende tanto a la mujer que ha querido recordar las figuras del Evangelio de la mujer adúltera, de las prostitutas, de la samaritana "que había tenido cinco niaridos" y las trata con una gran ternura, echando sobre los hombres que las explotaban el peso de sus pecados. Dice que las mujeres en el Evangelio fueron "más fuertes" que los hombres y "nienos miedosas".
Por último, el papa Wojtyla, en contraste con el cardenal Ratzinger, defiende que el amor de Dios no sólo es "masculino", sino también "femenino", como aparece en la Biblia. Y acaba diciendo que si la esencia de Dios es el "engendrar", la más cercana a la realidad divina será siempre la mujer. "Si es cierto -afirma- que el hecho de ser padres pertenece a los dos, es una realidad más profunda en la mujer, especialmente en el período prenatal", y añade el Papa: "Ningún programa de igualdad de derechos del hombre y de la mujer es válido si no se tiene en cuenta esto de un modo totalmente esencial".
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