El gorro liberal
TRAS AMAGAR en otras direcciones, el Centro Democrático y Social (CDS) de Adolfo Suárez ha decidido esta vez calarse la gorra liberal. El Congreso de la Internacional Liberal, que estos días se reúne en Pisa, sancionó el ingreso del partido del ex presidente del Gobierno español, a quien se otorgará una de las vicepresidencias. La iniciativa, por la que venía pujando desde hace años el antiguo socialista de Tierno Raúl Morodo, constituye el principal movimiento estratégico de ese partido en su intento por dotarse de unas señas de identidad más consistentes que la simple adhesión al líder y la nostalgia de éste por los corredores de la Moncloa. Pero la propia forma en que fue adoptada -sin consultas previas con los dirigentes, muchos de los cuales se enteraron por los periódicos- nos habla del escaso talante liberal de un partido y unos dirigentes que se han distinguido en el pasado por su defensa de principios estatistas.La decisión ahora formalizada se presta, en efecto, a diversos sarcasmos, si se comparan los principios de defensa del individuo contra los grupos y el Estado, ahora asumidos, con el acusado intervencionismo programático con que Suárez regresó, en las legislativas de 1986, al escenario político. Pero quien esté libre del pecado de incoherencia, que tire la primera piedra. No podrán hacerlo los radicales socialistas del felipismo de Suresnes, pasados luego a la socialdemocracia templada, y mucho menos las antiguas huestes de los siete magníficos encabezados por Fraga. Tampoco resulta difícil ironizar sobre la ambigüedad de una definición, la de liberal, que sirve tanto para titular a los inspiradores de la política económica de Pinochet como para describir la ideología de un intelectual keynesiano como Galbraith. La etiqueta liberal resulta hoy tan genérica como lo sería a estas alturas proclamarse antiesclavista. Pero ¿no participó hace escasos meses Walid Jumblat en la cumbre de la Internacional Socialista? ¿Y no pertenecen a esa misma organización partidos como el Laborista de Israel? ¿Y Alianza Popular no envió una delegación a la convención del Partido Republicano de Estados Unidos tras haber enviado otra a la de los demócratas?
Las cosas son como son, y entre seguir cultivando el huerto de la melancolía silente y avanzar un paso hacia la definición ideológica, lo segundo es preferible. Si algo necesita ser inventado de la nada, en un momento dado, ese algo es la tradición. Las palabras acaban comprometiendo, y no es descartable que Suárez acabe siendo un ejemplar liberal, homologable con sus nuevos amigos británicos o germanos. Tal vez de aquella especie de falangismo con rostro humano que constituyó un tiempo la ideología de Adolfo Suárez pueda derivar un partido de centro -ahora sí- con vocación de bisagra. En esas mismas filas militaron en su tiempo auténticos liberales y arraigados demócratas que por necesidad y por solidaridad dieron su voto en 1982 a los socialistas, sin ser socialistas ellos, y creyendo en las promesas de difusión del poder y de devolución a la sociedad de su soberanía que luego ha roto el Gobierno de Felipe González.
El CDS no es ya sólo la envoltura de su líder, sino un partido con cierta implantación y algunos valiosos dirigentes, junto a mediocridades ilustres que inducen a la compasión política. Si en los meses que faltan hasta las elecciones sabe dosificar no sólo sus silencios, sino también sus intervenciones parlamentarias y pronunciamientos públicos en terrenos como el de las libertades y la transparencia en la Administración, Suárez puede aprovechar el desvanecimiento creciente de la derecha y la justificada decepción de muchos votantes socialistas. Pero queda por ver si el capelo liberal es capaz de amparar propuestas realistas que sean también diferentes de las que ofrecen Solchaga y los suyos. Y si el propio Suárez, un encantador de serpientes de corte populista, es capaz de acompasar su pensamiento, palabra y obra a las necesidades de los tiempos y no a las de la galería.
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