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Reportaje:

El coloso en llamas

El devastador incendio de Yellowstone enmarca un verano de desastres ecológicos en Estados Unidos

Francisco G. Basterra

Las primeras nieves, lluvias y 1.200 marines están a punto de contener los incendios masivos que llevan casi tres meses arrasando el parque nacional de Yellowstone, El Escorial de la naturaleza salvaje de Estados Unidos. Los norteamericanos quieren olvidar cuanto antes este catastrófico verano, que ha castigado, como nunca en su corta historia, una de las naturalezas más espectaculares del mundo.

Y aquí, el paisaje, las inmensas praderas del centro, los cañones, las cordilleras y los altiplanos del Oeste forman parte del alma nacional. Y el Oeste ha ardido por los cuatro costados Casi dos millones de hectáreas devastadas, la mitad prácticamente en Yellowstone. Una superficie superior a todo el Estado de Connecticut. Al contribuyente le ha costado 250 millones de dólares la lucha contra un fuego que sólo la naturaleza que lo inició puede volver a apagar.Y no sólo ha sido Yellowstone. También han ardido Oregón, Sierra Nevada y, en Montana, un incendio llegó hasta una milla de un silo de misiles intercontinentales.

El Este ha estado a salvo de lo que se ha calificado como los peores incendios desde que este país es una nación. En la costa atlántica, el desastre ecológico ha estado constituido por la llegada a las playas de toneladas de jeringuillas y material médico de desecho, arrojado al mar por los hospitales de Nueva York. Necesitan desprenderse diariamente de 500 toneladas, en tierra o en el océano, de material sobrante, en mucha proporción peligrosamente contaminado. Hubo que cerrar las playas de Nueva York.

La costa del golfo de México se ha convertido en un inmenso vertedero de plástico de los centenares de barcos que hacen la limpieza en un mar reducido y prácticamente cerrado. Se habla, con una exageración muy norteamericana, del lento pero seguro "envenenamiento de América". Y ahora, como despedida del verano de 1988, se añade la llegada del huracán Gilberto, el más violento de este siglo.

Para los medios de comunicación, sin embargo, ha sido el verano perfecto: los fuegos abriendo durante semanas seguidas los telediarios, llevando en directo las llamas a la sala de estar; con proyecciones constantes sobre el viento -velocidad y dirección- y sobre la esperada lluvia, que sólo ha llegado en septiembre.

La sequía más severa

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Estados Unidos ha sufrido también este verano la más severa sequía desde los años treinta, lo que ha contribuido a empeorar el problema de los incendios. Mientras ardía el Oeste, con incendios en California, Washington, Idaho, Wyoming, Montana, Utali y Colorado, el Medio Oeste, el granero de América, se retorcía seco al sol. Se ha perdido un 30% de las cosechas de trigo y maíz y de haba de soja, necesaria para el pienso del ganado. El precio de la cesta de la compra se ha disparado, amenazando con avivar la inflación."Podríamos haber parado esto, pero no nos dejan", se quejó uno de los 8.000 bomberos que han luchado este verano con los incendios de Yellowstone. El fuego de este verano ha provocado una polémica que ha llegado hasta la Casa Blanca y que probablemente acabará con la política oficial seguida hasta ahora de dejar a los incendios seguir su curso y no combatirlos. Los científicos llegaron en 1972 a la conclusión de que el fuego no es necesariamente nocivo para los bosques y que incluso puede ser positivo y un elemento que ayude a regenerarlos.

En consecuencia, lo adecuado era dejar a la naturaleza a su aire y sólo intervenir cuando los incendios amenacen vidas humanas o propiedades. Los ecologistas confían en que el fuego preparará el suelo para la nueva flora e incrementará la calidad de vida de insectos, pájaros y mamíferos que habitan el parque. "Son parte del renacimiento del ecosistema del parque, representan el fin de un ciclo vital y el comienzo del siguiente".

Esta política de tierra quemada hizo que este verano se esperara más de un mes hasta iniciar la contención de los incendios, que amenazaban a zonas pobladas. Y ya era tarde cuando el 22 de julio, el Gobierno federal comenzó a abrir cortafuegos.

Revisar la política ecológica

El presidente Ronald Reagan, que confesó el martes que no sabía que existía esta política, ha sugerido ya que va a ser reevaluada. El ministro de Agricultura y los responsables de los parques nacionales explicaron al presidente esta semana, en la Casa Blanca, que la destrucción causada por los incendios es comparable a los resultados de la erupción del volcán Santa Helena.Yellowstone, en la frontera norte del Estado de Wyoming con Montana e Idaho, es el parque nacional por excelencia de Estados Unidos, un país donde hay un derroche tal de naturaleza que, por ejemplo, los accesos a la ciudad de Washington serían en España por sí solos un parque nacional. Cada año, como si fuera Lourdes, 2,6 millones de norteamericanos peregrinan a Yellowstone para disfrutar del millón de hectáreas de picos, inmensos bosques, centenares de especies animales -como ciervos, bisontes (2.800) y alces (25.000)-, praderas, cascadas y 250 géiseres. El más famoso, el Old Faithfui, erupta cada 67 minutos.

Al menos una vez en su vida, la familia norteamericana hace el viaje del Oeste, y recorre, en los modernos carromatos -casas ambulantes que recuerdan la conquista del Pacífico-, las catedrales geológicas del cañón del Colorado, Yellowstone y Yosemite. Este año, los 13 incendios de Yellowstone obligaron por primera vez a evacuar a los turistas en algunas zonas del parque creado hace 116 años por el presidente Ulysses Grant.

Pero ya se piensa que la recuperación de Yellowstone puede ser un atractivo turístico mas para 1989. La capacidad de regeneración de la naturaleza dañada es sorprendente, y ya está creciendo la hierba en muchos lugares. Las cenizas del incendio son un fantástico abono para el parque. Mientras humean aún las brasas en Yellowstone continúa el debate sobre si este verano -informativamente calificado de catastrófico- no ha sido en realidad una bendición del cielo para el rebrote de unos parques nacionales más fuertes.

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