Ocasión perdida
El argumento de Espías sin identidad (Little Nikita) presagiaba lo peor: un diecisieteañero estadounidense que quiere entrar en la Fuerza Aérea descubre que sus padres son rusos, espías aletargados, camufiados como una feliz familia americana al servicio del KGB para cuando sean requeridos por él. Pero también la ficha técnica, con la presencia del doblemente oscarizado guionista Bo Goldrnan (Alguien voló sobre el nido del cuco y Melvin y Howard) y del director Richard Benjamin, dejaba abierta una esperanza con fundamento. Lamentablemente, el resultado es pésimo. El presente filme era una buena ocasión para parodiar abiertamente los mensajes lanzajos por su producción cinematográfica y el subgénero de espionaje patriotero. A pesar de las primeras prometedoras secuencias, y de algún toque de humor, Espias sin identidad no encuentra el tono adecuado, y el buen pulso de Benjamin, presente en alguna escena, se diluye en una trama burda, en el recurso de fáciles tópicos y en la acción de su manido desenlace final.
Espías sin identidad
Dirección: Richard Benjamin. Guión: John Hill y Bo Goldrnan. Fotografía: Lazlo Kovacks. Música: Marvin Hamlisch. Producción: Harry Gates. Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Sidney Poitier, River Phoenix. Richard Jenkins, Caroline Kava, Richard Brafford, Richard Lynch. Exhibición en el cine Avenida (Alcobendas).
Babelia
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