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Reportaje:

Viaje al mundo del 'apartheid' y la guerra

La cuarta visita del Papa a África, ensombrecida por el inesperado aterrizaje en Johanesburgo

Francesc Valls

La búsqueda del diálogo, la reconciliación y el fin de la situación de inseguridad, y en algunos casos de guerra, que viven los países del África Austral han sido los elementos más destacados del cuarto viaje, concluido ayer, que Juan Pablo II ha realizado a este continente durante 10 días. Suráfrica, la gran ausente de este periplo, ha sido en no pocos casos la protagonista. No sólo por el aterrizaje que el avión papal efectuó el pasado miércoles en Johanesburgo, sino por la condena decidida que el Pontífice ha realizado de la política del apartheid que practica el régimen de Pretoria, al que jamás llegó a mencionar.

Los discursos de este viaje eran esperados. Sin embargo ha sorprendido el modo como Juan Pablo II ha tratado al Gobierno del marxista y católico Robert Mugabe, presidente de Zimbabue. Mugabe ha sido objeto de alabanza y puesto precisamente de ejemplo por su política de reconciliación, que ha terminado con los enfrentamientos que hasta hace muy poco mantenían las dos principales etnias de ese país, shonas y ndebeles, tras la lucha contra el anterior régimen racista de Ian Smith.El proceso de independencia de Zimbabue y su papel como nación no alineada bajo el liderazgo de Mugabe han tenido eco paradigmático en homilías y discursos papales. Ello ha sido tanto en contraposición a algunos países controlados, de manera más o menos directa, por Suráfrica, como por otro, Mozambique, donde la guerra civil que mantiene el Gobierno marxista de Joaquim Chissano con el movimiento rebelde Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo), apoyada por Pretoria, ha sumido a la nación en una sangrante y cruel guerra civil. Este enfrentamiento ha comportado el desplazamiento como refugiados hacia otros países, o incluso dentro del propio Mozambique, de 4,5 millones de personas, un tercio de la población.

El Pontífice ha querido llevar su mensaje de paz a los mozambiqueños, cuyo corazón ha visto sangrar, según dijo el Papa en su discurso a los obispos de aquel país. Las palabras de esperanza que Juan Pablo II ha pronunciado en Maputo, Beira y Nampula, el llamamiento a la comunidad internacional y la advertencia al Gobierno, cuya política ha sido criticada en algunos aspectos, han constituido buena parte del interés de este viaje.

El aterrizaje del avión papal en Johanesburgo levantó todo tipo de especulaciones. Las distintas versiones que la Santa Sede y el Gobierno de Pretoria dieron de la entrevista entre el ministro de Asuntos Exteriores, Pik Botha, y Juan Pablo II permitieron hacer conjeturas. A ello hay que sumar el baño de sangre con que concluyó el secuestro de un autobús de peregrinos en Lesoto y del que el Papa, a pesar de encontrarse en el país, no supo el desenlace, según un portavoz vaticano, hasta pasadas varias horas.

Aterrizaje inoportuno

Ése fue el día más accidentado de todo el viaje, cuando el Pontífice, después de haberse desplazado desde el imprevisto Johanesburgo hasta Maseru -capital de Lesoto-, pasó a varios metros del vehículo y pocos minutos antes de que las fuerzas antiterroristas surafricanas eliminaran a los secuestradores, que pedían la presencia del Pontífice para conseguir refugio político en el Alto Comisariado Británico en Maseru. A muchos informadores les resultó bastante incomprensible que se afirmara que el Papa no había sido puesto al corriente de una situación sobre la que el ministro Bhota le había informado -según Pretoria- y de la que los periodistas que seguían el viaje tenían noticia sobrada a través de la radio y televisión.Éste ha sido, sin duda, uno de los viajes del Papa donde el factor sorpresa ha campado con mayor libertad, entre otras cosas porque por primera vez en la historia un avión que transportaba a un Pontífice aterrizó en un país no contemplado en el programa. Junto a la sorpresa, el exotismo ha jugado un papel nada despreciable. Botsuana y Suazilandia se han llevado la palma en esta categoría, en la que la indudable triunfadora ha sido esta última. La estancia de un día en el reino del monarca que caza leones traídos de un zoológico de Suráfrica ha dado la pincelada colorista a esta gira africana, sobre la que pesaban tantos elementos políticos.

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Sin embargo, esto son frívolas notas coloristas en comparación con la situación del área, con países como Botsuana y Mozambique, que figuran en cabeza de la trágica clasificación de muerte por desnutrición y guerras en esta convulsionada África.

[La gira papal por el sureste de África ha dejado insatisfechos a los líderes religiosos que luchan contra el apartheid, informa Reuter. El reverendo Allan Boesak, presidente de la Alianza Mundial de las Iglesias Reformistas, dijo el domingo en Maputo que, después de escuchar dos discursos del Papa, ponía en duda la interpretación del Pontífice sobre las causas de la violencia en África del Sur. "Me hubiera gustado que el Santo Padre diera un claro mensaje de lo que conduce a la gente a la violencia", dijo Boesak. "Me hubiera gustado ver alguna aclaración sobre los 50 años de lucha no violenta, una aclaración sobre lo que eso significa cuando hay 18 organizaciones no violentas que están prohibidas y dirigentes de las iglesias encarcelados", añadió].

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